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El futuro de la mentira

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La mentira en el niño es una inversión de prometedora inteligencia en su desarrollo. Lo dice el doctor Kang Lee, un señor que, sin duda, no conocemos muchos, aunque dirija el Institute of Child Study (escrito así impresiona mucho más) de la Universidad de Toronto. Y no lo dice porque sí, lo dice como consecuencia de un laborioso estudio realizado sobre incautas criaturas veraces y prometedores trileros de la verdad.

La Psicología es una ciencia enferma vendida a la eficacia. Que un sinvergüenza tenga más futuro que un hombre honrado no es ningún descubrimiento. En la clase de mundo que hemos hecho, naturalmente. Sin embargo, casi es maldad ampararlo en una supuesta ley científica. Porque, “a pie de calle”, las leyes de la ciencia son nuestros mandamientos. Aunque se confundan, aunque luego digan digo donde antes dijeran diego. Y si pensamos en la Psicología, la alternancia digo-diego se aproxima a las alteraciones estéticas de la "Pasarela Cibeles", que hoy dicta blanco donde ayer dictara negro, y ahora corto frente a lo que largo antes aplaudiera. Un cachondeo, vamos. Las únicas ciencias serias son la Física y la Química, que andan siempre con pies de plomo; las demás, o van a rebufo de éstas, o son de traca. La Psicología, especialmente.

Lo peor es el mal que causan tantas veleidades. Porque estos nubarrones precipitan sobre la Pedagogía; y los árboles que crecen de ésta dejan sus frutos en los políticos; y los frutos de los políticos se almibaran en las leyes; y las leyes se sirven en la sociedad… ¡Y la sociedad se degusta en las escuelas! Hay ejemplos; muchos... Doctrinas que han negado valor a la memoria y postergado el contenido del aprendizaje; teorías que han asegurado la importancia del aprender a razonar y secuestrado con qué podría razonarse… Cosas así calaron socialmente en aquello de “yo soy amigo de mis hijos”, “no les exijo nada, les explico”, “razono con ellos la inconveniencia de comer chuches a todas horas”… Qué estupidez: un niño nunca entenderá la inconveniencia de un placer inmediato (muchos hay actualmente que tampoco lo entienden, consecuencia indudable de aquel raro silogismo)

Miedo me da, naturalmente, en lo que puede traducirse la “científica ley” del doctor Lee. Probablemente en el entrenamiento de la mentira para potenciar las habilidades “intelectuales” del niño. O en la preocupación familiar de que sea presumiblemente idiota un hijo veraz.

Por desgracia, esta historia no es del todo imposible:

Año 2014: Mi hijo es muy inteligente: se ha comido una caja de bombones que me regalaron, y ha dicho que lo hizo su hermano.

Año 2028: Mi hijo es un jeta: se ha gastado el dinero de la matrícula en “Ingeniería de Montes Lunares” en un botellón con los amigos. ¡Y me aseguró que estaba estudiando!

Año 2064: Mi hijo es un cabrón: ha falsificado un informe médico mío y se ha quedado con mi casa de Madrid, mi apartamento de Valencia, mi parcela en la Luna… Y a mí me han encerrado aquí por ser un viejo trastornado... Vamos, por ser gilipollas.

¡Pobre hombre!

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Comentarios

  1. jejejejej, mira, no te había descubierto la vena humorística (o tal vez sí, ahora que lo pienso;-)
    Yo sólo entiendo la inteligencia como una parte de la bondad, una bondad salpicada de un don más, algo que todos tenemos pero no en la misma medida y que no ha sido repartido ni con justicia ni con equidad ni teniendo en cuenta lo políticamente correcto. Y sí puede cultivarse, aunque no sé si puede adquirirse. Tal vez en un niño la capacidad de mentir hable de las capacidades de su imaginación, pero eso sólo será inteligencia cuando su conciencia le permita elegir entre hacerlo o no hacerlo. No hablo ahora de conciencia en sentido moral (¿o sí?). Tal vez siempre, todo, sea moral.

