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We have made remarkable progress in the last hundred years. But if we want to continue beyond the next hundred years, our future is in space.
Stephen Hawking
We have made remarkable progress in the last hundred years. But if we want to continue beyond the next hundred years, our future is in space.
Stephen Hawking
Ya lo hizo el caballero. Por razones distintas (o no tanto), pero lo hizo. Claro que a él le ocurre lo que a mí, que hace equipajes para el alma y se larga con ella a cualquier otro tiempo. Por algo es inactual. No es lo común en estos días de tanto andén y tanto aeropuerto; con tanta mochila y tanta maleta; sobre tanta playa y ante tanto horizonte… Eso es irse a otro paisaje, eso es ser eventualmente inespacial. Tampoco es de lo que habla Hawking, ese gurú de las ciencias limpias (llamo limpias a las ciencias que se atreven con el tiempo, tanto que lo que nos dicen suena a ciencia-ficción; las otras, las de corto vuelo, no lo son porque se ensucian con la recalcitrante marranada de los hechos). Él propone un modelo de voluntad nuevo para planificar otro tipo de viaje. Como si dijera: muchachos, ya está bien de tonterías.
El hombre se tuvo que poner de pie porque a cuatro patas las hierbas altas le robaban la mirada, lo que le convertía en presa fácil de cualquier depredador malintencionado. Y al ponerse de pie, descubrió que su supervivencia era asunto de la lejanía. Por eso Colón se embarcó en una locura y Galileo se hizo un tubo para mirar y desvelar prodigios. En realidad esto venía de antiguo, porque el horizonte siempre había sido nuestro proyecto genético. Lo que con ese proyecto difuso hiciéramos era cosa nuestra. A partir de aquí, fuimos libres.
Con la libertad hemos hecho muchas cosas; barbaridades a veces; maravillas, otras. Pero a estas alturas del cuento es hora de que hagamos de la libertad inteligencia; o, mejor dicho, conciencia de su enormidad. Si la libertad es tonta, es nada; si es provinciana, es nada; si es egoísmo, es nada. Si la libertad es estafa de poder oligárquico es… nada. Así que la libertad sólo merece la pena si responde con seriedad al biológico azar por que la encontramos. La libertad fue una inversión de la supervivencia, no la cuenta corriente de nuestros humanos caprichos o aldeanas mezquindades.
En conclusión: que el hombre tiene que volver a quererse especie universal si sobrevivir pretende –así interpreto yo la advertencia de Hawking–; tiene que volver a mirar lejos y pensar que, tarde o temprano, habrá de abandonar la caverna azul de tanta vida...
Y empaquetar, de paso, su memoria para que no quede en la noche un punto de oscuridad lleno de olvido.
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El hombre se tuvo que poner de pie porque a cuatro patas las hierbas altas le robaban la mirada, lo que le convertía en presa fácil de cualquier depredador malintencionado. Y al ponerse de pie, descubrió que su supervivencia era asunto de la lejanía. Por eso Colón se embarcó en una locura y Galileo se hizo un tubo para mirar y desvelar prodigios. En realidad esto venía de antiguo, porque el horizonte siempre había sido nuestro proyecto genético. Lo que con ese proyecto difuso hiciéramos era cosa nuestra. A partir de aquí, fuimos libres.
Con la libertad hemos hecho muchas cosas; barbaridades a veces; maravillas, otras. Pero a estas alturas del cuento es hora de que hagamos de la libertad inteligencia; o, mejor dicho, conciencia de su enormidad. Si la libertad es tonta, es nada; si es provinciana, es nada; si es egoísmo, es nada. Si la libertad es estafa de poder oligárquico es… nada. Así que la libertad sólo merece la pena si responde con seriedad al biológico azar por que la encontramos. La libertad fue una inversión de la supervivencia, no la cuenta corriente de nuestros humanos caprichos o aldeanas mezquindades.
En conclusión: que el hombre tiene que volver a quererse especie universal si sobrevivir pretende –así interpreto yo la advertencia de Hawking–; tiene que volver a mirar lejos y pensar que, tarde o temprano, habrá de abandonar la caverna azul de tanta vida...
Y empaquetar, de paso, su memoria para que no quede en la noche un punto de oscuridad lleno de olvido.
