No es magnanimidad. Ni camuflado egotismo. Ni modestia. Es resignación. Quienes no tenemos grandes hazañas o soberbios paisajes en las maletas del alma nos aferramos a lo breve, a lo sutil, a lo cotidiano, a lo que está al alcance de todos. Y literaturizamos el sentido de un mirlo que no nos hace ni caso; el valor de una mirada que se nos cruza en un azaroso instante; la trascendencia de un campo de amapolas que sorprende nuestra común vulgaridad; el mérito de una sonrisa amable, supuestamente dedicada a un gesto nuestro; la importancia de una palabra intrascendente, que rescatamos con el corazón de su astenia semántica…
Claro que, entonces, cuando lo contamos, sentimos que un mirlo indiferente, una mirada imprevista, un repentino campo de amapolas, una sonrisa medio inventada, una palabra completada por nosotros… son cuna de real grandeza. Ni magnanimidad, ni modestia, ni resignación: vida inmensa hecha con los mimbres de la verdad.
Así que, como silogismo, esto es un desastre porque concluye lo contrario de su premisa originaria. Aunque, si hay que invalidar la razón para llegar a la verdad, ¡bendita torpeza del razonamiento!
Está claro, amigo Antonio: ¿qué sería la vida si le quitamos la grandeza de las cosas pequeñas? Quizás sean esas las más abarcables, las más cercanas, las más reconfortantes, porque están hechas de nuestra misma materia.
ResponderEliminarPor cierto, hoy hay nuevo soneto en mi blog.
Más bien al revés, amigo Octavio, somos nosotros quienes estamos hechos de ellas; por eso somos "verdad".
ResponderEliminarGracias por tu visita y un saludo.
Vida y Literatura son Luz y Verdad. El mundo y su relato sólo pueden buscar el sentido último.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios en mi blog. Me halagan muchísimo. Y gracias por obviar la errata que ya he subsanado y juntaba los dos últimos versos de poema.
Hernán
Ejercicios de verano del Profesor Azuaga:
ResponderEliminarConstruya un silogismo con el texto propuesto y encuentre la conclusión correcta.
Vamoallá:
PREMISA 1: Los que no tienen una apasionante vida llena de aventuras, se resignan a vivir cosas pequeñas (Esto es:universal afirmativa, los que no esto, lo otro= "A")
PREMISA 2: Algunos de los que se resignan a vivir en las pequeñas cosas, encuentran en ellas la verdadera grandeza (Esto es: particular afirmativa, bastante particular y bien afirmativa: "I").
CONCLUSION:
Esto ya es más difícil, porque a bote pronto como que se me ocurren dos, o incluso tres y hasta cuatro, lo cual me desconcierta un poco. Veamos:
1)De donde: La verdadera grandeza no reside en las fazañas sino en las pequeñas cosas (ésta no estoy muy segura de que valga, pero sería una figura "AIA", luego absurda, de tipo más bien epicúreo-escondida senda).
2)O de donde: En todas partes cuecen habas de verdadera grandeza ("AIA" lo mismo que la anterior,luego también absurda, pero algo más estóica-ataráxica-cualquier cosa viene bien).
3)O de donde (y ésta sí que creo que vale): Algunos siempre encuentran la verdadera grandeza (aquí tendríamos una "AII", darii o datisi, vaya usted a saber, del tipo "Antonio, tú vales mucho".
En fin, que sí, que la entrada de hoy me ha encantado y estoy contigo, que para algunas cosas la razón es algo torpe (y que lo diga yo es natural, de hecho me tacharías el ejercicio a pesar de los sudores, pero que lo digas tú realmente impresiona). Sin embargo, tanto como invalidarla, no sé, a ver como se lo cuentas a tus alumnos... Yo creo que quizá con ponerla en su sitio, que no es poco, ya sería suficiente. Aunque sólo sea para poder hacer cuentas y llegar a fin de mes.
¡Ja, ja, ja…! Espléndido trabajo de formalización silogística, Pasabaxaquí, el que dedicas a esta entrada a la que, en realidad, merece sustituir, aunque fuerces tan cariñosamente la conclusión para darle grandeza a esa verdad de mi razón deficiente. Por desgracia, no es un Darii; me haces dos trampas para llegar a ese generoso “tú vales mucho”: el término medio (los “resignados”) no lo tomas en toda su extensión semántica en ninguna de las dos premisas y camuflas, para despistarme, como Darii lo que en realidad es un silogismo de la cuarta figura.
ResponderEliminarRespecto a lo que cuente a mis alumnos, no hay que preocuparse: están convencidos de que soy extraterrestre y todo lo que digo les parece “normal”.
Bromas aparte, te agradezco muchísimo el comentario y el tiempo que me has dedicado.
Un saludo.
Has cerrado el artículo con un dodecasílabo... ¿Mena subyacente de nuevo, o mera casualidad?
ResponderEliminarRecibe mi abrazo, compañero [Antonio.
Siempre es un placer visitar tu [blog.
jejejjee ;)
¡Hola, Antonio! Hoy soy la última y no la primera (pero los últimos volverán a ser los primeros:-). Hoy me parece todo bien. Recuerdo el mirlo, y la mirada y el campo de amapolas como si los hubiera leído en alguna parte. No sé si es razonable o no, en los momentos más sensatos da un poco de miedo pensarlo, pero nada me da más miedo que no poder sacarle brillo a lo cotidiano. Los mimbres de la verdad suelen ser bastante humildes.
ResponderEliminarUn beso.
Pues no, Hernán, no entendí que hubiera errata alguna; es más, lo interpreté como una licencia rítmica que servía para reposar el último verso; algo así como la suavidad final de las olas alargándose sobre una playa. Y me gustaba el efecto sentencioso que producía.
ResponderEliminarUn saludo.
Qué perspicacia la tuya, amigo Fran. Para nada había reparado en esa "cuenta". Con todo, me haces sospechar inquietudes del insconciente porque me estoy acercando a la centena, que es como el primer ahogo de las "trescientas".
ResponderEliminar¿Se estará cocinando otra "espantá"?
Veremos.
Un abrazo.
Que no, Betty B., que tus siempre cariñosas visitas nunca serán deudoras de los ordinales. En todo caso, soy yo el deudor de ellas siempre.
ResponderEliminarMuchas gracias por ésta también, y un beso.