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Por qué me pongo tan pesado con Platón...

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Roncar es una descortesía. Estoy convencido de que roncar ocurre porque el alma se va de uno y deja ahí la materia embrutecida y rezongante trastornando el silencio de la noche.

La materia siempre anda a bandazos con la tranquilidad propia y ajena. Por ejemplo las mutaciones; ese azar tan imprescindible para que haya evolución, según parece. La mutación es un signo de lo tonta que es la materia. De repente le da por ahí y se hace otra. Sin ton ni son, sin por qué sí ni por qué no. El medio, sin embargo, parece la sensatez, el orden, el equilibrio. Es como un tribunal de oposiciones que selecciona los mutantes idóneos. Pero no nos engañemos, el medio es igualmente necio: a fin de cuentas, se ha constituido a fuerza de previas e inexplicables trasformaciones paralelas. Es decir, el medio es la colección de los mutantes antañones. En el centro de este cacao de la sinrazón, aparece la razón, que pretende lo contrario: leyes, reglas, armonías, carantoñas de equilibrio, ecuaciones vertebradoras… Esa razón es el hombre; mejor dicho, lo era; y le gustó tanto serlo que en el siglo XVIII se divinizó a sí mismo. Lo malo de subir muy alto es que el batacazo posterior es terrible. Esta razón divinizada tardó unos trescientos años en caer. El morrón fue “de efectos especiales”.

La conclusión de todo esto resulta lamentable: el orden aparece como producto de la oligofrenia de la materia. Ese orden se contenta al principio –y vanagloria después– con su estatus: “Tranquilos, muchachos, todo está controlado”. Más adelante sufre una depresión endógena e irreversible al descubrir que no puede ser Dios ni por asomo. Y, a partir de ahí, ¡la debacle! Ya no sabe si es o no es, si tiene o no sentido, si lo bueno es bueno por su cualidad incuestionable o por la cantidad de aplausos que lo encumbran. Poco a poco, empieza a reproducir las pautas de mutaciones precedentes, animales quiero decir. Y lo justo pierde el vigor de la justicia; y lo bello, de la belleza; y lo adecuado, de su idoneidad; y lo imprescindible, de su necesidad… ¡Y la verdad se olvida de ser ella misma! Entonces la ley selvática, el dominio del más fuerte (fuerza es concepto polivalente, no siempre necesariamente físico) campa por sus respetos: la razón regresa a la sinrazón que fuera antaño, preocupada y arrepentida de haberse rebelado (¿por qué estaré pensando en Anaximandro ahora mismo?). Y todo esto porque la materia no sabe adónde va ni de qué viene, porque lo suyo es jugar a los dados en el garito del tiempo (cosa que Dios no hace, según Einstein) y apostar al despropósito para ganar… un delirio.

Roncar es una descortesía corporal mientras el alma se va adonde le corresponde, que son los sueños. Me importa un bledo que esto cuadre o no con la ortodoxia consensuada. Si me apunto a la materia, el resultado es la ordinariez; si a lo otro (esto es un eufemismo para evitar descalificaciones precipitadas), la consecuencia es la elegancia de un sueño. Yo por lo menos siempre elegiré las fábulas hermosas: la vulgaridad es aburridísima.

¡Me apunto a lo otro!
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Comentarios

  1. Antonio, me ha gustado este escrito, que yo entiendo como un alegato contra el materialismo y el relativismo. Siempre he pensado que el relativismo, como no acepta la existencia de ninguna ética universal, basada en principios inherentes a la naturaleza humana y que pueda colegirse mediante la razón, abre la puerta a todas las tiranías y violaciones de derechos humanos imaginables. Por otro lado, parece mentira que, después de tantos siglos de filosofía, después de tantos esfuerzos de la razón para entender el universo, hayamos llegado a la conclusión de que éste carece de sentido y lo único que lo rige son los desvaríos de la materia. Personalmente, dudo mucho que la materia pueda crear, por sí sola, un universo tan complejo como el nuestro. Quizás algo esté fallando en el punto de vista mayoritario y deberíamos corregirlo, pues la razón –digo yo– deberá tener alguna finalidad; no puede ser un mero capricho de la naturaleza, carente de sentido.

