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Me duelen los lugares que ya no tienen sitio,
que han perdido su sitio,
aquella propiedad de la memoria
que quedó pincelada en otro espacio.
Me duelen los lugares que ya nada sitúan,
geografías del tiempo sin testigo
que pueda confirmar alguna calle,
algún patio escolar,
algún parque con besos inventados
robado cualquier noche de los ángeles.
Me duele la ciudad que se levanta
sobre la resistencia del olvido.
Sus bloques de viviendas, sus ensanches,
sus altos rascacielos,
sus largas avenidas…
Ese mundo tan raro y tan ajeno
que está del otro lado de las almas.
Parménides ha muerto y los periódicos
no quieren recoger la necrológica.
Tan sólo hablan de Heráclito: predicen
más lugares aún sobre lugares
sin sitio que encontrar,
sin sitio a que volver,
sin sitio de vivir…
Sin ningún sitio.
(26 de abril de 2009)
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Me duelen los lugares que ya no tienen sitio,
que han perdido su sitio,
aquella propiedad de la memoria
que quedó pincelada en otro espacio.
Me duelen los lugares que ya nada sitúan,
geografías del tiempo sin testigo
que pueda confirmar alguna calle,
algún patio escolar,
algún parque con besos inventados
robado cualquier noche de los ángeles.
Me duele la ciudad que se levanta
sobre la resistencia del olvido.
Sus bloques de viviendas, sus ensanches,
sus altos rascacielos,
sus largas avenidas…
Ese mundo tan raro y tan ajeno
que está del otro lado de las almas.
Parménides ha muerto y los periódicos
no quieren recoger la necrológica.
Tan sólo hablan de Heráclito: predicen
más lugares aún sobre lugares
sin sitio que encontrar,
sin sitio a que volver,
sin sitio de vivir…
Sin ningún sitio.
(26 de abril de 2009)
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Tus textos siempre son estimulantes, en el sentido que interrogan, cuestionan, confrontan, sugieren.
ResponderEliminarNo sé si este texto es poesia, ignoro las nuevas tendencias, en todo caso tiene cierto ritmo en las palabras.
Me quedo con el final: sin sitio que encontrar/sin sitio a que volver/sin sitio de vivir.
Este resumen es demoledor, pues revela una negación, ya no solo a nuestra identidad personal, sino a la propia vida que no encuentra un sitio para vivir.
Por eso se ha inventado este "lugar inespacial", para que al menos nuestra parte más espiritual, la más noble de la persona, sobreviva a pesar de todo.Gracias por hacerlo posible.
Parménides resucitará cualquier dia de estos, y con él volverá la razón, que tanta falta nos hace a todos.
No es uno tan hostil al movimiento
ResponderEliminarque se tire del carro que lo guía,
ni el otro tan amigo de porfía
que no le rinda honores al momento.
Pero uno y otro suelen, si se piensa,
asomarse, de incógnito, a la prensa.
Perdón por la tardanza, mis dos queridos visitantes, pero ando trabucado en asuntos que no hacen al caso y me han torpedeado la respuesta. Gracias siempre a los dos.
ResponderEliminarA ti, Montse, por tu diligente y elogioso comentario. Y sí, la entrada quería ser poesía –otra cosa es que lo sea– de verso blanco; no libre, porque no tengo oído para ello. Del ritmo que intuyes, tiene la culpa la sexta sílaba de cada verso. Y, volviera o no Parménides, lo cierto es que Heráclito no es ajeno a la razón, pero su razón es distinta porque es dinámica, porque es dialéctica. Aquí el poema es un poco mentiroso: no es cierto que las ciudades que nos roban el pasado invoquen a Heráclito; en realidad, sólo están pendientes de los “tipos de interés”.
Y a ti, Rafa, por el complemento y reproche. Hoy en sextinas. ¡Dominas todo el espectro de la métrica castellana! Y, claro, nobleza obliga; mentiroso de mí, debo confesar que:
No quisiera mentir a lo Epiménides
–soy convicto del logos del Paráclito–,
aunque diga –y no es cierto– que Parménides
ha perdido el combate frente a Heráclito;
aunque mienta al mentir sobre la suerte
que han corrido los dos tras de la muerte.
