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A todos nos queda algo en alguna parte, en alguna señal extraviada por los mapas. A todos nos quedan una ciudad y un día –un allí y un entonces– a los que llegamos por azar y donde se atrincheró el alma para resistir frente a lo demás, frente a lo que luego ocurriría o antes obligadamente nos pasara. Como los arcos de las catedrales, como los arcos de cualquier edificio, la vida tiene –en algún lugar, en algún momento– una piedra clave que da razón de su ayer y escribe su inevitable mañana.
A todos nos queda un refugio, un rincón excepcional, sin el cual no sabríamos por qué, fuera de él, en su fría hostilidad externa, aún seguimos viviendo.
A cualquiera –quiero creer que a cualquiera– le quedan un ayer y un lugar, por lo menos un lugar y un ayer, en los que a la rara crueldad de la vida no le inquieta ser cruel ni ser rareza: simplemente, se quiere a sí misma.
La felicidad es eso… Lo demás, un necesario andamiaje, una servidumbre provisional que solemos llamar tiempo.
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A todos nos queda algo en alguna parte, en alguna señal extraviada por los mapas. A todos nos quedan una ciudad y un día –un allí y un entonces– a los que llegamos por azar y donde se atrincheró el alma para resistir frente a lo demás, frente a lo que luego ocurriría o antes obligadamente nos pasara. Como los arcos de las catedrales, como los arcos de cualquier edificio, la vida tiene –en algún lugar, en algún momento– una piedra clave que da razón de su ayer y escribe su inevitable mañana.
A todos nos queda un refugio, un rincón excepcional, sin el cual no sabríamos por qué, fuera de él, en su fría hostilidad externa, aún seguimos viviendo.
A cualquiera –quiero creer que a cualquiera– le quedan un ayer y un lugar, por lo menos un lugar y un ayer, en los que a la rara crueldad de la vida no le inquieta ser cruel ni ser rareza: simplemente, se quiere a sí misma.
La felicidad es eso… Lo demás, un necesario andamiaje, una servidumbre provisional que solemos llamar tiempo.
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Antonio... Esta última temporada te he leído como siempre...aunque no he sabido comentar...
ResponderEliminarMe ha gustado tanto esta entrada... Si llegaran a nuestras vidas vientos huracanados seguro que sabríamos exactamente cuál es lugar y el momento (algunos se libran y no creo que por ello sean más afortunados) ... Si llegan, te agarras fuerte a ese punto que sucedió y es tu reserva cuando hay hambre o tu clavo ardiendo para no acabar entre los escombros.
Gracias... profesor.
Con comentario o sin él, muchas gracias siempre, Sunsi. Es alentador pensar que personas como tú quieran dedicar unos minutos a estas palabras.
ResponderEliminarEs cierto que descubrimos tales lugares cuando nos llegan vientos huracanados. O cuando el tiempo ya es irreversiblemente adverso. Como la gente mayor, muy mayor, que nos habla de cosas que apenas entendemos y sonríe mientras lo hace. Algo así creo que ocurre con mi padre.
Un cordial saludo, grata compañera.
¡Qué interesante lo que dices!
ResponderEliminarCiertamente,hay momentos en nuestra vida que podemos parecernos a esos personajes tan maravillosos de la película Casablanca,igual con menos glamour...
Un beso desde mi ricón especial
Aunque la canción y los personajes puedan sugerir momentos de película, yo no me refiero a ellos. En realidad, Veridiana, en lo que yo pienso es en aquello de Nietszche: “Le has dicho sí a alguna alegría. ¡Ay! amigo mío, entonces le has dicho sí a todas las tristezas.”
ResponderEliminarEsa “alguna alegría”, así voluntariamente afirmada, arrastra también la afirmación de todas las tristezas precedentes o consecuentes. Y coincide también con el momento y con el lugar de que hablo. La melodía era un adorno más o menos pertinente.
Muchas gracias, y un beso desde cualquier momento.
"Ay,triste que vengo"
ResponderEliminarVenga,te invito a una copita...
Considéralo así: todos los momentos de la vida tienen que ver entre sí; unos sin otros no son posibles. Así que, cuando queremos de verdad –y a lo grande– alguno de ellos, como dice Nietzsche, queremos todos los demás. Esa la esencia de la “voluntad de poder” (que es “voluntad de vivir” y no lo que casi todo el mundo piensa). La vida no es un menú a la carta en restaurante de lujo; y si lo fuera (la sociedad actual cojea en tal pretensión), ni sería voluntad, ni sería feliz, ni sería vida. Sería… una decadente y constante indigestión. Y no hay más que mirar alrededor para estar de acuerdo.
ResponderEliminar¿Triste…? No sé; pero don Juan del Encina también escribió:
Mucho gana el qu’es vencido
por merecer tan crecido,
y es vitoria ser vencido
sin jamás poder venceros
… Y a una copa, yo nunca digo que no.
¡Salud!
Pues venga, que yo tampoco digo nunca que no. Algo de rincón y refugio tiene para mí saber que siempre estás por aquí de imaginaria. Y venir a leer. No es un lugar, pero es un tiempo de palabras compartidas, uno de los espacios de mis destartaladas habitaciones sentimentales.
ResponderEliminarBuenas noches, caballero.
No creo, doña Olga, que vos necesitéis de este rincón o este refugio pues disponéis, sin duda, de más grandes territorios en el alma vuestra. Yo sé que sólo vuestra generosidad los alza a cotas que no alcanzan, ni por más que quisieran jamás alcanzarían…
ResponderEliminarBueno, aunque lo diga de modo tan ridículo, es verdad. O mejor dicho: gracias por acicalar estos rincones.
Un beso.