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El enajenado

.


.

En extraño lugar así yo puesto,
de nadie sino vos podré valerme.

Ausias March


Tuyos son los catálogos felices
que ordenaron mis sombras en sus días.

Tuyos son mi saber y mi ignorancia;
y concederme más, y no importarte
que en tan pequeño cuenco hubiese nada.

Tuyos son los telares con que Aracne
tejió mis vanidades y mis noches.

Tuyos, los ojos que jamás me vieron
y cruzaron conversos de una imagen extraña.

Tuyos, los labios que en mis labios
se dejaron el rastro de una empresa.

Tuyos, los días que me hicieron daño,
a veces sin querer, a veces nunca...

Tuyos, el precio del mundo y su importancia,
las letras impagadas de unos versos,
la deuda inexplicada de la vida…

Tuyos, el sol y el verbo regalado.

Tuya,
la cartografía de mi alma.



11 junio 2010
.

Comentarios

  1. Un poema de amor para empezar el sábado. Me hace falta ese "tú" y ese "tuyo"... cuando mi república se ve desbordada de adolescentes, libros, apuntes, exámenes, lamentos y alegrías escandalosas.

    Cerrar los ojos y recordar cuando el "tuyo" no tenía que saltar tantos obstáculos... cuando había menos interferencias para decir "es tuyo".

    Un poema precioso. Quiero volverme a sentir enajenada.

    Gracias, profesor

    ResponderEliminar
  2. Es lo que tienen los desbordamientos de la adolescencia, Sunsi, que ponen patas arriba el mobiliario de toda su amable circunstancia. Pero no importa: los hijos son otra forma de enajenación. No tienes más que hacer una prueba: cambia el insistente “tuyos” por “vuestros” y alguna que otra concordancia, y te parecerá que el poema amplifica el amor en tu “república”.

    Gracias siempre a ti.

    ResponderEliminar
  3. Bueno, Veridiana, o Circe, o Circe-Veridiana, no sé qué raro hechizo habéis hecho que no consigo publicar vuestro halagador comentario: me da un error y un críptico mensaje. De todas formas, vaya con mi agradecimiento una aclaración: los poemas de amor (como todos en realidad) cuando se piensan tienen una dedicatoria singular, cuando se escriben, ésta se convierte en otra cosa; algo así como “Su nombre era el de todas las mujeres”, que es el título de un delicioso poemario de Luis Alberto de Cuenca.

    Un beso universal.

    (Seguiré intentando la publicación de vuestro comentario, no vayáis a pensar que es un desaire)

    ResponderEliminar
  4. Afortunadamente no hay que explicar nunca los poemas de amor, pero, a pesar del nombre de todas las mujeres, que era el suyo -según luis Alberto de Cuenca-, ya decía Ausias March aquel "de nadie sino vos" que nos recuerdas.

    "De nadie sino vos"... pues siempre es de alguien, a veces de una manera tan extraña, la cartografía de nuestra alma.

    Me gusta el insistente "tuyos", esa enajenación que no es locura.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  5. Dices bien, Olga, se trata de una “enajenación que no es locura”. En eso consiste, para mí por lo menos, la naturaleza del amor: en dejar de poseerse, en “extrañarse” de uno para reconocerse en el otro. A algo parecido, según me ha dicho, quería referirse el caballero el otro día, porque a él le parece –también a mí– que no van por ahí los tiros de las “lecturas” que el amor hoy hace. Más que privarse de sí para ganarse en el otro, parece intentar privar al otro de sí para ganar en su egoísmo. Por eso entendemos él y yo mejor a Larra que a Otelo: aquél es un enajenado, éste un desposeído rabioso.

    Gracias nocturnas, y un beso.

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  6. El alma en el otro, a través de todos los números que la sostienen.

    Siempre el otro.

    :)

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