Todo el mundo conoce esta historia. En El banquete, Platón la puso en boca de Aristófanes. Cuenta aquello de unos seres humanos primitivos cuya unidad contenía dos posibles, que Zeus se encargó de convertir en dualidad para castigar ese acostumbrado y loco empeño de los hombres de escalar el cielo.
Qué mala idea la de este Zeus, qué mala idea. Hendir así la dicha primitiva, el paraíso perdido de la unidad perfecta. Qué crueldad arrojar las partes separadas a la corteza del mundo. Y esa tarea luego de buscarse, de perseguir la ausencia propia sin la cabal garantía de un atinado encuentro. Qué retorcido este Zeus, y qué avariento: castigar la voluntad de alzarse el hombre rompiéndolo en dos mitades y provocar con ello un aumento en los “tipos de interés” de su humana servidumbre. Que no me lo invento yo, que lo dice él mismo con impúdico descaro: Los separaré en dos; así se harán débiles y tendremos otra ventaja, que será la de aumentar el número de los que nos sirvan…
Pero le salió mal la jugada, no supo calcular el beneficio que obtuvimos con su maleficio. Porque del castigo, del sufrimiento mismo del castigo, nos vino la tarea de buscarnos, nos nació esa bella inquietud que es el amor, explosivo, alegre, sísmico, arrebatador, eufórico; melancólico a veces, triste incluso; incluso, doloroso… Pero grandioso siempre.
He aquí una divina condena que llenó de sentido la vida de los hombres. Un mal que se tradujo en un bien indefinible. Una prueba evidente del porqué del optimismo metafísico.
Uf, cómo confundes, pero te veo tan bien como el día del puente y los lados. Me alegré entonces y me alegro ahora, querido Antonio (no sé si volver a pedir permiso). Aunque luego saldrás con no sé qué de los Tercios de Flandes. En fin, no te enfades con los que intentan mantener el corazón en calma, que no buscan su otra mitad sino la suya suya, que ya toca y también es bonita de encontrar.
ResponderEliminarUn saludo.
A pesar de lo que parezca, lo cierto es que el único enfado al que soy enteramente leal es al que tengo conmigo mismo. Y, desde luego, nunca diré ni haré nada contra quien quiera mantener el corazón en calma. Menos aún, enfadarme. Te aseguro que esto es un postulado de la geometría de mi vida. Y si me quiero ir a Flandes, es por personal rareza, como te dije, aunque, de momento, un viaje de cuatrocientos años no parece viable.
ResponderEliminarGracias, querida Betty B., y si yo no pido permiso, es evidente que tampoco hay que pedírmelo. Por si acaso me explico mal: tienes un bono sin caducidad para su uso.
Un saludo.