    Celebro que te pongas pesado con Platón. Un abrazo.

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  2. Estamos eternamente luchando contra el desorden al que tiende la materia. Los ronquidos son una derrota inapelable.

    Me gusta mucho la entrada, enhorabuena.

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  3. Yo celebro que te haya gustado, Ramiro; y efectivamente es un alegato contra todo eso que dices porque la razón, la humana razón, siempre ha pretendido hallar regularidades y sentidos en el mundo y corregir los dislates que encontraba. El problema se le planteó cuando su excesivo celo la llevó a corregirse a sí misma, y es que corregir regularidades es hacer que dejen de serlo, es decir, convertirlas en irregularidades. Esto le sucedió ya en la adolescencia, como una crisis de crecimiento, en la Atenas de los Sofistas; pero entonces aparecieron Platón y Aristóteles para llenarla del vigor de la juventud. Y ahora, en su vejez ruinosa, le está pasando lo mismo. Probablemente se está cerrando un ciclo y acabemos empezando de nuevo. O, siendo más pesimista, acabemos acabando del todo.

    Gracias y un saludo.

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  4. Precisamente, Capitán: contra la “entropía”, que es la inelegante venganza de la materia contra el sueño del orden. Y encima, parecemos dispuestos a claudicar sin ofrecer resistencia, arropaditos en lecho y… ¡roncando!

    Muchas gracias y un abrazo.

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  5. Estupenda variación platónica. Platón no desdeñaría tampoco disertar sobre los ronquidos (tal vez lo hizo).

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  6. A veces me sorprenden tus variaciones platónicas (siempre lo son, querido Antonio;-) por lo sencillamente que, entre un párrafo largo, puedes dejar caer una respuesta a algo que yo misma me pregunto. Tal vez cuando la verdad se olvida de ser ella misma y lo bello pierde el vigor de la belleza, sólo queda por sentir una depresión endógena e ireversible. La materia es tonta; ella ronca y el alma sueña, o llora.
    Un beso.

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  7. Gracias, Joaquín, y bienvenido.

    Hubiera o no disertado, lo cierto es que a Platón le desvelaron muchos ronquidos de sus contemporáneos. Claro que lo de Sócrates fue peor.

    Un saludo.

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  8. No intento demonizar la materia, Olga;no es perversa; sólo, tonta. La cuestión es de simple justicia distributiva. Se trata de dar al César lo que le corresponde, ni una moneda más. Tú me entiendes. El sueño, el llanto, la vida, son nuestro asunto; la materia, su pretexto coyuntural. No deberíamos permitirle que nos gane terreno. Ronque pues el cuerpo y sueñe el hombre; y el hombre viva y se rebele y alegre por ser tilde brillante sobre la vocal oronda y, sin su vuelo, átona.

    Gracias siempre. Y un beso.

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  9. El desorden, la entropia, en mi opinión, no es solo material pues dado que la ética por ejemplo, no se puede generalizar para todo el universo, pasa a ser algo tan personal e intransferible, que no hay quien pueda ordenarla.

    Es como una serpiente que se muerde la cola, y vamos ya desde Platon hasta hoy, dando vueltas sobre lo mismo, claro que en algo tenemos que entretenernos mientras
    "...llega la muerte, tan callando".

    Gracias Antonio por recordar esta figura inmensa, que sentó las bases de un razonamiento tan sutil
    que no han sido superadas, de un discurso magistral que tu mantienes vivo, con ronquidos o sin ellos.

    Un abrazo

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  10. Decía Ortega y Gasset: ¿ Por qué no contentarnos con lo que hallamos en el mundo,con lo que ya es y está ahí patente ante nosotros?.En todo ser dado,en todo dato del mundo encontramos su esencial linea de fractura, su carácter de parte y solo parte -vemos la herida de su mutilación antológica, nos grita su dolor de amputado, su nostalgia de trozo que falta para su completo, su divino descontento.
    Es el echar de menos lo que no somos, el reconocernos incompletos y mancos.

