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Dice Aristóteles que puede uno conducirse mal de mil maneras diferentes; porque el mal pertenece a lo infinito; de lo cual concluye que es más fácil hacer el mal que lo contrario. Es cosa que hoy todos sabemos aunque fácilmente olvidamos. Sobre todo por su correlato inevitable: lo más difícil exige mucho más esfuerzo. Y el bien, que según el mismo pertenece a lo finito, es alcanzable de una manera única, lo que convierte su empresa en algo bastante peliagudo.
Los tiempos modernos –los de Chaplin incluidos– padecen la enfermedad congénita de la facilidad; de la dificultad sólo nos ha quedado su exhibición lúdica, deportiva y, cómo no, millonaria. Lo plausible se ha reducido a lo accesorio, mientras que la pretensión de lo fundamental se ha convertido en mojigatería de gente sospechosamente tendenciosa. Para este fin se ha divinizado el depende; un depende que se justifica con inexplicables respaldos culturales, con masivos aplausos a la pluralidad y con progresistas proclamas de su bonanza. Aristóteles se quedaría un tanto perplejo porque para él, y no sólo para él, lo plural no es el bien, sino su contrario: el bien es singular y único, le pasa lo que a la verdad, que también es objeto hoy de semejante asedio por las hordas innúmeras de lo opinable. Cuando lo bueno y lo verdadero se hacen súbditos de cualquier particular, local, circunstancial o mediática opinión, la bondad y la verdad se manifiestan en vítor descerebrado. A esto llamo yo decadencia, cultura descreída, pobreza de convicción o arrepentimiento de la historia propia.
Estoy seguro de que Aristóteles y yo estamos de acuerdo en esto; y de que Platón sonríe acordándose de los sofistas. Claro que también Machado, Antonio en este caso, dice de la verdad verdades semejantes:
La verdad es lo que es,
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.
Yo lo prescribiría como oración nocturna para entrenar en gallardía las flojas voluntades de la decadencia. Porque:
Al bien, como a la verdad,
le viene a pasar lo mismo:
es bien a nuestro pesar.
Los tiempos modernos –los de Chaplin incluidos– padecen la enfermedad congénita de la facilidad; de la dificultad sólo nos ha quedado su exhibición lúdica, deportiva y, cómo no, millonaria. Lo plausible se ha reducido a lo accesorio, mientras que la pretensión de lo fundamental se ha convertido en mojigatería de gente sospechosamente tendenciosa. Para este fin se ha divinizado el depende; un depende que se justifica con inexplicables respaldos culturales, con masivos aplausos a la pluralidad y con progresistas proclamas de su bonanza. Aristóteles se quedaría un tanto perplejo porque para él, y no sólo para él, lo plural no es el bien, sino su contrario: el bien es singular y único, le pasa lo que a la verdad, que también es objeto hoy de semejante asedio por las hordas innúmeras de lo opinable. Cuando lo bueno y lo verdadero se hacen súbditos de cualquier particular, local, circunstancial o mediática opinión, la bondad y la verdad se manifiestan en vítor descerebrado. A esto llamo yo decadencia, cultura descreída, pobreza de convicción o arrepentimiento de la historia propia.
Estoy seguro de que Aristóteles y yo estamos de acuerdo en esto; y de que Platón sonríe acordándose de los sofistas. Claro que también Machado, Antonio en este caso, dice de la verdad verdades semejantes:
La verdad es lo que es,
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.
Yo lo prescribiría como oración nocturna para entrenar en gallardía las flojas voluntades de la decadencia. Porque:
Al bien, como a la verdad,
le viene a pasar lo mismo:
es bien a nuestro pesar.
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No puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo
"Cuando lo bueno y lo verdadero se hacen súbditos de cualquier particular, local, circunstancial o mediática opinión, la bondad y la verdad se manifiestan en vítor descerebrado".
