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No tiene resultado innumerable
por mucho que se empeñen los teóricos
que han roto la aritmética del hombre.
No es derrota ni hazaña no posible
ni naufragio infinito. No es un dígito
absurdo que agoniza en los axiomas…
La verdad es el resto, lo que habría
que sumar al producto del cociente
de un sueño dividido por la nada.
13 enero 2009
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No tiene resultado innumerable
por mucho que se empeñen los teóricos
que han roto la aritmética del hombre.
No es derrota ni hazaña no posible
ni naufragio infinito. No es un dígito
absurdo que agoniza en los axiomas…
La verdad es el resto, lo que habría
que sumar al producto del cociente
de un sueño dividido por la nada.
13 enero 2009
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Yo me paso la vida entre números, imaginando letras. Y nunca, nunca hubiese pensado que se podría definir la verdad de esa manera.
ResponderEliminarY la verdad es el resto. Claro.
Dividimos el sueño entre la nada y, para ver si no nos hemos equivocado, multiplicamos lo que nos de por nada.
Y le sumamos el resto. Luego lo comparamos con el sueño.
Sin la verdad, no habría nada.
Solo me resta mandarle un beso:-)
Jamás pensé que se podría hacer un buen poema con las matemáticas. Enhorabuena, pues
ResponderEliminarSólo el amor (y la mar, qué te voy a contar yo) nos redime a veces de la nada. Hoy escribo yo un soneto sobre eso. Espero que te guste.
ResponderEliminarLo mejor es quedarse con el resto.
ResponderEliminarUn beso restado.
Se nota que andas entre números, Olga: aplicas perfectamente la prueba del producto. El cero –o la nada– tiene un tratamiento complicado para las Matemáticas, es decir para la razón. Toda complicación acaba enunciando paradojas. El poemilla se entusiasma con una solución literaria: en el fondo, la verdad está fuera de la razón; es ese resto que hay que añadir a su sueño cuando queda dividido por la muerte.
ResponderEliminar¿En qué verdad estaré pensando…?
Un beso.
Gracias, Juan Antonio, por el "buen" que me regalas. Lo curioso es que, en este caso, trato bastante "mal" a las matemáticas: hago trampas entre su verdad y la verdad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quién sabe, Octavio, a lo mejor ese resto es precisamente el amor. Quevedo lo conserva "costante más allá de la muerte", ¿no?
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin duda, Veridiana, estoy de acuerdo contigo.
ResponderEliminarUn beso adicionado.
Venga, eso, el sueño nada de dividirlo, ni se te ocurra
ResponderEliminar¿O estás diciendo que sí?
Siempre se me dieron fatal las matemáticas y me he liado con el cociente, el infinito y al final ni me entero. Y luego me lío con el propio poema, a ver, voy a empezar otra vez (cara de esfuerzo y mordiéndose la lengua: pues no lo sé, profesor)
¡Ja, ja, ja…! Tienes razón: yo no pienso dividir el sueño, ya se encarga el tiempo de hacerlo.
ResponderEliminarY repito, sólo jugaba (superficialmente, conste) con las zancadillas que el infinito y la nada le ponen a la razón (siempre consideramos a las matemáticas la razón por excelencia). Por eso pongo a la verdad como un resto necesario pero inexplicable, porque cualquier número dividido por cero tiene un cociente infinito sin resto ni cosa que se le parezca. Me callo lo que da el producto para no marear más la perdiz y porque, además, no soy matemático.
Bueno, dejémoslo en un delirio literario entre místico y amoroso.
Gracias por la visita y la “cara de esfuerzo”.
¿De qué verdad hablarás?
ResponderEliminar¿De la improbable, la que "probablemente" no existe?
Creo que hablas de Dios y, si no lo haces, lo haces:-)
La verdad es... que es un poema cojudo y original. Además, como uno es de ciencias -tiene que haber de todo-, hasta lo he entendido ;-)
ResponderEliminarUn abrazo
Jajaja… ¿Qué se te escapará a ti, divina Olga? Además, con todo el carácter del mundo, terminas con casi una orden: “…y si no lo haces, lo haces”. ¿Eres “Tauro”?
ResponderEliminarBesos.
Pues no, soy Aries, como usted:-)
ResponderEliminarPero no creo en eso (en lo de ser Aries, quiero decir)
Te confesaré una cosa, "Er Tato": yo soy un híbrido de ciencias y letras, como una mula (bueno, sin la esterilidad: tengo tres hijas). Por eso deambulo por caminos diversos. Aunque nunca con la elegancia del caballo, naturalmente.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Me confundí de signo, Olga, acabo de verlo, la pregunta era por "Leo".
ResponderEliminarSí, el león es es el sueño del principio:-)
ResponderEliminarUn beso y se acabó.
¡Qué velocidad, Dios Santo! Por algo no me gustan "chatear" (escribo con un dedo y medio).
ResponderEliminarLlegó tarde la rectificación, Olga. Yo tampoco creo en eso, pero lo cierto es que la alternativa era Aries. Será mentira, ¡pero se nota!
jajaja...Mucho aries andamos suelto.
ResponderEliminarTu quoque...!!!
ResponderEliminarBueno, tenemos "carácter", pero somos buena gente.
¡ Y apasionados !jiji
ResponderEliminarY yo, Aires también, digo Aries... tecleo tan rápido que tecleo mal...
ResponderEliminarOtra virtud, sin duda, Veridiana.
ResponderEliminarY, a veces, otra tristeza.
No es que teclees mal, Máster: según parece ¡somos toda la atmósfera!
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