Por Julia y a su hijo
Julio
Me han llegado noticias tristes por ese golpe
tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un
familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa?
…Y he
pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de
infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació
bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya
los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades...
Y he pensado en la tristeza y el abandono, un
abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros.
He pensado en el desconcierto de su ternura
mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios
de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no
saber, un sí sufrir la soledad repentina,
inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada
contra las paredes del silencio, de tanto silencio como nunca pensó que pudiera
llenar una casa.
He
pensado en su tristeza pura, sin las alas livianas con que, a veces, los otros somos
capaces de sortearla...
He pensado en la tristeza perfecta, sin
fisuras ni vanos, sin puentes para los argumentos ni brechas para las razones...
La tristeza de las almas de los niños, la
tristeza de la inocencia.