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El breve discurso de la verdad

 




La oposición verdad-mentira siempre fue una oposición envenenada. Como todos los venenos, actuaba a traición de la vigilancia más extrema. Quiero decir que la peligrosidad de la mentira consistía en invadir la verdad, en infectarla hasta el punto de convertirla en la corroboración de su contrario sin que nadie se diera cuenta. Disponíamos, en estos casos, de una palabra al menos para definir tal metamorfosis: “engaño”. El engaño era el signo de aquella falsificación, el deseo consumado de la vieja pretensión atribuida a Goebbels (en cuyo favor lo único que se me ocurriría apuntar sería el número de repeticiones exigidas: mil veces una mentira para el reino de una verdad). Curiosa ecuación sin duda la del nazi: una falsedad multiplicada por mil es igual a una no-verdad negada.


Como todos sabemos, nada en el mundo hay tan malo que no pueda empeorar. Y éste también es el caso de la verdad. Porque, si la oposición aludida dije que era envenenada, el verdadero mal de nuestro espacio y tiempo particulares es que ha desaparecido la oposición; mejor dicho -y peor que así sea-, es que ya da lo mismo. Vivo en una tierra, país, patria, nación o estado (elíjase la denominación según la particular apetencia de quien quiera que sea el que por aquí se cruce) que ha superado a Goebbels. Ya no es necesario el escolar esfuerzo de repetir tantas veces una mentira para su inexplicable conversión en verdad. Basta decir aquélla. Así de simple. No hay que justificar, explicar, acomodar… No hay que hacer nada. Un político miente y al día siguiente desmiente. Y no pasa nada. No hay verdad ni mentira; hay “campanadas viscerales”; palabras que electrifican, entusiasman, convulsionan, amodorran, idiotizan… Nada que pensar. Nada que concluir. Qué más da lo que ayer dije; qué importa lo que hoy desdigo: “Nosotros somos los chachis; sed chachis como nosotros… Los demás sólo son fachas”.


Y así se acaba el breve discurso de la verdad…


¡Y la esperanza!




24 enero 2023

Comentarios

  1. La vida política no es el lugar natural de la verdad. Ni el lugar ni el hogar. La verdad, como el amor, no son de este mundo. La política trata del poder, algo que cada vez se ejerce con menos elegancia y con más descaro. De ahí los populismos, la falta de cultura democrática y el espectáculo lamentable que la llamada elite política ofrece prácticamente a diario. Pero la verdad con mayúscula no se resiente de estos desmanes. A Dios gracias!

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    Respuestas
    1. Naturalmente estoy de acuerdo con lo que dices, pero yo no me refiero a la verdad en sentido ontológico o en sentido trascendente. Esos tipos ocupan otras reflexiones y no contraponen verdad a mentira, sino verdad a error o a escepticismo. La mentira es cosa de la verdad moral, y ésta sí que entra en política. Bueno, entraba porque, al desaparecer la “oposición”, desaparece el concepto. ¿Qué queda pues en nuestros “mentirosos” días…? Nada; o el poder, la enajenación del votante y la decadencia de la democracia, como tú apuntas. La mentira se acomoda como verdad a lo que se pretende en cada momento. Digamos que es lo último que se dice. Orwell dio el modelo en “1984”, esa novela que pone los pelos de punta con su “Ministerio de la Verdad” y su “neolengua” como instrumentos fundamentales del poder. En aquél se trabaja reescribiendo constantemente la historia para tal fin.

      Gracias por tu visita y tu acertado comentario.

      Un saludo.

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    2. Buena puntualizacion. Aunque tal vez en política más que de verdad habría que hablar de honestidad, o de coherencia, algo que en nuestro país desgraciadamente brilla por su ausencia. Un saludo.

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    3. Cierto. Pero la honestidad es una virtud y la verdad, ejercicio suyo. Una persona honesta no miente, no engaña, no pone su palabra al servicio de sus intereses, sino a los de la verdad y la justicia, aunque de ello no obtenga ningún beneficio, sino, incluso, lo contrario. Concluyamos que una persona honesta es auténtica, y eso, la “autenticidad” es lo que valida la verdad moral.
      Gracias de nuevo.

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  2. Félix Sánchez Montesinos25 de enero de 2023, 13:05

    Convengo con vuesa merced Don Antonio, y aún diría más, sin ánimo de corregir tan acertadas razones, que mentira y políticos yacen en el mesmo lecho. Allí, entrambos danse placer y regocijo. Vale.

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    Respuestas
    1. Perfecto, mi viejo amigo, para vencer estos entuertos quizá debiéramos empezar encomendándonos de esa verbal guisa a nuestro señor don Quijote. Después de todo, se trata de enfrentarse a rebaños. Dices verdad en cuanto a ese inveterado amancebamiento se refiere; pero lo habitual era que la mentira se ocultara o se disimulara. Ahora no hay disimulos que valgan. Se afirma, como verdad, con descaro y cinismo cuando conviene y se niega, como mentira, con iguales cinismo y descaro cuando lo que conviene es lo contrario. Y siguen sonriendo como si tal cosa. Desde luego, es evidente, y al parecer fecundo, el gozo de tal apareamiento.
      Muchas gracias por tu verbal compañía.

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