Saludos y abrazos mil para ambos.
No es reproche -¡que me aspen las Euménides!-;
ResponderEliminarmera afición a Heráclito y Parménides...
Me gusta este verso blanco (no tenía ni idea de qué era hasta que te lo he leído).
ResponderEliminarA mí también me gustan. Especialmente los patios, pero de vecindad.
Un abrazo
Aurora
Antonio... Parménides frente a Heráclito. Cada uno en las antípodas del otro. O todo es Ser o todo fluye. ¿Buscaríamos un término medio?.
ResponderEliminarQue cambiamos y con el cambio nos hacemos ricos. Nunca dejamos de ser lo que somos. Que mudamos el alma a base de amar o de dolernos. Que cambiamos los ropajes para resistir el calor o el frío... pero nuestros recuerdos no nos los roba nadie y siguen estando en ese lugar tan escondido que ni un ladrón es capaz de descubrir.
Y somos y en el cambio no nos perdemos... somos más... somos cada vez más lo que podemos ser. A veces peores ... a veces mejores.
Y después de leer el poema, que me ha tocado más que de costumbre, me quedo pensando. Y te doy las gracias por ser tan buen estímulo.
Un saludo afectuoso
No lo puedo evitar, Antonio. Será porque realmente te escucho y entonces es más fácil que las cosas prendan en la memoria, pero muchas veces siento las entradas como parte de una conversación interminable que alguna vez fue dejada en pausa y puede volver a retomarse.
ResponderEliminarMe llevas a aquel lugar y aquellas ciudades de marzo del año pasado, donde eran los sitios los que permanecían y las personas las que faltaban. Aquí es el propio espacio el que parece traicionar nuestra conciencia, "la ciudad que se levanta sobre la resistencia del olvido".
Da igual: se modifiquen las presencias, las ausencias o los espacios físicos, la ciudad de la que tú hablas es siempre interior, la de San Agustín; o la pecera melacólica de Miguel Hernández, nuestro corazón, que siempre se queda hasta el final;-)
Un beso.
Jajaja… Te entiendo (y te entendí), amigo Rafa: soy consciente de tu “afición” por quienes le pusieron la zancadilla a la realidad para que la inteligencia humana pudiera “apresarla” o “perseguirla”, poniendo un poco de orden en su insolente rebeldía. Lo cual comparto.
ResponderEliminarUn saludo.
A mí también, Aurora, me gusta el verso blanco, aunque lo practique poco: ya sabes, soy enfermizamente anacrónico; por eso me cuesta muchísimo prescindir absolutamente de la métrica.
ResponderEliminarY muchas gracias por asomarte a este “patio de vecindad”, entrañable gracias a vosotros.
Besos.
Hace no mucho, Sunsi, pasé por la calle San Bartolomé de Madrid, que está a espaldas de la Gran Vía. Allí se encuentra aún la casa de la infancia de mi padre. La de la mía no existe: yo nací en el mundo de Heráclito, conocí las primeras grabadoras magnetofónicas, enormes aparatos con rollos de cintas marrones igualmente enormes, y he llegado al “móvil inteligente” que hace todo menos la cena, de momento. Mi vida es una colección de sustituciones de cosas que no dan lugar a ningún reencuentro con mis sitios. Entenderás por qué me he ido a otro siglo: soy bisnieto de Parménides. ¡No lo puedo evitar!
ResponderEliminarGracias y un saludo.
A veces pienso, Olga, que soy enormemente materialista: no hago más que hablar de objetos y cosas para sentirme vivo. Hoy me salvas tú al hablarme de la “ciudad interior”. Vale, eso me hace recuperar el “misticismo”. Puede que incluso la “razón”. De una u otra forma, Sunsi y tú coincidís: lo más importante se va edificando por dentro. El otro mundo, ése “que está del otro lado de las almas”, es siempre “raro” y “ajeno”. Por eso “duele”.