    Esa "prometedora inteligencia" del doctor Lee no es más que la listeza de toda la vida, la de los espabilaos, que sí, son los que casi siempre triunfan en la vida. Para saber eso no me hace falta a mí dirigir el Institute de los Child Study ni hacer experimentos.

    Que Dios nos libre de los espabilaos y nos deje conocer a alguien verdaderamente inteligente del que aprender.

    Un beso.

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  2. La verdad es que según lo he leído, me ha sentado fatal. Pensé en lo "tontina" que es mi diminuta... que no miente, que acarrea siempre con las consecuencias... valiente ella.

    Y pensé en más detalles, los veo a menudo, y los padres callados. No creo que hayan leído a este señor, que supongo le conocen en su casa a la hora de comer, pero han caído en la misma cuenta: y cuando sus hijos mienten, callan, estúpidamente, intensamente, creyéndose al margen de la mentira.

    Será un mundo dífícil, sí. Así que habrá que armarse de valor...

    Gracias Antonio, porque últimamente uno vive con cierta desazón... ainsss...

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  3. Bueno, no sé si tendré esa “vena”, Olga; si la tengo, debe de ser de humor negro, que, según es fama en mi entorno, es el que mejor me cuadra.

    No me parece mala forma de entender la inteligencia ésa que dices. Demasiado optimista quizá. Sócrates la hubiera aplaudido porque el mal para él era asunto de la ignorancia del bien, pero la historia está de llena de inteligencias brillantes que poco o nada han tenido que ver con la bondad. La verdad es que yo no sé lo que es la inteligencia -la psicología, tampoco, no te creas-, aunque me gusta pensarla como correlato de la voluntad. Sin ésta, aquélla se diluye en unos cuantos relámpagos. Pero la voluntad parece no interesar mucho a los psicólogos que gustan más hablar de la motivación, cuyo esquema es “proporcionar A para alcanzar B”. Un error que convierte el aprendizaje en “espectáculo” y al niño en un especulador de recompensas.

    Gracias, y un beso de los de siempre.

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  4. No, Ana, desde luego no tienes que preocuparte por tu “diminuta”.

    Todo el mundo es conocido en sus círculos. El doctor Kang Lee también, claro está. En el método científico el punto de partida de una investigación es la selección de un fenómeno que nos inquieta y cuyo posible esclarecimiento vemos necesario. A mí lo que me llama la atención es “la necesidad e inquietud” que hizo al doctor Lee seleccionar este “fenómeno” particularmente. Me parece prescindible la constatación de algo que, como dice Olga, es bastante evidente. Una mentira exige la combinación de unos hechos contrarios a los que han ocurrido y, por consecuencia, una mayor actividad “intelectual”. Punto. A partir de aquí, el respaldo científico del “fenómeno” no avanza en ninguna dirección o provoca una “lluvia pedagógica” de imprevisibles “inundaciones”.

    Un ejemplo para que me entiendas. El síndrome TDAH, más conocido como trastorno de hiperactividad, goza en nuestros días de gran popularidad en las aulas. A veces tengo la impresión de que casi todos los escolares lo padecen. El TDAH desplazó a la dislexia, que hace años era la causa favorita para explicar los naufragios académicos. Aquél y ésta existen como trastornos, sin duda, pero la voracidad actual de nuestro mundo para justificar sus muchos errores por “causas científicas” no conoce límites. El resultado es… un cachondeo. Todos los “hiperactivos” que conozco (también sus familias y demás “socio-circunstancias”) están condenados al fracaso, pero exculpados de que éste ocurra. Se dice que Leonardo y Einstein padecían el TDAH. Pues… ¡menos mal que no había psicólogos que se lo diagnosticaran!

    Gracias por tu visita, e insisto: las “etiquetas” con que marca la psicología al hombre son como las “marcas” en la ropa que tanto privan hoy en día: una tomadura de pelo.

    Un saludo.