ResponderEliminarY ocurre, ocurre en cualquier esfera de la vida... somos capaces de convertir nuestra perspectiva particular en verdad... en lo necesario... caiga quien caiga. Alucinante. Todo aquello que no está programado para nuestro beneficio circunstancial, está mal. Luego cambia nuestra circunstancia, y la verdad nos sigue, y la volvemos a cambiar. Y nos creemos en todo el derecho de hacerlo...
... tolerancia, opinión, perspectiva... cerebros esquizofrénico (me digo yo).
Como siempre, atinas. Para quien quiera oír... pero hay tanto oído sordo...
Antonio, que sea un sábado tranquilo. Un abrazo.
Cómo me gusta leer este texto. Hace muy pocos días tuve una discusión sobre esto con una compañera, estoy cansada y aburrida de que, bajo la cantinela de es "mi" verdad, es "mi" visión, es "mi" libertad, se intente hacer comulgar a los demás con las ruedas de molino de nuestra autoindulgencia. La verdad y la libertad son difíciles pero definibles y, generalmente, pueden traducirse en cosas bastante concretas. Y está mal jugar con ellas. Una cosa es equivocarse y otra no querer hacer el esfuerzo de acertar. Es decir: querer engañar.
ResponderEliminarTambién lo dijo Machado en otra ocasión:
¿Tu verdad? No: la verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Un beso de verdad.
Pues me alegro mucho, Capitán, tanto de tu concordancia como de tu visita.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Bueno, Ana, la tolerancia y la perspectiva son una circunstancia amable del bien y la verdad. Lo que no tiene recibo es la claudicación, la renuncia a una y otro por debilidad o pragmatismo. Una cosa es ser tolerante y otra, cobarde o tonto del bote.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz sábado para ti.
Qué oportuno este otro recuerdo de Machado que me traes, Olga. Y es que el perspectivismo, tan de Nietzsche y de Ortega, no quiere decir que todo valga, ni que la verdad o el bien sean propiedad privada o comodín de antojos oportunistas. Hay valores innegociables, en uno, y principios irrebatibles, en otra, que traducen, ni más ni menos, que la identidad hombre. Comerciar con ellos es traicionar la fe en la propia humanidad.
ResponderEliminarAlgo de esto pasa últimamente, lo malo es que mucha gente no se lo plantea porque los “poderes fácticos” vigentes han secuestrado la posibilidad de hacerlo.
Gracias, Olga, y un beso a tu bondad.
yo estoy con Olga, bueno, con Machado, salgamos juntos a buscar la verdad, es bonito. Y prudencia también, prudencia siempre. No está reñida con la verdad, creo. Un abrazo, Antonio. Y un beso.
ResponderEliminarDesde luego, Aurora; la que sí está reñida con la verdad con la verdad es la insensatez. Y ésta abunda demasiado.
ResponderEliminarBesos.
Todo vale. ¿Por qué preocuparnos de la moral si esta es opinable? (Nótese la ironía) Es como decía un gran filósofo del siglo XX (no me acuerdo ahora de su nombre): Si todo es relativo y plural, también el relativismo es relativo. Pero bueno, seguirá reinando el pluralismo y el relativismo aunque sigamos atacándole con argumentos de peso porque seguro que algún listillo de turno dirá:
ResponderEliminar-Eso es como tu piensas pero yo pienso de otra forma...
y ya la habremos jodío'.
Un abrazo
Platón decía que los hombres alcanzarían la felicidad si llegaban a la belleza,el bien y a la verdad.
ResponderEliminar¿ Qué es lo bello? ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo verdadero.?
Un beso absoluto.
