Lo escribí hace nueve años y está aquí mismo, colgando del árbol 2011
como una rama de hojas secas en lejano otoño. Por eso lo he querido sacar a
esta primavera tan de nadie que nos ha envenenado los cuerpos y, lo que es peor,
puede envenenarnos las almas. Dedicado, pues, a todas las soledades que aún nos amenazan.
Manual de emergencia para un náufrago
Lo primero es mirar el horizonte, plano y azul del mar, y pensar que
morir es lo de menos.
Lo segundo, alegrarse de ser tú –y
no nadie a quien quieres– el que ha ido a parar en tal estado.
Lo tercero, buscar alrededor algo que flote por sí mismo; el trozo de
un recuerdo, por ejemplo, que, de puro feliz, no sea sumergible.
Lo cuarto, respirar pausadamente; reconocer la vida en cada bocanada de
aire aún permitido.
Lo quinto, conceder al frío la ignorancia; al cuerpo, en tanto mar, la
indiferencia.
Lo sexto, disfrazar los brazos de heroísmo y nadar hacia islas que no
existen.
Lo séptimo, leer la oscuridad, la noche, el código morse de los astros…
Lo octavo, inventar un sol naciente y la sombra de un barco en la distancia.
Lo noveno, gritar una palabra a la que no nos atrevimos nunca.
Y lo décimo… comprender que morir es lo de menos.
1
diciembre 2011
Buen momento para sacar y releer tu antiguo MANUAL en esta noche tan oscura.
ResponderEliminarUn beso.