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  5. Hola... Me encontré casualmente con este blog y me resultó interesante. Sin embargo, En mi humilde opinión arremetes injustamente contra los resultados de la investigación. El señor Kang Lee no hace un elogio a la mentira ni intenta promoverla se limita a describir la correlación existente a nivel cognitivo entre mentira e inteligencia, por otro lado esta misma investigación concluye que no existe ningún vínculo entre las mentiras que se dicen en la infancia y cualquier tendencia a hacer trampa en los exámenes o en convertirse en un estafador en la vida.

    En cuanto a tu comentario acerca de la psicología y ciencias similares, esta es una disciplina en permanente construcción como deben serlo todas las ciencias pues las verdades son relativas y replantear viejos conceptos es sinónimo de evolución. De no ser así seguiríamos creyendo que la tierra no es redonda, que el átomo es la partícula mas pequeña o que Plutón es el noveno planeta.

    No fue arbitrariamente que se denomino ciencia a la psicología pues posee sistemas coherentes de hipótesis, de conceptos, de métodos de verificación, todo cuanto se adjunta comúnmente a la idea de ciencia. Una de las maneras de zafarse de verdades molestas es decir que ellas no son científicas o como afirmaste “no son serias”

    Las investigaciones y las conclusiones de cualquier estudio pueden ser direccionadas de acuerdo a las intenciones de quien las usa, en sí misma no tienen connotación moral alguna.

    En lo personal me resulta interesante la investigación liderada por el señor Kang Lee y esto no significa que apruebe la mentira.

    Saludos!!!

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  6. En primer lugar, Johanna, gracias por considerar “interesante” este blog y, particularmente, por discrepar.

    En cuanto a lo que dices, intentaré responder por partes:

    1. No arremeto contra los resultados: los considero obvios. En respuesta a otro comentario, aclaraba por qué. Lo que no entiendo es para qué se investiga lo que ni resuelve ni aporta nada; y, a poco que se piense, es de sentido común.

    2. Ya sé que el señor Kang Lee, pobre hombre, ni elogia ni promueve la mentira; pero entonces ¿qué interés le encuentra?

    3. También sé que esta investigación afirma que la vocación trilera se pasa con los años. Aclaremos: se pasa si no se potencia o se contraría. Pero eso ha ocurrido hasta ahora, es decir, antes de recibir la “bendición” de una investigación científica. No nos engañemos: lo que la ciencia bendice, por muchas humildades que añada a sus “relativas” bendiciones, es decálogo de incontestable imperativo en nuestro mundo. Los muertos por una vacuna de “consagrada eficacia” cuando se descubre que la ciencia en que se amparó “iba de paso” en su progreso, no resucitan; los anulados por una pedagogía, confusa en su “relativo progresar”, no pueden ya recomponer su vida. Hay que tener mucho cuidado cuando se investiga; y ponderar, antes de dictar, el daño que ocasionaría una “provisional” soberbia.

    4. Si afirmamos que “las verdades son relativas”, hay que aclarar con respecto a qué; porque si no, no son nada. Y si las verdades no son nada, borremos la estatura que les concedemos al llamarlas “verdad” y dejémoslas en simple “ejercicio del poder vigente”.

    5. No puedo entender (no soy muy inteligente) cómo se acomoda un “sistema coherente de hipótesis” con la investigación de una realidad cuya “verdad” carece de “coherencia” y estabilidad; o por lo menos, así se afirma.

    6. Mea culpa, tienes razón: “zafarse de verdades molestas es decir que ellas no son científicas”. Me pasa lo mismo que en los tiempos que no tenían “verdad”: ¡soy un hereje! Sólo una inquietud: ¿cómo puede condenarse a quien se zafa de “verdades” que piensan de sí mismas que lo son únicamente “de momento”?

    Muchas gracias por tu visita, y un saludo.

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  7. Sobre un párrafo de Sunsi, que leí no recuerdo dónde.

    “...De todo ello saco una conclusión. La bondad, la veracidad, la nobleza... no están reñidas con la enfermedad. El entendimiento tiende a buscar el bien, aunque sea a trancas y barrancas. La sofística ya demostró en su momento que se puede retorcer la verdad. Y yo añado que esquivar la bondad no compensa porque anula la posibilidad de ser feliz. Incluso para una mente enferma.”