ResponderEliminarEn el margen inferior izquierdo de la foto (“google maps”, no pienses que me he subido al cielo) hay un edificio gris, cuadrado, con una techumbre octogonal. Es el “Museo de la Ciudad”. Debajo de su memoria urbana estuvo el “sitio” de un niño inactual que años después se nombró a sí mismo caballero. Arriba, cerca del margen superior derecho, hay una manzana de viviendas. En ese lugar sin sitio, aquel niño aprendió a leer y, corriendo el tiempo, dio sus primeras clases como profesor.
...Pero hoy no me quejo del mundo, sino de mi desacierto al elegirlo.
Gracias y un beso
Acabáramos, Antonio. Desaparecieron tus ubicaciones reales, donde se guardaban tus recuerdos. a no puedes tocar sus muros nipasearte por sus pasillos... Pero Heráclito no ha ganado. Heráclito olvidó que puede derrumbarse el mundo, que cada edificio, cada calle, cada ciudad, cada país... puede enloquecer y mezclarse como un puzzle desordenado... menos el alma que hace imaginaria para que nadie le borre los recuerdos. "Vivir es ver volver"
ResponderEliminarLa casita de mi abuela, la mis veranos infantiles con mi abuela... tampoco existe. La derrumbaron. Quieren construir algo parecido a un self-service. Cierro los ojos... hagofuerza con los párpados .. que no me roben ese pedazo de infancia...
Un saludo... un pelín nostálgico esta vez
Perdón. Este ordenador no es nada obediente. Lo toca toda mi tropa y las teclas no responden. Supongo que he escrito: Cuando no ya no puedes tocar sus muros ni pasearte por sus pasillos...
ResponderEliminarOtro saludo... mañana ya es hoy.
No te preocupes, Sunsi, es bastante frecuente que los ordenadores tengan la oscura intención de desordenarnos las intenciones.
ResponderEliminarHaces bien en recordarme a Rosales, a quien no hace mucho también citabas. “Vivir es ver volver”, o volver, simplemente; aunque sólo podamos hacerlo a través del antojo inesperado de un sueño o en la nostalgia rectangular de una fotografía amarillenta.
Gracias y felices sueños.
Vuelvo a estar extenuada, ayer me leí todas las entradas con sus correspondientes comentarios del nuevo blog, desde marzo de 2008 hasta las que ya conozco.
ResponderEliminarSe me ha ocurido mirar tu foto ampliada y he visto que hay una linterna junto a esa media cara tuya...
Qué es lo que buscas en la noche fria
con mirada intensa y ademán adusto?
tengo para mí, que en esta porfia
llevas largo tiempo, buscando un ser justo.
Puede ser que tengas vocacion sincera
como el hombre sabio que en tonel vivia,
mas considerando esta larga espera
en el blog hablando hallas compañía.
Todas tus entradas hablan de verdades
muchas de ellas lloran por algun descuido,
por la vida loca de nuestras ciudades.
Como un arco iris, con muchos matices
en los comentarios vamos reflejando
la luz tan hermosa de aquello que dices.
¡ Hum...cómo estas...!
ResponderEliminarMe vino a la memoria Cavafis:" Donde vuelvo la vista, mire a donde mire,
de mi vida las ruinas negras las veo aquí,
en donde tantos años pasé, arruiné y perdí".
A veces es casi imposible elegir, nos ocurre a "casi" todos.
Un beso alegre.
No me extraña que estés “extenuada”, Montse: yo no habría sido capaz. Leídas por separado y en pequeñas dosis, pueden quedar resultonas. ¡Pero de golpe…! Y luego, un soneto en dodecasílabos, con lo poco frecuente que es. Veo que cada vez te seduce más esto del verso.
ResponderEliminarEn cuanto a la foto, la verdad es que no la hice con intención metafórica alguna: estaba comprobando la sensibilidad lumínica de una cámara delante de un espejo y el resultado fue ese contraste a lo Caravaggio. Y claro, para cumplir un servicio de imaginaria, parecía apropiada una linterna así.
Muchas gracias siempre por tu amabilidad, y un saludo.
Estoy como siempre es normal en mí, Veridiana: barroco trasnochado. Creo que más cerca de Quevedo (en la intención, se entiende) que de Kavafis. Próximo a aquello de "Miré los muros de la patria mía..."
ResponderEliminarGracias por tu visita, y un beso de los en mí "normales".