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Volví de casa. Y a casa
volví a volver noche y día:
las manos, en los bolsillos;
la chaqueta en la arcadilla
del antebrazo y el brazo
cabeceando, mohína…
Igual que un espantapájaros,
volví en mangas de camisa.
…Como me fui, más o menos
–un Bogart sin gabardina,
con cigarro y sin sombrero–:
silabeando sin prisa
los adoquines amargos,
los besos que anochecían.
Volví de casa y a casa
volví a volver noche y día,
recitando las aceras
que rimaban tus esquinas…
Siempre sin mí, cuesta abajo.
Siempre por ti, rampa arriba.
17 noviembre 2009
(Quede constancia de que estas debilidades métricas y profanas que se adjuntan son cosa del Caballero Inactual, que, por más severidades consejeras que se permita, no deja de ser humano, elementalmente humano, como supondría Nietzsche).
Volví de casa. Y a casa
volví a volver noche y día:
las manos, en los bolsillos;
la chaqueta en la arcadilla
del antebrazo y el brazo
cabeceando, mohína…
Igual que un espantapájaros,
volví en mangas de camisa.
…Como me fui, más o menos
–un Bogart sin gabardina,
con cigarro y sin sombrero–:
silabeando sin prisa
los adoquines amargos,
los besos que anochecían.
Volví de casa y a casa
volví a volver noche y día,
recitando las aceras
que rimaban tus esquinas…
Siempre sin mí, cuesta abajo.
Siempre por ti, rampa arriba.
17 noviembre 2009
Humphrey azoriniano, desubicado en el tiempo y el espacio (no sólo inactual, no es tan sencillo;-)
ResponderEliminar"Ese hombre no es de ayer ni de mañana/ sino de nunca, de la cepa hispana..."
Es muy hispana la mezcla, don Quijote asumió también, y encarnó, la altura de otros caballeros y se la trajo a la realidad. De ese choque surgió algo genial. Tú nos haces humano a este caballero, espantapájaros en mangas de camisa y Sísifo subiendo por ella y bajando sin nadie. Siempre como enamorado. No sé qué pensaría Nietzsche de todo esto, pero yo siento por tu caballero una cosa parecida al amor.
Prescindiendo de lo que Machado concluye sobre la “cepa hispana” (lo que, en el fondo, también le cuadraría), place al caballero, y mucho, el cariñoso retrato que de él haces, Olga. No sólo cariñoso, también certero. Porque de eso iba el poemilla, de un hombre insignificante (un espantapájaros), con su pequeño problema a cuestas, que no sabe dónde para realmente (“vuelve de…” y “vuelve a…”, ¿cómo es posible?).
ResponderEliminarA Nietzsche le habría sido indiferente. Pero al caballero –¡lo conoces desde hace tanto tiempo!– no le importa: le gusta mucho más tu comentario.
Un beso. Y gracias, generosa.
¡Qué bonito...!
ResponderEliminarEse insignificante espantapájaros piensa, y eso ,ya es de premio.
Un beso sabatino.
Gracias, Veridiana, el premio es que te guste.
ResponderEliminarUn beso.
recitando las aceras
ResponderEliminarque rimaban tus esquinas…
No sé que piensas... creo que el Plan'E debería contemplar la colocación de semáforos o señales en los cuerpos de algunas damas.
Me ha divertido muchísimo tu Humphrey, Antonio.
Un cordial saludo.
Me parece una idea estupenda, Alejandro; creo que al caballero, también.
ResponderEliminarUn abrazo de su parte.
Este Caballero nunca dejará de sorprenderme. Y esos versos que subraya Alejandro...
ResponderEliminarUn abrazo
Es que nunca sabe uno lo que le puede sorprender a la vuelta de una esquina.
ResponderEliminarGracias, Tato.
Un abrazo.
Esas vueltas con la chaqueta en la arcadilla son necesarias de vez en cuando, y qué bien se reflejan en el poema.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuando se regresa con ese porte, se regresa del abismo, se regresa de miles de acantilados obserbvados... vacía la mente y llena el alma, de no se sabe muy bien qué.
ResponderEliminarEs muy atractivo el semblante de Humphrey... semblante casi rendido a saber por qué mil batallas... pero nunca rendido del todo, nunca.
Un saludo.
Desde luego, Capitán; para poder tomar aire.
ResponderEliminarGracias por tu visita, y un abrazo.
Creo que el caballero, Ana, a pesar de ese inocente cinismo con que intenta adornarse a veces, siempre está regresando de algún tonto desencanto. No hay grandes batallas tras él, sólo "batallitas".
ResponderEliminarUn saludo, y gracias.
Los desencantos, aunque tontos, calan profundo...
ResponderEliminar... que sea un resto de tarde tranquilo. Un saludo.
Me han gustado estos versos. Escritos a ras de suelo, buscan el lirismo de lo cotidiano, ese lirismo tan necesario para la vida como el pan y el agua. Ese hombre que pasea sobre los adoquines de las aceras, soñando con un amor ausente, podría ser cualquiera de nosotros; es un hombre normal y corriente, pero esconde una profunda dignidad en su anonimato.
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio.
La solución, diría un lógico, es desencantarse de los desencantos...
ResponderEliminarIgual "resto", Ana.
Y tan “a ras de suelo”, Ramiro. La épica puede arrancar de cotas más altas, pero la lírica siempre lo hace desde unos pocos centímetros, que es la distancia que separa el corazón de los pies. Cuestión distinta es hasta dónde pueda alzarse, pero esto ya es cosa del poeta, capaz o no de dar “a la caza alcance”.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Un abrazo, joven y poeta amigo.
¡Qué... BO-NI-TO! Un Bogart sin su glamour de sombrero y gabardina... Más asequible. Y digo yo, Antonio...¿Por qué al caballero le salen torcidos los amoríos? Siempre acaba solo...
ResponderEliminar¿Y si le sugieres que se apunte al asunto de las terapias? Vete a saber. Igual tiene un quiste emocional o una frustración... ¿No te parece? :)
Un saludo cordial, para ti y para el caballero inactual.
Sunsi, lo único que puedo hacer es agradecer siempre tu amable compañía. De lo que le pasa al caballero no puedo sino decir que es normal: no puede uno colocarse fuera del tiempo y pretender luego que los "amoríos" le salgan bien. Le sobra o le falta siglo, por eso siempre naufraga.
ResponderEliminarEs una broma en su nombre, gracias y un saludo de los de siempre.