El valor de la filosofía ha estado desde sus orígenes en las preguntas. Las respuestas son ocupación de la supervivencia; las respuestas pretenden la utilidad. Las preguntas, sin embargo, todas esas preguntas que nos atraviesan el pensamiento sin posibilidad de hallar nunca reposo para su esfuerzo; todas ésas tan denostadas, tan perseguidas, tan ninguneadas por la vanidosa razón –ilustrada primero; instrumental, después; confusamente empirista, siempre–; todas las que desde el siglo XVIII han sido desviadas, sistemáticamente, a la sección de Salud mental por la iniquidad mercenaria de los súbditos de la desesperanza, no sirven para nada; o, mejor dicho, resisten el asedio de la nada. Son, como los acantilados ante los envites del mar, una rocosa fortaleza del alma, un cerco amurallado para el hombre. Porque hablar del alma es hablar con ellas y no querer hablar de ellas es desarraigar al hombre La grandeza de la filosofía está –o estuvo– en no poder responder, en no a...
Y qué solos nos deja sólo
ResponderEliminarAy, Antonio, ya no hay respeto por nada, ni por la soledad del solo ni por la manera de ser del solamente. En fin, que su diacrítica distinción permanezca siempre en nuestra memoria, porque ya no va a estar en ningún otro lado.
ResponderEliminarUn beso, caballero.
"Ha ido solo a la farmacia..."
ResponderEliminar¿Qué ha pasado? ¿No lo han acompañado? ¿O es que no le ha dado tiempo de pasar por el súper? ¡¡¡Ahhhh!! Nos vamos a quedar con la incógnita, Antonio.
Buenísimo el poema.
Un saludo afectuoso.
Lo que es terrible, Capitán, porque es señal de que también las palabras empiezan a “confundirse.”
ResponderEliminarClaro que no hay respeto, Olga: primero engañan al viejo “solo” y le dicen que además de adjetivo va a ser adverbio, y luego resulta que es mentira, que lo dejan en usurpador ambiguo del pobre y difunto sólo.
ResponderEliminarUn beso, mi Señora Doña Olga.
No sólo con ésa, Sunsi, sino con muchas más. Porque una cosa es decir que el lenguaje sea una realidad viva y, por lo tanto, naturalmente cambiante; y otra que la vida sea esta obsesión artificial por el cambio. Es una especie de enfermedad, que no sufren sólo los “académicos”: si algo es distinto, es mejor. Supongo que nos hemos olvidado de que la naturaleza propone cambios aleatorios constantemente. Pero elimina la mayoría.
ResponderEliminarNo quería ponerme serio, pero se me ha ido la luz (la de Edison, naturalmente) y se me ha quitado el humor.
Gracias y un cordial saludo.
Soledades juntas.
ResponderEliminarMi beso y tú.
Una hechicera nunca está sola, Morgana-Circe-Veridiana, eso es cosa de los adjetivos que ven arruinarse los adverbios que los prolongaban.
ResponderEliminarUn beso para vos.