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Carta abierta de un profesor madrileño a su Presidenta

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Sra. Presidenta:

Hoy, domingo primerizo de recental septiembre, voy a robarme unos minutos de mi “acostumbrado descanso” para escribirle unas palabras a las que usted, naturalmente, no va a dedicar un solo segundo. Pero lo entiendo –yo soy así, afable y comprensivo–: usted tiene muchas cosas que hacer; yo, sin embargo, soy una especie de “okupa” en su Administración que sólo dedica unas pocas horillas de su vida a parlotear en las aulas.

El asunto que me preocupa tiene que ver con una impertinencia suya –dicho sea sin ánimo de ofender y según la primera acepción que la R.A.L.E acomoda a la palabra susodicha–. Al parecer, y como consecuencia de la inquietud del profesorado ante los ingenios con que su gobierno quiere poner freno a la “crisis”, nos ha dedicado usted algunas perlas verbales como ésta: "Sabemos que les estamos pidiendo un esfuerzo especial, pero 20 horas son, en general, menos de las que trabajan el resto de los madrileños." Insisto en la “impertinencia”, porque estoy convencido de que lo dijo usted “fuera de propósito”, es decir, sin ánimo o intención. Vamos, como “sin querer”. Y es mejor así, porque la intencionalidad equivocada, moralmente al menos, puede perdonársele a cualquiera. Peor sería, en mi opinión, que lo hubiese dicho usted “sin saber”, es decir, sin tener la más remota idea de las horas que “trabaja” un profesor. Si esto fuera así, desde luego sería muchísimo peor; porque la ignorancia de un gobernante sobre los asuntos que conduce, y corregir pretende, tendría que ser motivo de su inhabilitación inmediata. Usted lo haría conmigo, sin ninguna duda, con total justicia.

Me llama la atención que en un conflicto reciente –y de solución casi inmediata por cierto– sobre la Liga de Fútbol, a nadie se le pasara por la cabeza afirmar que los futbolistas trabajan 90 minutos a la semana (“en general, menos de lo que trabajan el resto de…” los mortales). Bueno, en realidad no me llama la atención, porque cualquier pardillo habría respondido inmediatamente que esos 90 minutos sólo son el relámpago del espectáculo, la punta de un iceberg que se sostiene en la enormidad sumergida de un trabajo tedioso, rutinario y constante día tras día. Por desgracia, esta diligente sabiduría del pardillo sobre el trabajo de un futbolista se convierte en perezosa ignorancia cuando se trata de un profesor. La lamentable, injusta y mezquina imagen de éste, provocada por algunos de ustedes y consentida por casi todos los demás, ha conseguido convertir mi oficio –que es lo que primero y siempre necesita el hombre para cumplir su naturaleza– en una especie de taberna de vagos. Declaraciones como la suya, Sra. Presidenta, ya sea por ignorancia o descuido de la voluntad, son un crédito gratuito y lamentable para ampliar esa taberna.

Hace un año, con la ley de Autoridad del Profesor, que usted conocerá, tuve un espejismo. Por desgracia ya se me ha pasado. Lamento profundamente el menosprecio sistemático con que se trata nuestro esfuerzo y nuestra dedicación, pero lamento aún más la enfermedad social que con ello se está propagando.

Brindo desde la barra de “mi ociosidad”…

A su salud, naturalmente.


P.D.: Una pregunta al margen: después de un jueves de doce horas y media en el instituto y dos horitas en casa corrigiendo unos exámenes, un viernes de otras doce horas de permanencia en aquél, y un sábado de cinco horas ajustando cálculos (actualmente soy Jefe de Estudios y el lunes tengo la reunión del “cupo”) he llegado a la conclusión de que en tres días (incluyendo uno no laboral) ya llevo treinta y una horas y media de las “veinte” que, sin yo saberlo, me corresponden. ¿Quiere esto decir que la próxima semana sólo debo trabajar ocho y media?
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Comentarios

  1. Espe está intentando tomar medidas anti-crisis. En el caso de los profesores, se pide un esfuerzo que no se puede sintetizar en dos horas más de clase a la semana.

    La coletilla ha sido de lo más desafortunada. Es el baremo del desconocimiento de lo que implica la labor docente.

    Bravo por el post, Antonio.

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  2. Buenos días, Antonio. Acabo de leer tu carta que, si hubieras dejado espacio para recogida de firmas, ni te cuento. Pero... es que ya sabes, el que está muy arriba no distingue nada bien lo que ocurre abajo, donde nos enfrentamos al toro, todos los días, con los capotes gastados como si fueran nuevos.
    Lo peor de todo esto, es que efectivamente la gente que no es del oficio piensa que solo se trabaja ese tiempo,( unas horitas de clase y ya está).
    Es bien triste que vivamos en un país donde sus dirigentes se empeñan en menospreciar a aquellos que luchan en la cantera de la vida para que la sociedad que les quede sea más respetuosa, más honesta, más sincera y más auténtica.
    No entiendo ese empeño absurdo que dice muy poco de ellos y especialmente el deseo obsesivo de falsear la realidad.
    Un beso animoso para la semana que te espera.
    Doña Anónima

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  3. Tú me conoces de sobra, Sunsi –aunque si nos encontrásemos, no nos reconoceríamos–. Lo que me duele de este lamentable “error” es la indignidad, la perversa imagen nuestra que se le queda a todo el mundo en el inconsciente después de leer “…20 horas son, en general, menos de las que trabajan el resto de los madrileños”. Si fue una torpeza, debería reconocerse y rectificarse en los mismos foros en que se cometió. Si no lo fue, entonces se trata de una miseria, políticamente coyuntural, y de una grave estupidez histórica: esparce un lodo inicuo bajo los cimientos de una profesión que sostiene la sociedad y arruina la posibilidad de que ésta crea en sí misma... ¡Calcula tú lo que después podrá creer en sus “dirigentes”!

