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De las miserias al paño... o el choque de los mundos

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Un joven de 22 años asesinó ayer a puñaladas a su pareja en un área de servicio…
EL PAÍS, 4 de junio de 2009 (… aunque, da lo mismo la fuente, el día y el lugar)


Está ahí. Unas veces lo vemos al atardecer; otras, poco antes de despuntar el día. Es rocoso y brillante; prometedor en el alba, evocador frente al crepúsculo. Lucero de la mañana y estrella de la tarde. Venus siempre: rocoso, brillante y con fases. Como la Luna, según los manuales de astronomía. Como el amor, según los cuadernos de la memoria. Cuarto creciente, si el Sol lo acaricia prometiendo plenitudes; cuarto menguante, si advierte inevitables melancolías… ¿Por qué se llama Venus a esa bola de luz que mengua, o crece? ¿Por qué tienen las cosas un nombre que coincide con su crucial sentido?

He leído, en esta centinela de la noche, que dentro de tres mil, de cuatro mil, de cinco mil millones de años, podría estar tan cerca de la Tierra que su roca reventaría nuestros mares –un destino que debe de estar escrito en los negros renglones de la noche para cumplir los párrafos del tiempo–… ¡Demasiados milenios soñando amaneceres y crepúsculos en los ojos de los hombres!... Todo el amor ahí, lejano, dando vueltas alrededor de la mirada, para chocar después de tanto vuelco; para que, al cabo, llegue Venus al mundo, rompa el cielo y la luz… ¡Todo un desastre!

Aunque dicen, también, que no es sólo capricho gravitatorio de Venus: las simulaciones estadísticas flirtean de igual modo con Marte y con Mercurio. Vamos, con el amor, con la guerra, con los informativos… Recuerdo una película remota de la infancia: “Cuando los mundos chocan”. Me impresionó, qué duda cabe: un planeta peregrino y malintencionado estampándose contra nosotros. Obtuvo un Oscar por unos efectos especiales que hoy no provocarían en nosotros ningún especial efecto. El delirio catastrofista acababa en una especie de Disney World, con el bueno, la chica y unos cuantos elegidos, sonrientes, desembarcando de una nave con aspecto de supositorio Rovi en su nueva tierra prometida.

Nos hemos pasado la Historia temiendo del cielo los males que estaban en nosotros. ¡Vaya con el hombre: siempre echando balones fuera! Al paso que vamos, no creo que tengamos que esperar mucho para que Venus, Mercurio o Marte nos pasen factura con sus cataclismos. Más que nada porque ya nos hemos encargado nosotros de convertir el amor en una guerra (no sé muy bien si los combatientes son géneros o sexos; o parejas o tríadas de hecho o de desecho); y las guerras de tanto desamor, en la rentable industria de unos cuantos mensajeros de la miseria.

Kant acabó su personal ajuste de cuentas con la razón práctica proclamando aquello de “el cielo estrellado sobre mí, y la ley moral en mí”. Habría que pensárselo, no sea que hayamos conseguido lo contrario: una suerte de nuevo “giro copernicano” con el cielo empapado en el rigor deontológico de su destino y el patético ser humano, sin norte de sentido, condenado a ser brutal Apocalipsis de la verdad, de la ética, del amor…

Condenado a ser barbarie tras haberse soñado libertad.
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Comentarios

  1. Si algún día ha de pasar me parece justo que sea Venus quien acabe con todo y con todos.

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  2. De eso se trata, Alejandro: si de acabar se trata, que sea lo grande quien acabe con lo pequeño; no lo contrario.
    Gracias por tu visita, y bienvenido.

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  3. No sé si estamos condenados a ser barbarie. A veces veo en los demás lo peor y reconozco en mí un inquietante sabor metálico. Pero creo que todos, en algún momento, seguramente incluso ese chico, hemos sentido el cielo estrellado sobre nosotros y una querencia por algo parecido a una ley moral en nuestro interior. Aunque pocos supiesen decirlo como Kant. Esos momentos son verdad, estoy convencida, por lo menos tan verdad como los otros.
    Sé que es patético intentar parecer siempre optimista, ¿crees que no lo sé?,pero estoy demasiado contenta de ver luz otra vez en la imaginaria, no lo puedo evitar.
    Un beso, bienvenido, no te quedes por ahí, por Ganímedes o donde sea que te metes. No te quedes callado. Hasta que los mundos choquen, sigamos hablando del tema.

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  4. De la astronomía y sus vértigos a la pequeña vida de los hombres, como en aquella inolvidable coplilla de Safo sobre las Pléyades. A ver si el cielo de estos días se aclara un poco de tormentas por Cercedilla y nos deja mirar algo para arriba por las noches, sin perder el suelo.
    Qué alegría tenerte otra vez de vuelta, Antonio. En plena forma. Por cierto, yo soy un forofo de las pelis de ciencia ficción de los cincuenta. Tenían un encanto especial.
    Un abrazo.

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  5. No tiene nada de “patético” pretender ser optimista, Olga; es más: es fundamental que exista gente con voluntad tan imprescindible. Los agoreros tenemos la utilidad de un relámpago; la claridad es otra cosa.
    Gracias por tu “contento”. Al cabo, uno se rinde a la ley de gravitación universal… de la palabra.
    Un beso y feliz navegación tuya en ese barco de “papel” que está aguardándote en el puerto de las imprentas.

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  6. Sin duda, Juan Manuel, coincidimos en muchas cosas: el cielo, las estrellas, Gerardo Diego, la alergia a los “festivales veraniegos”, la ciencia ficción de los cincuenta (¿hay película con final más poético-filosófico que “El increíble hombre menguante”…?) Hasta “Star Wars”, aunque a mí me coja un poco talludito…
    Gracias por la coincidencia, y siempre por la compañía. Un abrazo

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  7. Qué alegría tenerte de vuelta, Antonio, te hemos echado de menos. A la barbarie que señalas se le suma la pequeñez que es otra forma de ser bárbaros,de acabar con todo, la vulgaridad también, todavía más bárbara si cabe.
    ¿Venus tiene capacidad de salvarnos de esto en y con su destrucción? No tengo ni idea.

    En fin, un placer volverte a leer y saber que estás ahí, de imaginaria, da cierta seguridad ;-) y sobre todo alegría como te he dicho ya.

    Aurora

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  8. Dices bien, Aurora: pequeñez y vulgaridad. Tales son los peligros más serios a que debe enfrentarse el hombre. Nuestra particular ley de destrucción establece que cuanto menos grande es el alma tanto mayor es su capacidad de hacer daño.

    Muchas gracias por tu visita y tu recuerdo.

    Besos

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