No eran sólo palabras. Yo buscaba
un cielo intransitado, un espectáculo
de leyendas escritas para nadie
por nadie, cuando nadie era un rumor
lejano del océano, un murmullo
de oleajes posibles, un deseo
de ser clamor en alma transformado
o alma ennoblecida en la batalla,
o grandeza y honor en la derrota.
Yo buscaba un lugar para tu nombre,
para llevar tu nombre hasta una hazaña.
Y sólo sucedió la tierra inhóspita
y el óxido en la espada. Y el silencio.
(10 de mayo de 2008)
Qué hermosa y derrotada imagen. Me gusta la concentración de los dos últimos versos.
ResponderEliminarLa herrumbre omnia vincit.
Un abrazo,
Francisco
PD: No puse que me parecía perfecto tu último soneto para no repetirme jejeje
Muchas gracias, Francisco, como siempre. La generosidad de tus comentarios me hace aumentar de peso. Contrólame el envío de estos hidratos de carbono.
ResponderEliminarUn abrazo.
Poesía y armas, tradicional pareja. La herrumbre, estimado Francisco, se alía con el silencio. Preciosos los cuatro últimos versos.
ResponderEliminarTradicional y evocada pareja, Antonio, de cuando yo practicaba esgrima y endecasílabos allá por la juventud, de cuando me creía eso que nos creemos en tales años, que había continentes que conquistar en nombre de quien se ama. Y es cierta esa alianza que tú apuntas entre herrumbre y silencio, y es cierto, como dice Francisco, que la herrumbre vence todo, y es verdad que la herrumbre de la palabra es el silencio… Y es un hecho que conservo un sable oxidado de aquellos “juveniles ejercicios” y que cada día me esfuerzo por vencer la tentación de callarme.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras.
El teatro se pierde un gran actor, y los JJOO un gran maestro de esgrima. Menos mal que nos queda el gran poeta, el gran maestro y el mejor amigo. Me voy de parranda con Juan Luis, así que te adelanto sus recuerdos.
ResponderEliminarDemasiado “gran”, amigo mío… Excepto por lo de algunos “grandes” amigos que he encontrado, mi gran amigo Diego.
ResponderEliminarUn abrazo.
La caricia en la frente del poema del viernes me lleva al Salmo de las rosas, no sé si recuerdas, no es la primera vez que lo nombro, me gusta desde siempre. Aunque el tuyo acaba con la palabra nada y convierte esa caricia en una cosa inútil (en una rosa inútil).
ResponderEliminarDe éste me quedo con el primer verso: poemas, batallas, amor, victorias y derrotas, sí, pero, al principio…“No eran sólo palabras. Yo buscaba”. Me encanta eso.
Saludos, Antonio.
Sí, claro que lo recuerdo, esas rosas cuyo "aroma es la muerte".
ResponderEliminarLas palabras, en efecto no son sólo palabras: empienzan siendo empresa y acaban siendo diagnóstico. Eso es lo que ocurre en este poema (o en esta vida).
Gracias por tu visita, leal Betty B.