    Muchas gracias siempre por el cariñoso amparo de tus palabras.

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  4. Aquellos que han hecho de la mentira su oficio nada saben ni quieren saber de los sencillos. Ellos -nosotros- son combustible para su máquina de poder.

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  5. La pregunta que yo me hago, Doña Anónima, es por qué se ha llegado a esta ignorancia injusta, por qué “…la gente que no es del oficio piensa que sólo se trabaja ese tiempo (unas horitas de clase y ya está)”, por qué nadie es tan tonto que piense que el trabajo de un actor son las dos horas que dura una película; o el de un atleta, los segundos que tarda en recorrer cien metros; o el de un político, su sesteante intervalo de una sesión parlamentaria…

    La pregunta que yo me hago es qué podrido interés político está tan interesado en presentar al profesor como un sinvergüenza ocioso.

    Gracias por tus palabras, y un beso "desconcertado".

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  6. Es perfecta la imagen, Félix: somos “el combustible” de una maquinaria poderosa… ¡Y soberbiamente narcisista! Su peor enemigo es ella misma: por un puñado de aplausos demagógicos, acaba haciendo arder los pozos de su misma energía.

    Gracias por tus palabras.

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  7. Antonio, entiendo tu indignación. Y la comparto. Desde luego, si la afirmación de tu presidenta es por ignorancia, malo, y si es intencionada, peor. Peor para todos y para todo.

    Lo que ocurre es que yo creo -porque le he escuchado declaraciones anteriores a ésa en las que parece claro que es consciente de que la jornada laboral de un docente no se limita a las horas lectivas-, que ha sido un lamentable error en la forma de expresarse. En todo caso, y como bien dices, si ha sido una torpeza, ya está tardando en explicarla, rectificarla y pedir disculpas.

    Un abrazo

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  8. ¿Verdad, amigo Tato, que de un tiempo a esta parte las palabras e ideas de mucha gente parecen acoplarse con preocupante torpeza? Raro es el día que no nos sale algún personaje de social relumbre para aclararnos que donde dijo digo quiso decir, en realidad, Diego.

    Yo creo que es debido a la “actividad solar”, que, al parecer, es muy intensa últimamente, y provoca unas tormentas magnéticas peligrosísimas para las centrales eléctricas. Y claro, las “cabezas rectoras” sufren frecuentes apagones y nos dejan a oscuras…

    Gracias por tu comprensión, amigo mío.

    Un abrazo.

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  9. Antonio, tengo mi teoría sobre la pregunta que te haces: "La pregunta que yo me hago es qué podrido interés político está tan interesado en presentar al profesor como un sinvergüenza ocioso."
    Creo que, el que tiene poder, tiene miedo de aquel que sabe que lo tiene aunque éste no sea consciente de ello.
    ¿ Imaginate, qué pasaría si no obligaran a los docentes con una ley absurda que falsea los datos del fracaso escolar,a pasar de curso sin saber nada de nada.? si los docentes enseñaran a pensar, a ser criticos, a hacer conscientes a los jóvenes que de seguir así no tienen futuro, que es realmente lo que les está pasando; pues entre otras cosas el movimiento indignado sería pecata minuta.
    No te parece que tienen motivos sificientes para otro Mayo del 68.
    Sería demasiado largo exponer aquí, pero yo sí que se la respuesta a tu pregunta y tu también.

    Besos.
    Doña Anónima

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  10. Por qué no le envias esta carta a su buzón de correos?
    ¿Hay que hacer alabanza a la ignorancia?,igual es lo que pretenden.
    Hoy en R.Nacional Gregorio Peces-Barba,comentaba:"Esto afectará más a Madrid,Galicia y Andalucía,donde gobierna el PP."

    ¡ Animo a mis amigos y familiares que estaís en esta situación a no conformaros!
    Un beso.

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  11. Doña Anónima, perdón por el retraso. Anoche llegué tarde, como todo los días, y me enfrasqué en una entrada consecuencia de una conversación previa.

    Las leyes han causado verdaderos estragos en la educación. Y no me parece que esto se tenga muy claro. En cuanto al “mayo del 68”, ¿de verdad te parece que sirvió para algo? Como bien dices, “sería demasiado largo exponer aquí”, todo lo que tampoco sobre esto acaba de convencerme.

    Gracias, otra vez, por tus consideraciones.

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  12. Lo primero, Veridiana, pedir perdón también por lo que digo un poco más arriba.

    Lo segundo, agradecerte el ánimo. Son tiempos difíciles, pero los hay más difíciles; son tiempos injustos, pero lo pueden ser más… Para mí lo peor es otra cosa; lo peor es que son tiempos muy raros, tiempos que tienen un olor raro, un olor extraño, profundamente desagradable, diferente…

    Pero, vete tú a saber, a lo peor es que a mí se me esta enrareciendo el olfato.

    Gracias de nuevo.

    Besos mil.

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