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Supongo que en cada uno de nosotros existe un raro mecanismo que activa el proyecto de la memoria. No la memoria simplemente, sino su indefinido proyecto. Lo califico así porque no soy capaz de delimitarlo, porque no sé qué es en realidad. Se parece a un deseo concebido por el alma para creer en el paisaje de sí misma; aunque no lo haya sido nunca, aunque jamás haya sabido dibujarse en el reloj por que pasaron sus días. Supongo que ese mecanismo extraño es un azar con que nos encontramos: una imagen que nos asalta, un perfume que nos embarga, una música que nos rodea... Qué más da; es algo que pasa en nuestras afueras y se cruza con nosotros. Lo vemos o lo acariciamos o lo oímos… y el microprocesador de la memoria, esa memoria tan kantianamente pura, tan huérfana de contenidos, se dispara aunque no lo pretendamos.
El nombre que le damos a este vacío rememorar es nostalgia. A su padecimiento lo solemos llamar melancolía.
A mí me pasa con esto, que he recogido otras veces. Merece la pena volver a oírlo.
El nombre que le damos a este vacío rememorar es nostalgia. A su padecimiento lo solemos llamar melancolía.
A mí me pasa con esto, que he recogido otras veces. Merece la pena volver a oírlo.
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Memoria y música. Su indefinido proyecto asoma mejor si nos mantenemos de imaginaria, nocturnos y dispuestos. Que ese raro mecanismo no se rompa, aunque a veces la nostalgia se convierta en melancolía.
ResponderEliminarUn beso, maestro, y que pases muy felices días con los tuyos.
Una y otra y otra y otra vez
ResponderEliminar.
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Con qué hermosísima delicadeza lo ha expresado usted. "El indefinido proyecto de la memoria"... Tan indefinido y tan punzante, tan abstracto y concreto a un mismo tiempo. Las afueras, en efecto, atacando el mismísimo centro.
ResponderEliminarUn saludo cordial,
Hernán
Pues lo cierto, Olga, es que cada noche se me hace más gravoso mantener este ‘militar servicio’. Pero tus palabras son siempre un cariñoso aliento.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por regalármelas.
Un beso fuerte.
¿Verdad que sí, amigo s777?...
ResponderEliminarY otra… Y otras muchas veces… otra vez más.
Gracias.
Siempre es un lujo, amigo don Hernán, encontrar su exquisita inteligencia amparando las viejas palabras mías.
ResponderEliminarGracias… ¡Siempre!
La melancolía esa intensa intimidad,ese misterioso mal...
ResponderEliminarA mí,me gusta,me parece erótica.
Un beso inmersa en esa música.
Disfruta de la Navidad!!
Probablemente, Veridiana, probablemente ese 'raro mecanismo' que acaba en melancolía tenga algo de erotismo. Gracias por el apunte.
ResponderEliminarUn beso, y feliz Navidad.
Son pedacitos de eternidad que una vez que nos sorprenden, elegimos vivirlos de nuevo.
ResponderEliminarUn beso lleno de música.
Doña Anónima
“Pedacitos de eternidad…” ¡Luego la eternidad es divisible!
ResponderEliminarMe gusta la idea, Doña-Anónima. Supongo que el divisor es el corazón y que la eternidad dividida por éste tiene el cociente exacto de esos “pedacitos” de que hablas.
Me parece muy recomendable que los escolares aprendan, además de las ‘reglas de divisibilidad’ habituales (por 2, por 3, por 5…), ésta que apuntas; sobre todo porque lo que divide la eternidad es el corazón; y el resultado, la melancolía.
Un beso.
Muchas gracias, Arainfinitum. Y por supuesto, brindo encantado por tus buenos deseos... y por ti.
ResponderEliminarUn abrazo.