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El puente


El preludio del descanso se ocupa de sinceridades. Cerramos los párpados para conciliar el sueño y notamos una presión de imágenes en la espalda de los ojos. Como en una función de teatro, se hace el oscuro en el cuerpo y se encienden los focos del alma. Entre los bastidores intuimos a los otros personajes de nosotros, que andan inquietos por pisar la luz, que están atentos a la trama de la vida disfrazada, de sus amores ocultos, de sus silencios de muerte, de sus palabras de gloria. Luego se nos divide el yo. Hay uno que contempla y duerme, hay otro que interpreta y sueña. Y entre ambos, el patio de butacas de la noche como una pasarela de imposibles.

Para otras filosofías, Gómez de la Serna, tan amigo de angosturas verbales en el pensamiento, escribió esta delicia:

El otro lado del río siempre estará triste de no estar de este lado. Esa pena es de lo más insubsanable del mundo y no se arregla ni con un puente.

Me gusta, Ramón. Con tu permiso, hoy me adorno contigo, aunque me exceda el lujo. Lo cierto es que cada noche, antes de la otra, tu puente ineficaz quiere también unir en nosotros dos tristezas inconciliables.

Comentarios

  1. A mí, Ramón no es que me diga demasiado, pero su texto y el tuyo son magníficos.

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  2. Este es el mejor, el más bonito. Y no es tan triste, o qué importa: si no hay dos lados no hay río, ni pena, ni puente que lo salve o no, ni Ramón que nos lo cuente.
    Te veo bien y me alegro, querido Antonio (si me permites, ayer se me olvidó).
    Betty B.

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  3. ¡Ya sé yo que Ramón te dice poco!
    Gracias, Julio.

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  4. Yo sí que te veo bien, querida Betty B. (si me permites). Y, desde luego, me alegro por ello. Un apunte optimista: “éste es el mejor...” Pero… ¡qué peculiar, profunda, femenina y, por consecuencia, desconcertante psicología femenina! ¿Qué digo yo para que me veas “bien” a mí? La verdad es que llevo unos días de “uva atravesada”, voluntad descontenta y ganas de irme a Flandes en calidad de arcabucero, cosa que, evidentemente, no es posible. Sin duda, no respiro por fuera como ventilo por dentro. O soy un cínico redomado. O no tengo ni idea de mí. ¡Vaya usted a saber!
    Gracias, Betty B., que, por supuesto, no necesitas ningún permiso.

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  5. Qué hermosa metáfora la del teatro. Y la imagen de la espalda de los ojos.

    Reitero, aunque no te guste: magistral.

    Un abrazo

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  6. No es que no me guste, Fran, ni mucho menos; es que me ciño ese capote de “magistral” y me pierdo como un piojo en las costuras. Pero dejémoslo, que parece un ejercicio de fatigosa modestia. Y ésta sí que no me gusta.
    Así que, gracias (aunque “te pases”).

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  7. Te veo bien porque el texto es bonito, ¿no te importa eso? Lo mismo podría preguntarme yo. Pero no, porque lo tendría que entender. No sé si eres un cínico redomado, tampoco sé para qué quieres fabricar arcabuces. Y en Flandes. En fin.
    Betty B.

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  8. Sí, que me importa, Betty B., que lo parezca al menos. Te entendí mal, para que veas si soy torpe. Y no quiero fabricar arcabuces, sino irme a los Tercios de mosquetero infante. Es que soy raro.

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  9. El mundo real y el onírico.....no me resulta fácil diferenciarlos. A veces creo que son lo mismo, el uno una prolongación del otro o incluso una segunda oportunidad, un repaso..... A veces los sueños dicen verdades, a veces lo real inventa, se mezclan , se confunden o se golpean.... esos puentes son como grapas, un intento de unir dos mundos con vida propia que por un momento se comparten..

    (Vaya lio)
    Ana.

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  10. Esa dificultad para diferenciar el sueño imaginario y la real vigilia, llevó a Descartes a construir un sistema filosófico y a Calderón a escribir una obra maestra. Cierto es, como tan bien dices, que a veces nuestra intención es “graparlos”, o fijar esos puentes que nos permitan, cómodamente, ir y venir de uno a otro sin renunciar a ninguno. No sé si es un lío, lo seguro es que tal ingeniería cuesta un trabajo inmenso.
    Gracias, Ana.

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