Fantástico, Antonio. Tengo el convencimiento de que nacemos libres. Libres en potencia... capaces de elegir. Pero...si no ponemos en juego el entendimiento para valorar, calibrar...la libertad se queda hueca. Si no queremos -nuestra voluntad no es capaz de adherirse- lo que sabemos que nos hace más humanos, "más buenos"... ¿En que nos distinguimos del animal no racional? Si no subimos el peldaño que nos lleva del instinto a la razón. ¿Para qué queremos la libertad? Entonces puedo entender la afirmación de Sartre:condenados a ser libres.
ResponderEliminarLa inteligencia de la libertad... o la libertad inteligente.
Gracias por hacerme pensar en una época que el bochorno ralentiza las neuronas.
Un afectuoso saludo, profesor
Eso de la "libertad provinciana" es un hallazgo. En la lucha por el dominio del medio (que no es nada malo, yo creo que era un deber) hay quien opta por límites a la medida de su corazón, incluso para atrapar las grandes palabras. Por eso unos "se hacen un tubo" para mirar el lugar del futuro y otros explotan la parcela que tienen cerca de los ojos hasta dejarla esquilmada. Los primeros son inteligentes; los segundos, listos. Los listos siempre han vivido de las ideas de los inteligentes, pero las han empequeñecido hasta volverlas solamente prácticas. Sin embargo, la libertad en sí nunca es tonta ni pequeña, siempre es un enorme horizonte que espera que nos pongamos de pie para mirarlo.
ResponderEliminarES un concepto inactual porque es eterno, como el caballero. Nos iremos y seguirá por ahí, no sé qué hará sin ti.
Un beso libertario;-))))
No sé si el bochorno, Sunsi, será capaz de la neuronal ralentización de que hablas, de lo que estoy más que seguro es de que ese “pensar” tuyo no necesita para nada de estas imaginarias: es deliciosa, cabal y lúcidamente libre. Te sobran los farolillos de un imaginaria más o menos trasnochado. Porque lo cierto es que si no “subimos el peldaño” que nos permite ser quienes debemos, nos convertimos en la caricatura de un animal con el destino de un dios. Es decir, en un dios que no se atreve a dejar de ser un animal. Tú te refieres a eso como la decisión de ascender “del instinto a la razón”; el caballero lo llamaría “cobardía”; yo, mucho más vulgar, “estupidez”… Pero, en el fondo es lo mismo.
ResponderEliminarGracias por tu visita, y un cordial saludo.
Qué adecuada contraposición ésa, Olga: inteligencia y astucia. Científicamente hablando, de la primera sólo tenemos vagas intuiciones, pero de la segunda todos sufrimos evidencias brutales. Me horroriza pensar que la Historia de que hablamos habitualmente es la barca de la astucia mientras la inteligencia es sólo el madero que cabezonamente flota después su hundimiento. Aunque, claro, siempre habrá un náufrago que se aferre a ese resto flotante de esperanza frente al “enorme horizonte” de su desamparo… Para soñar la isla de una nueva mirada… Y otro barco después… Y después, otro naufragio…
ResponderEliminarMe has llevado a Nietzsche, Olga.
Un beso, y gracias.
Gracias, Antonio. Pero sí lo necesito. Necesito leer a alguien que pone por escrito pensamientos que le bailan o que están asentados. Para que te rías un poco... te cuento que este verano estoy dando clases particulares de filosofía. A veces mi hija también está presente trabajando en lo suyo. Entre uno y la otra, de cuando en cuando, comentan. "Pero éste... ¡seguro que se ha fumado algo! A quién se le ocurre plantearse estas cosas" ..."Éste,por lo menos, se ha metido una raya..." Ya ves. Como si todos estuviesen de la bola. Y yo, como un pulpo en un garaje.
ResponderEliminarNo les dejaré leer nunca tu imaginaria. No vaya a ser que te busquen un centro de desintoxicación;-))))
Un saludo afectuoso y pensante "digan lo que digan..."
¡Jajajaja…! ¡Clases de filosofía en ‘agostos de estos tiempos’! Eso está por encima de la didáctica. Eso es heroísmo inactual, que diría el caballero.
ResponderEliminarYo, cuando ellos me hablan de “fumaos”, les hablo de Matrix… Y entonces, la caverna platónica o el cartesiano genio maligno, deja de parecerles el “colocón” de un puñado de extravagantes… Nihil novum!
¡Que la fuerza te acompañe!