. Las palabras y los conceptos han sido siempre objetos preciados y delicados para el hombre. Digo “han sido”, que es un pretérito perfecto, porque ya no lo son –que es un imperfecto presente– o lo son cada vez menos –que es un planto tristísimo ante su inminente inhumación–. Hoy por hoy, las primeras y los segundos se tratan sin respeto; se manosean, se ensucian y se rompen en bocas, plumas y cabezas que no son merecedoras de su dilatado esfuerzo. Cultura y filosofía , sin ir más lejos. Hay aspectos comunes entre ambas. Una y otra remiten a totalidades: de usos, costumbres, creencias y destinos, la primera; de ideas, interrelaciones, sentidos y cosmovisiones, la segunda. También hay diferencias, naturalmente: aquélla se hace con el tiempo y su trabajado curso; ésta, desde la enorme mirada de una lechuza que es préstamo de Minerva. Pero la mayor semejanza entre las dos, la que les daba razón de ser, ha sido la peor parada. Esa similitud era también una palabra. Y otro concepto. “Articu...