    Cuando empecé a estudiar Psicología, me parecía clarísima la distinción sano-enfermo. Cuando conocí la Psicología, me pareció una distinción arbitraria y coyuntural. Porque sano era lo que encajaba y enfermo lo que desentonaba. Pero esto de “desentonar” tiene mucha miga histórica. Si la genética ecuación de Kant, por ejemplo, se hubiera dado en el siglo XX, es más que probable que la circunstancia le hubiera impedido devenir nada que se pareciera a Kant: con toda seguridad alguien le habría diagnosticado un TOC, de los de tipología repetitiva, en edad temprana. Y a partir de ahí, todo habría sido “coyunturalmente” trastocado. Mi fe en la psiquiatría es también escasa.

    Por eso me gusta tu párrafo. Sólo discutiría un par de términos. Cuando dices “...no están reñidas con la enfermedad”, yo antepondría a ésta un adjetivo; algo así como “...reñidas con la 'convencional' enfermedad.” Y cuando concluyes “incluso para una mente enferma”, yo matizaría con un adverbio: “incluso para una mente 'supuestamente' enferma”. Lo demás que dices es tan perfecto que no admite discusión.

    ...Y, yo no sé por qué, no hago sino acordarme de una encantadora película: “Mejor imposible”.

    Un "cordial" saludo.

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  8. Humor negro...por algo te apodábamos "el fune". digo yo.
    En cuanto a la mentira, supongo que es el recurso fácil para salir de apuros sin tener que dar muchas explicaciones, los que convivimos con adolescentes lo tenemos archisabido, el problema es cuando el individuo comprueba que eso funciona, que se puede ir por la vida instalado en la mentira sin que exista una contrapartida negativa, y eso es lo que en general transmite nuestra sociedad. por mucho que algunos educadores, profesores y padres nos empeñemos en defender "la verdad" como concepto y código de vida, la realidad que es niño/adolescente percibe es otra, y contra eso es muy difícil luchar

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  9. Así es, Rocío, por eso “el fune” sigue paseando al “fune”: ya le es imposible blanquear la “piel” de tantos años.

    Si trabajas con adolescentes, ¡Dios te ampare!: la adolescencia ha dejado de ser un intervalo que no poseía el futuro mientras pretendía hacerlo, para convertirse en una intemporalidad sin ayer cuyo único proyecto es el próximo “fin de semana”. Ésta es la gran mentira que han mamado de su tiempo: una nada enorme por detrás, un vacío inmenso por delante. ¿Y la verdad…? ¡Qué tontería! La verdad es “un depende” y, según “la investigación”, un diagnóstico de temprana estupidez. ¡Qué cosas!

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  10. ¡Ay "Señor"!
    Te voy a llamar "un hombre pesimista" ("El don de la vida" de Fernando Vallejo,es un libro interesante)

    Nada acontece sin razón,el hombre es el que cambia,le lleva a ver otras verdades,va seleccionando los que le son afines,y cegándose para todas las démás.
    ¿ No es ésta la historia del hombre?

    Desde la bella isla Ko Lipeh(Tailandia),con un calor tremendo y mosquitos,en busca de algún refugio de piratas.

    Un beso veraz

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  11. Llámeme vuesa merced como se le antoje, mi hoy exótica y lejana Circe, pero me parece que tengo poco, muy poco, que ver con Fernando Vallejo.

    Ese “nada acontece sin razón” me recuerda al “principio de razón suficiente” de Leibniz: “todo tiene una razón para ser”. Esa razón es la trascendencia, porque una razón así proclamada es algo que supera a su propio enunciado; si no fuera así, si no lo superara, no diría que “nada acontece sin razón”, sino A sucede por B, C por D… X por Y. Una razón que no se concreta es una razón entregada a la divinidad. Con lo que, por cierto, no estoy en desacuerdo.

    Claro, que es natural que las diosas que deambulan por lejanas islas sean metafísicamente optimistas. Conste que, mientras tanto, los oscuros mortales también lo estamos intentando.

    Un beso suspendido en Optimismo en la convocatoria de junio

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