    ¿ Qué hacer cuando tu vecino ronca,demandarlo a la comunidad ?
    Y me dices ,que su alma se va tan contenta de ronda nocturna...y ahí me quedo yo, alma y materia.
    Es difícil "ignorar" que tienes un vecino que ronca.

    Un beso transparente.

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  11. De la "extraña pareja" yo siempre he solido decantarme por Aristóteles en las conversacones de bar. Y no sé por qué, es como ser del Madrid o del Barça. Me apena a menudo que mi elección vaya por el menos literato de ambos (por ser generoso) y por el más "cabezacuadrada". Bueno, igual los ronquidos son la manifestación material de lo bien que nos lo podemos pasar por esa rueca de mundos que es el sueño. Serían como una metáfora de nuestars alas. Tienen su lado entrañable y "humano, demasiado humano". Tu texto le hubiera encantado al mismo Platón, y aquí estamos todos, dialogando sobre los ronquidos, nuestros o ajenos. Aristóteles hubiera escrito todo un tratado y a callar todo el mundo. Afortunadamente, no lo hizo.

    He disfrutado tu texto.

    Un abrazo.

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  12. Rafael Herrera Montero24 de octubre de 2009, 20:41

    Ay Platón, amigo mío,
    ese mundo que deseas
    regido por las ideas,
    ¿no se te antoja vacío,
    como en las Panateneas
    cuando, acabado el paseo,
    queda desierta la vía
    y cesa la algarabía?
    (Y habrán de llamarme ateo
    y acusarme de asebía).

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  13. Creo que el mundo tiende al caos y al desorden y que es el ser humano quien trata de organizarlo, como si fuera un dios. También creo que el hombre ordena porque es un completo desorden cuando no piensa (o conoce). El hombre que no ordena comprende que cualquier desorden es una forma de orden y observa que esa es la naturaleza de la naturaleza.

    Siempre hemos tendido a divinizarnos. Me parece que es inherente a nosotros. Cuando pensamos que sabemos algo nos convencemos de que lo sabemos todo.

    Creo que el ser humano es tonto. La materia cambia pero no busca su cambio. El hombre sí lo hace y casi siempre demuestra que es realmente idiota.

    Un saludo

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  14. Antonio... Casi debería pedirte perdón por la cantidad de veces que he tenido que leer tu entrada.
    Estoy espesa... por lo visto.
    Y esta vez tampoco es que lo pongas fácil. Mejor. Siempre es un reto poder contestarte con un poco de enjundia.

    Igual no viene al caso. Pero he estado unos días de paréntesis... La vorágine de la constante mutación... No concibo la vida sin parar cuando es necesario, sin retomar nuestra esencia que se empequeñece con el cambio constante que nos envuelve como un bucle.

    A veces hay que ir al electricista para hacer con nosotros una toma de tierra. Curioso. Pero es que si no, el alumbrado se estropea. Apagón general y no vemos nada. Vamos a tientas. Demasiado corta la vida para caminar en la oscuridad.

    No eres pesado con Platón. Todo lo que no vemos no significa que haya desaparecido. Nos faltan chorros de luz. Palpar... a tientas... no es suficiente. Si no vemos, no amamamos ...porque no comprendemos. Si no amamos... ¿dónde está la felicidad?

    Gracias siempre por tus entradas.
    Un saludo cordial.

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  15. Ay Antonio cómo me ha gustado y que pena que no lo hayas escrito -y yo leído- antes de ese Camino de Santiago donde en los albergues roncan en 8 idiomas diferentes y todos al mismo tiempo, casi acompasados. Mira, me hubiera llevado tu texto y a lo mejor me hubiera servido de algo, "alma, que se os ido el alma a todos, que sois materia todos embrutecidos". Huy, lo que hubiera pasado...

    Bueno, ya fuera de esta tontería que acabo de decir, a ver si soñamos hoy una hora más, eso le deseo, buenos sueños.

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  16. En primer lugar, Montse, que me alegra reencontrarte por aquí. En segundo, que estoy de acuerdo en que la “entropía” es mucho más que el segundo principio de la Termodinámica: es la puñetera obsesión del orden por desmoronarse más tarde o más temprano. En tercero, que el ser humano fue el ensayo de una rebeldía que, personalmente, veo cada vez más entregada. Y en cuarto, que Jorge Manrique pensó la muerte como aquí se habla del ronquido. Mucho mejor él, por supuesto.

