Un día te levantas y descubres que el alma
cojea, que apoya el pie sutil en un vacío y pierde el equilibrio porque no
encuentra el cuerpo donde habita. Y se tropieza. Y cae entre los muebles de
siempre, que siguen donde siempre con esa parmenídea vocación de ser refugio de
las sombras. Porque las sombras se quedan pegadas a las cosas, no se mueven
jamás de donde estaban, no acumulan paisajes ni aventuras nuevos; ni sucesos
comunes o infrecuentes, distintos de sí mismos. Son sólo testimonio
imperturbable de un ayer irreal en el que fuimos –quién sabe– un poco más
felices de lo que hoy nos pensamos.
Un día, mientras el alma va dando tumbos entre las cosas, que son como el disco duro de nuestras vidas, te das cuenta de que el cuerpo no está ya donde ayer lo dejaste, que en su lugar hay una caricatura tuya, ajada y derrumbada, sin brillo ni vigor, sin carnal entusiasmo. Una carcasa estrecha o ancha que se ajusta en modo horrible a las ideas que de ti te quedan. Algunos se rebelan entonces y protestan con vehemencia. Los más empecinados se apuntan a un gimnasio; piden cita a un psiquiatra los menos entusiastas. Pero esta alma tropezona y cojitranca, si no es del todo tonta, lo que comprende es que está cercano el fin de su hospedaje. Que es hora de buscar otros lugares. Una isla quizá de clima bonancible en la esquina inabordable de un océano infinito. Una isla de luz…
Y el alma espabilada mira con melancolía ese hogar envejecido, ajado y arrumbado en un rincón que no era el suyo, porque, para el viaje que planea, las alforjas del cuerpo están de sobra.
Ay, Antonio, que para este virus de la melancolía tampoco tengo vacuna.
ResponderEliminarQué razón la de Calderón cuando decía aquello de los sueños. Fuimos lo que soñamos? O soñamos lo que fuimos? Y claro, el alma, al menos la mía, que le ha dicho a este cuerpo que ni gimnasio, ni psiquiatra, por Dios! Anda buscando esa isla de luz donde de noche aún brillen las estrellas.
Mis nietos piensan que nos convertimos en una de ellas y brillamos para siempre. Un bonito final.
Estamos demasiado melancólicos no?
Un beso.
Pd. Perdón por la signos de interrogación y admiración, no los tiene este teclado.
Gracias una vez más, Susi, por tu compañía. Pero recuerda que el alma platónica es bastante heterodoxa y no hay que hacerle demasiado caso cuando parece arremeter contra los hábitos corporalmente saludables. Quiero decir que tal vez sea un poco radical la irónica referencia al ejercicio físico de los gimnasios.
ResponderEliminarSabido es que las almas platónicas son muy suyas y les trae al fresco la suerte que hayan de correr los cuerpos. Podríamos decir que, respecto al mundo material, son un poco antisistema y, por tanto, hay que andarse con mucho tiento con ellas. Sobre todo porque son bastante más seductoras que las de Aristóteles, por ejemplo, tan “funcionarias” del cuerpo y, consecuentemente, tan sometidas a jubilación irremediable. Mejor, sin duda, pensar en islas de luz.
Un beso.