Creo que te refieres a Russell, mi tocayo amigo, por lo menos recuerdo alguna expresión bastante parecida en relación con el relativismo. Lo cierto es que éste suele intentar justificarse apelando a la pluralidad de valoraciones habidas en la historia y sus innumerables culturas. Lo que es una falacia. Las flechas de los hicsos (¡sus prodigiosos e “innovadores” arcos!) caían despiadadamente sobre los pobres guerreros egipcios siguiendo las ecuaciones galileanas del movimiento parabólico y la incontestable ley de gravitación de Newton; aunque, ni los hicsos ni los egipcios tuvieran la más remota idea de la existencia de tales ecuaciones ni de tan universal ley. Igualmente, los hicsos pasaron a cuchillo al Imperio Medio (bueno, no a todo), lo que no les produjo el menor remordimiento de conciencia.
ResponderEliminarLas leyes de la ciencia están ahí funcionando desde siempre, con independencia de que las hayamos descubierto o no. Con el bien ocurre lo mismo. Que el hombre lo ignore –o haya ignorado muchos de sus principios a lo largo de la historia y ancho de sus culturas– no aporta ningún argumento sobre su imposible objetividad. En esto hay que estar con Max Scheler: los valores son “objetivos”, tienen “entidad”, independientemente de que los ejerzamos o los enterremos por sabe Dios qué turbios intereses o cobardías.
Pero no soy pesimista, el bien es tan terco como la naturaleza.
Un abrazo.
No voy a caer en la tentación becqueriana –aunque he estado a punto– de decir, mi temida y venerada Circe, que lo bello, lo bueno, lo verdadero sois vos. Así que recurriré a estas tres vulgaridades:
ResponderEliminarLo “bello” es lo que emociona inexplicable y universalmente al hombre, no a Fulanito de Tal. Lo que emociona a Fulanito de Tal es lo bonito.
Lo “bueno” es lo que hace crecer maravillosa y universalmente al hombre, no a Menganito de Cual. Lo que hace crecer a Menganito de Cual son los Potitos Bledine.
Lo verdadero es lo que rinde inevitable y universalmente la razón del hombre, no la de Perenganito de Tal y Cual. Lo que rinde la razón de Perenganito de Tal y Cual es un tribunal de perversas oposiciones.
Como veis soy un platónico incorregible.
Un beso bello, bueno y verdadero.
He estado en Andrómeda justo cuando no tocaba... cuando parece que Aristóteles te cae incluso bien. Me ha encantado este post, Antonio. Verdad, certeza, opinión. Es uno de los monotemas que últimamente me traen de cabeza con chicos que aún no han salido del Bachillerato. No sé por qué cuesta tanto entender que ahí, fuera de nosotros, lo que existe es ...al margen de que tengamos la certeza o no de ello. ¿Por qué se pasa del plano de la realidad al del entendimiento como si fuera idéntico?. "Yo opino que..." "Ésta es mi verdad" ¿Tu verdad y la mía pueden coexistir? ¿Lo que hay ahí, fuera de nosotros, puede ser A y ser B? Un tema que les parece increíblemente complejo. Y no queda otra que acudir al amigo Aristóteles, con la venia de Platón...
ResponderEliminarUn saludo, Antonio.Y muchas gracias.
Este post lo fotocopio, si me das permiso. Un texto fantástico para que le saquen jugo los chavales.
…Sin que sirva de precedente. Lo de Aristóteles, quiero decir, Sunsi: ya sabes que, en cuanto me distraigo, me escoro inevitablemente hacia Platón… Aunque ¿acaso no lo hago también aquí? ¿No es descaradamente platónico ese “bien” incontestable? ¿No cito al estagirita desde la barandilla del ateniense?... Me temo que sí. Es comprensible el relativismo senso-perceptivo –empírico, vamos–, comprensión que no tiene nada de aristotélica; pero no el teórico, el rigurosamente racional. Cualquiera puede discrepar con argumentos equivalentes si habla de “cosas”, pero no si lo hace de teoremas o, en el caso de esta entrada, del bien o los valores.
ResponderEliminar¿Lo ves? ¡Platónico siempre!
Un saludo.
P.S.: Por supuesto que puedes hacer las “fotocopias” que quieras, aunque lo que aquí se dice me parece que no es tan interesante.