    Muchas gracias y un saludo

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  17. Esa “amputación ontológica” de que habla Ortega, Veridiana, para él es precisamente la razón de ser del “problema teórico”; es decir, de la filosofía. Frente al “problema práctico”, que “consiste en hacer que sea lo que no es” (él pone el ejemplo de una piedra que obstaculiza un camino cuando lo que pretendemos es que el camino sea un camino sin piedra), la filosofía mira (o miraba) al mundo sin conformarse con lo que ve porque le parece “insuficiente”, cojitranco y “amputado”. A la filosofía, creo que al ser humano, no le basta con lo que ve, huele o toca porque eso solo es poca cosa: lo saben todos los animales. Así que la filosofía entiende (o entendía) que en todo eso falta algo (de ahí la “amputación”); porque si no falta nada, si todo lo que hay que entender del mundo estaba ya en las antenas de un insecto, el hombre, la inquietud del hombre, es una sandez innecesaria. Vamos, que para este viaje no se necesitaban tales alforjas.

    Por lo demás, si el vecino ronca, a quien hay que demandar es al “Demiurgo”, que, también según Platón, es el que organizó este cotarro del mundo. ¡Podía haberse esmerado un poco más!, por mucho que él diga que de lo que aquí no funciona tiene la culpa la imperfección de la materia.

    Un beso de colores (para que veas que soy tolerante con la materia y sus distorsiones).

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  18. En el fondo, Juan Manuel, la “extraña pareja” camina por senderos bastante parecidos. El discípulo, que era hombre de pie en tierra, no pudo escapar a la seducción de las “formas”; simplemente, se las trajo al mundo. Pero entre la materia última aristotélica y la materia platónica, las diferencias, si existen, son mínimas. La “potencialidad” de aquélla añade poco a la amorfia de ésta: las dos son igualmente desastrosas sin algo que las “organice”. En lo que tienes toda la razón es en que si Aristóteles hubiera escrito ese tratado sobre el ronquido, me habría hecho polvo. Porque después de Aristóteles, sólo se puede callar; si uno quiere ser decente.

    Aunque yo sea del Madrid… quiero decir, de Platón.

    Un abrazo

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  19. Debo respuesta a vuestra deferencia con esta entrada, Rafael, Rumbo fijo, Sunsi y Aurora. Mañana por la tarde (hoy en el fondo) saldaré la deuda. Es que me escuecen los ojos y veo chiribitas. ¡La hora de más se me ha ido en muchísimo menos!

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  20. Lo que me inquieta aquí, Rafael, pienso que también a Platón, no es tanto una cuestión teológica como, a lo mejor retrógradamente, un problema ontológico. La sabiduría de los tiempos que corren se contenta con una explicación que a mí no me satisface. El “paseo” de las Panateneas, no era un “material” amontonamiento de bípedos implumes vagando sin ton ni son, sino un organizado desfile de jerarquías sociales y racionales. Después, sin duda, la vía quedaría desierta y melancólica, pero sin el “orden” previo no podría “quedar” de ninguna forma, por la sencilla razón de que nunca habría sido “procesión” de nada, sino mero barullo humano.

    A eso me refiero. Para que haya mundo hay que someter la materia a alguna ordenación porque ella misma tiende a lo contrario. Y materia aquí no es sólo el cuerpo, es el arte, son las costumbres, es la ética, es el hombre.

    No hay peligro pues de acusación alguna, amigo mío. Y mucho menos a ti, vecino de lujo de esa tierra que vio nacer el “logos” de que hablamos.

    Un abrazo.

