De cerca somos impresentables; de
lejos, muy de lejos, insignificantes. La verdad es perspectiva, decía Ortega, lo
que me inclina a preferir la mirada de la distancia. Carl Sagan, ese poeta del
cosmos –ya desaparecido–, definió nuestro mundo como “un punto azul pálido”. Nada
más que eso. Se refería a una fotografía que nos hizo el Voyager 2 desde
Saturno, casi en la esquina de nuestro sistema, a unos seis mil millones de
kilómetros. Desde allí, desde más allá de allí, nos envuelve la perfecta
humildad de la insignificancia.
La gente “normal” pasa mucho del
tamaño de la noche. Si cubriéramos las ciudades con grandes cúpulas oscuras salpicadas
de lucecitas, nadie echaría en falta las estrellas; menos aún los planetas, vagabundos
a sus anchas sobre la indiferencia de millones de ojos que no los miran y que,
si alguna equivocada vez lo hacen, no los reconocen.
En realidad, lo que de la noche importa
a la inmensa mayoría son los artificios subcelestes que el hombre ha inventado
para su confuso empeño. Para distraerse o para engañarse; para destruirse, para
envanecerse, para desolarse... La maquinaria de la ficción, la argucia de la
emboscada, el embrutecimiento de la voluntad, los suburbios de la inteligencia…
La noche, así falsificada, sólo es la caricatura de un punto que vaga por la
infinitud.
Qué pena prescindir del tamaño de
la noche. Qué horror esta mirada provinciana tan feliz de analizar su ombligo
intrascendente. Qué soberbia estupidez querer vivir al margen de nuestra
insignificancia…
Qué vanidad…Un punto azul, tan sólo.
Julio 2013
Y dentro de ese punto azul tan insignificante, pero precioso sin duda, nosotros...puntitos diminutos, microscópicos y llenos de soberbia. Estoy de acuerdo, Antonio, que en la distancia es donde realmente podemos ver lo que realmente somos: diminutos puntos en un extraordinario universo. Sólo eso.
ResponderEliminarUn abrazo
Y sin embargo, querida Doña A, en los cráneos de nuestra insignificancia cabe la extravagante magnitud del infinito. La pena es que nos dé lo mismo que así sea.
ResponderEliminarGracias por tu compañía, y un beso.
Esto lo tenemos más cerca de nuestro "craneo" y a veces tampoco lo vemos, sin embargo es parte de la belleza de la vida. Con todo mi cariño:
ResponderEliminarhttp://player.vimeo.com/video/27920977?title=0&%3bbyline=0&%3bportrait=0href=
Tal vez, querida Doña A, la cuestión no sea lo que 'no vemos', sino lo que 'no miramos'.
ResponderEliminarPrecioso vídeo. Gracias.
Es verdad, pero si no prescindes (un poco) del tamaño de la noche toda esa grandeza se te puede tragar. No sé si es disculpa,-)
ResponderEliminarUn beso. Noctámbulo.
No tenemos ni tiempo para mirar las estrellas...
ResponderEliminarAñoro esas noches cálidas, en esa Galicia tranquila,salpicada de lucecitas y estrellas fugaces...
Un beso.
Tal vez, querida Olga; por eso sigo de "imaginaria".
ResponderEliminarGracias por tu visita, y un beso nocherniego.
¿"En esa Galicia tranquila", Veridiana?... Puede ser. Pero te recuerdo que yo estoy "en Coslada, Madrid, lejos de todo".
ResponderEliminarUn beso.
Pues a mi sí me importa ese tamaño. Un beso.
ResponderEliminarBienvenida entonces. Gracias por la compañía.
ResponderEliminarUn beso.
ResponderEliminarHe vuelto al " tamaño de la noche" y no puedo pensar que la mayoría de la gente no se diera cuenta de que unas luces salpicadas podrían sustituir a las estrellas. Es imposible.
Esa necesidad del hombre de mirar hacia lo alto, por encima de su cabeza sigue estando en nuestro interior y necesita reasegurarse de que ese universo infinito sigue estando ahí arropándonos de alguna manera. Nada podría confundir la belleza de las estrellas con unas lucecitas creadas por el hombre, entre otras razones, porque además de no ser estúpido es sensible a lo bello.
Un beso
Pues gracias por 'volver', querida Doña A, aunque este "tamaño" no se lo merezca.
ResponderEliminarSólo una pregunta: ¿estás segura, de verdad, de las últimas palabras de tu amable comentario?...
Un beso.
Quiero creer que sí Antonio, entre otras razones porque me embargaría un sentimiento de desesperanza importante y porque... pienso que el hombre es más malicioso y cruel que estúpido.
ResponderEliminarUn beso esperanzado