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  21. De acuerdo con muchas cosas que dices, Rumbo fijo, y pequeños desacuerdos con algunas pocas. Por ejemplo, con que “la naturaleza de la naturaleza” sea “una forma de orden” que es lo que es “cualquier desorden”. La naturaleza –no la que forma el conjunto de seres vivos, sino la otra, la que pone el escenario de su posibilidad– está llena de constantes numéricas, valores que no podrían alterarse so pena de acabar precipitadamente “el gran teatro del mundo” –tales son las Matemáticas, pórtico de las platónicas “ideas”–. Estos valores fijan leyes rigidísimas para establecer un cosmos, un orden. Pero, efectivamente, la naturaleza no puede saberse a sí misma, es el hombre quien debería saberla e interpretarla. Renunciar a lo uno, lo otro o las dos cosas es lo que hace al hombre tonto; o, mejor dicho, un animal que queda fuera del drama porque no tiene ningún papel en el mismo.

    Yo veo peligrosas inclinaciones a dejarse arrastrar por esta especie de enajenación ontológica donde todo vale porque nada es consistente. Por eso me agarro a Platón como a un clavo ardiendo, porque está cargado de sentido y sabe diferenciar a la perfección lo que es ciencia (verdadera sabiduría) de lo que es opinión (conocimiento sin fundamento que a veces funciona y a veces no).

    Muchas gracias por tu visita y tu palabra. Un saludo.

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  22. Desde luego, Sunsi, la “toma de tierra” es indispensable. Eso, al menos, debió pensar Aristóteles de su maestro, que tanta y tan lejana luz acabaría dejando el mundo a oscuras. Así que se puso manos a la obra y colocó las bombillitas de cada idea en la cosa correspondiente. A esto llamó “sustancia”. Y todo arreglado: el mundo ya tenía la explicación en sí mismo y no “en otra parte”. Pero para la intención de la entrada es igual. Yo no veo tan irreconciliables al estagirita y al ateniense: si aquél fue un brillante electricista, éste fue quien llenó la presa de luz posible.

    ¡Para que luego se diga que la Filosofía no tiene nada que ver con la Formación Profesional!

    Gracias, Sunsi, y un saludo.

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  23. Pues también lo siento yo, Aurora, porque te imagino insomne, con el pelo revuelto, mirando desesperada un entorno de durmientes bestezuelas racionales y murmurando con los dientes apretados eso de “alma, que se os ha ido el alma a todos, que sois materia todos embrutecidos…” Me parto de risa, ¡qué humor tienes!

    Gracias y un beso.

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  24. Rafael Herrera Montero25 de octubre de 2009, 19:42

    Precisamente, Antonio, ese orden y jerarquía son los que impiden que el amontonamiento que somos pueda llegar a ser algo no previsto, y por tanto terminado, y por eso sin pulsión, sin vida... Decir esto, claro, es un ataque a las Panateneas, que suele llevar el cargo de impiedad, que en realidad disfraza la acusación de atacar al orden.
    A ese es a quien de verdad ataco, y no a Platón; al platonismo que justifica órdenes, regímenes y jerarquías.
    Y me adelanto: no llevo las cosas a otro terreno, el orden ontológico lo es político también.
    Teología y ontología (y filología, etc.), no dejan de ser política (i.e. asunto del ciudadano).
    Un abrazo desde esta tierra del logos (el de Haráclito) y los presocráticos.

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  25. Los peores ronquidos, amigo Antonio, son aquellos que surgen después del amor... Ahí sí que la descortesía es extrema. Porque, además, es cuando más necesitamos el alma cerquita.
    Perdona esta descortesía de llevarme tu reflexión a mi terreno. Coincido contigo en que la vulgaridad es aburridísima. El sueño y la fábula: he ahí la verdadera belleza.
    Un abrazo.

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  26. Esto de decir que la materia es vulgar resulta hoy una auténtica provocación. ¡Me gusta!

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  27. Olé la intrpretación metafórica, Antonio. Los que siempre se han expuesto como eternos rivales resulta que son un par de electicistas que se complementan a la perfección.

    Si te soy sincera, yo no sabría cómo argumentar determinados temas sin echar mano de Arisstóteles. El principio de no contradicción, el movimiento como cambio... Aristóteles es mi aliado para intentar explicar el absurdo del relativismo. También por qué hay vida desde el momento de la concepción...por mencionar un tema que está en la palestra. O por qué opinión, certeza y verdad son conceptos que pertenecen a planos distintos. Igual es que mi cabeza es como un cubo ... y me resulta más lógica la teoría del conocimiento del filósofo realista.

    No obstante, la belleza que le aporta Platón a tus escritos... impensable con el "cabezacuadrada", como ha dicho Juan Manuel...y me ha hecho gracia. Porque es verdad.

    No dejes de ponerte pesado con lo que sea... si el tiempo te lo permite y tienes ganas, claro. Lo paso tan bien con estas entradas...

    Muchas gracias, Antonio.

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  28. Mi admirado, presocrático y heraclitiano amigo Rafael,

    Por alguna parte de aquí he hablado de las “constantes físicas”. Como es sabido, una insignificante modificación de la Constante de Gravitación Universal, por ejemplo, habría hecho imposibles las estrellas, las galaxias, los planetas, las atmósferas, la vida, la bipedestación…, la racionalidad consiguiente. Los biólogos también tienen sus constantes. El “medio”, por ejemplo, que es el encargado de decir esto vale y esto no. El “orden” a que me refiero se encuadra en coordenadas semejantes; no se trata de una mecanización del ser ni de una ontología paralítica y totalitaria: es un “orden” que tiene sus constantes, sus cuatro axiomas irrenunciables sin los que sería imposible llegar a nada, previsto o no previsto. Yo creo que a Platón le pasaba algo parecido porque lo que nunca pudo entender es que Sócrates, “el hombre más justo de su época”, como declara en la famosa Carta VII, acabase sus días acusado de asebía y corrupción bebiendo la cicuta. No podía ser que el bien pudiera pasar tan desapercibido al hombre, tenía que tener una entidad incuestionable, una objetividad indiscutible capaz de impedir tamañas injusticias. Tenía que ser una “constante”, y la justicia también.

    Ya sé que no estoy diciendo nada nuevo, sólo insisto en ello para limpiar a Platón de las iras de Nietzsche (que, curiosamente y como sabes, es otro de mis favoritos por diferentes razones). Puede que Platón se excediera en la búsqueda de esas “constantes”, pero nadie puede negar que es uno de los pocos filósofos que tuvo el arrojo de criticar su propia teoría (en el “Parménides”, como sabes, aunque muy lejos, sin duda, de las lágrimas de Heráclito).

    Yo, desde luego, necesito saber que el norte está donde está el Norte, que es una “constante” que no me van a cambiar. Porque si no, si el Norte es hoy Islandia y mañana Madagascar, nunca saldré del bosque en que, como todos los hombres, ando tan perdido.

    Un abrazo caído de quien hace mucho perdió sus alas.

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  29. De “perdón” nada, amigo Octavio: ilustras esta entrada de modo inapelable. Lo peor es que la renuncia a mantener el alma “cerquita” nos suele aquejar a los varones. Porque la mujer después de amar sigue amando; pero el hombre, después de amar, se amodorra, se amontona en sí mismo, se duerme… Y al poquito, ronca. Los amantes en condiciones suelen morirse para evitar la consecuente decepción de la amada. La literatura está llena de ejemplos que avalan esta teoría: Leandro, Calisto, Romeo…

    Así que, ¡ojito con las pasiones desenfrenadas!: Platón y el amor, por culpa de “El banquete” y de Petrarca, son una combinación peligrosísima.

    Un fuerte abrazo.

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  30. Gracias, Jesús, por tu “solidaridad”. El caso es que hay gente que no entiende la incompatibilidad de estar leyendo aquello de “serán ceniza, más tendrá sentido…” mientras se comen un bocadillo de mortadela.

    O tempora, o mores!

    Un abrazo.

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  31. ¡Cómo que “te resulta más lógica la teoría del conocimiento…” de Aristóteles, Sunsi!... Y me lo dices así, sin la menor preocupación de que me de un tabardillo, o un infarto, que es dolencia de mayor reconocimiento en estos días.

    ¿Cómo era aquello de Salinas…? Ah, sí, ya me acuerdo:

    “Perdóname por ir así buscándote
    tan torpemente, dentro
    de ti.
    Perdóname el dolor, alguna vez.
    Es que quiero sacar
    de ti tu mejor tú…”

    Esto es “reminiscencia” en estado puro: sacar el “mejor tú”; conocimiento “de verdad”. Lo de Aristóteles no es más que un complicado “sistema operativo” para justificar por qué ha tenido que mezclar los dos “mundos” de su maestro y, a pesar de ello, hacer posible que sepamos cosas...

    Todo esto es una broma para darte las gracias.

    Un saludo reminiscente.

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  32. Rafael Herrera Montero25 de octubre de 2009, 23:48

    No es lo mío la física, Antonio, y para contestar debidamente necesitaría un tiempo que no sé si tendré mañana (lunes con todas las de la ley, si no falla este orden implacable de la semana). Pero una "insignificante modificación" de la caída de los átomos (no sé si Demócrito se atrevería a llamarmlo graitación universal) es lo que hizo, dice, nuestro mundo mundo.
    A riesgo de que el norte no sea norte, prefiero dejarme en manos del azar.
    Lo dicho, si el señor lunes y su policía laboral no me lo impiden, a lo mejor me sale otra décima socrática.
    Καληνύχτα

    ResponderEliminar
  33. No, no. Sólo imaginar la posbilidad remota de que te dé un tabardillo... me da a mí un jamacuco. No, por Dios...¿Cargar con semejante sentimiento de culpa? No. Eso no.
    Que se me encarcelaría el cuerpo en el alma y ya me veo en la cueva con las manos atadas viendo sombras sospechoas... y completamente des-substanciada, recitando todo el día
    "Vivo sin vivir en mí,
    y tan alta vida espero,
    que muero porque no muero..."(Sta. Teresa)

    Rezo por tu salud, Antonio.
    No sé yo si bromear con Platón empeorará el asunto...pero es que me he reído mucho con tu comentario.

    Un saludo..."cordial"

    ResponderEliminar
  34. Yo tampoco sé mucho de física, Rafael. Y tú, a pesar de lo que dices, atinas a la perfección con la referencia a Demócrito. La visión de los atomistas sobre la formación del mundo es enormemente cercana a la de los astrofísicos de nuestros días: un pequeñísimo e inexplicable azar tuvo la culpa. No sé si por lo poquito que en realidad sé, no sólo de física, sino de todo lo demás, es por lo que tengo la convicción de que en la Grecia aquella se pensó todo y que lo único que hemos hecho después ha sido matizarlo (de aquí mi preocupación por lo que acabó sucediendo después de Pericles y la vigencia, siempre, de Platón). ¡A lo mejor es por eso por lo que Demócrito ríe! Aunque en sentido distinto al de la tesis que defendiera Burnet, a mí me parece bastante lícito hablar de “milagro griego”.

    Un abrazo pasada la noche... Y también su posterior día.

    ResponderEliminar
  35. Ese “cordial”, así entrecomillado, me libera de la preocupación cardial que he sufrido: entiendo que en lo que dijiste no había ninguna declaración de principios con sofisticada intención terrorista.

    Me quedo más tranquilo, Sunsi.

    Saludos… de corazón.

    ResponderEliminar
  36. Rafael Herrera Montero26 de octubre de 2009, 22:39

    Y II

    Y me llamarán impío
    si te pido que no veas
    tempestades y mareas
    cuando contemplas el río,
    ni medites las leteas
    corrientes que tu deseo
    llevarán el blanco día.
    Tú figuras la armonía:
    ¿no es suficiente recreo
    escuchar el agua fría?

    ResponderEliminar
  37. Amigo Rafael...

    …Para la parte de mí
    carcelaria es suficiente
    ser agua, río corriente,
    mar después de tanto aquí
    y tanto allá indiferente.
    No así para el prisionero,
    para la parte robada
    de una verdad deseada
    que es luz, pero no es lucero.
    ¡Para eso no vale nada!


    Gracias una vez más por tu tiempo.

    ResponderEliminar
  38. Las mayores certezas siempre se aparecen en sueños, en ese sueño creador, en ese tiempo entre imaginario, sensible y sin espacio... ahí, la certeza. Esa que mejor nos habla de verdades y miedos, de cobardías y enterezas... el sueño... (lástima de ronquidos)...

    Un abrazo.

    ResponderEliminar

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. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada