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Una delicia...

 

Es una delicia. En general, el mundo siempre ha tenido personajes pintorescos. Pero hay tiempos y espacios en los que parece cebarse el azar de su conjunción. Nuestra tierra es fecunda en ellos. En este sentido, creo que es justo reconocer la espectacular brillantez que lustra nuestros días. La intriga, la improvisación, la mímica, la ficción, el estereotipo, la explotación del tópico… Son rasgos inseparables de este pintoresquismo nuestro, tan racial, tan sin autor que, no obstante la tilde de vulgaridad que suele empobrecer su palabra, merecería figurar como un renacimiento de la antigua Comedia del Arte. Cierto que a veces provoca indignación, pero no menos cierto es que otras invita a la sana y liberadora carcajada con que, mal que bien, podemos atenuar los dolores y males, presentes y por venir, de la maldita pandemia.

En nuestros Parlamentos hay grandes histriones y entre nuestros histriones hay grandes parlamentarios (lo que corrobora mi consideración anterior de que el actual es un momento de generalizado resurgimiento del arte de Talía). Los primeros hacen discursos espléndidos en los que se insultan unos a otros con brillantes chascarrillos (a veces un poco ordinarios, cierto es, como aquello de “yo me meto en la cama con quien me da la gana” que una ministra dijo; aunque hay que reconocer que es muy de sainete popular); los segundos hacen monólogos extraordinarios llenos de palabras cercanas e inclusivamente asépticas como gilipollas; cabrón de mierda, hijo de puta (en este caso no es necesario duplicar la terminación de hijo porque depende de quién sea su destinatario/a). En el amplio espectro de nuestros personajes en busca de autor, también los hay que, recurriendo a su experto desconocimiento de la ciencia, afirman “inteligentes” estupideces sobre la enfermedad y la tristeza que en 2020 le cayó al mundo. También existe un innumerable etcétera, hacinado en las redes, repartiendo estornudos mentales ─que se creen ideas─ y toses de la razón ─que se imaginan argumentos─. En fin, una enormidad de farsantes desnortados.

Pintoresco por demás, últimamente, me ha parecido un personaje errante, necesitado no sólo de autor, sino también de argumento y escenario, que en recientes días ha acariciado la gloria con una interpretación a lo Luis XIV del más cómico de los narcisismos, que es el avecindado con la megalomanía. Hete aquí que el expatriado histrión, luego de recibir resolución adversa del Parlamento Europeo a la indebida inmunidad otrora consentida, se despachó con la siguiente memorable sentencia: “Hemos perdido la inmunidad, pero la democracia europea ha perdido más". Pausa. Hagamos una pausa para la necesaria reflexión. Hay que reconocer que la frase es sublime, ensayada quizá frente al espejo en ángulo semifavorable (hay casos en los que no es posible obtener ningún ángulo de favor completo en los espejos), tan sublime como rotunda la carcajada que provoca. Digamos que es pasar de El Rey Sol a El President Bombeta. Cuadraría perfectamente en la oratoria de Polichinela.

¿Una delicia…? El ruedo ibérico, el gran circo de una España que, sin duda, desearía poder dirigirse a tanto farsante con aquellas palabras con que se despidió Estanislao Figueras, primer presidente de nuestra efímera Primera República: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Y se largó a Francia.

 

Marzo 2021


Comentarios

  1. Un circo, Antonio. Bufones, mequetrefes, histriónicos paseantes en cortes que son capaces de entrar en las más absurdas contradicciones, siempre y cuando sea en beneficio del único fin que les guía, acceder al poder o participar del mismo. Todo vale en este circo donde se ha desterrado la ética. Igual que los charlatanes de feria el vicepresidente (! como suena ! ) Vende las virtudes y propiedades de un producto que no existe y pretende ser el gurú que curará la sociedad. Un personaje que va en mangas de camisa a visitar al rey y en cambio ataviado con chaqué y pajarita a los Goya.
    Se han acabado las referencias a la " casta política". Ahora que ya somos " casta" vamos a defenderla y a decir que vamos a modernizarla, pero eso sí, para quedarse, que aquí se está muy cómodo y no como en la calle que hace mucho frío. En cuanto a su compañera de reparto y colega nuestra, que decir!! No hay palabras para rebatir tanto discurso. Y ya si nos ponemos a hablar del huido o fugado como se quiera llamarle a este petimetre que ya no sabe que hacer para ponerse a salvo y no acabar dando con sus huesos en la cárcel, lo más fácil sería denominarlo COBARDE. Pero lo malo del asunto es el hecho de que cientos de miles de catalanes de a pie se hayan vuelto impermeables, a la realidad, a la verdad, a la cordura, al sentido común, a la democracia y a las más elementales normas de convivencia.
    Y encima y por encima de todo esto tiene una que oír que le llamen facha por no gustarle la estupenda representación de este gran circo.

    Un beso y una alegría leerte otra vez.





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  2. Muchas gracias, Susi, por tu amplio y sincero comentario.

    En cuanto a la palabra “facha”, tiene un uso tan abusivo que prácticamente se ha desemantizado. Actualmente su generalizado empleo suele responder a la incapacidad de quien la usa para rebatir un argumento o una valoración que le ha hecho quien la recibe. Es decir, es una forma paupérrima de defender la escasez argumental propia; algo parecido hacen las mofetas cuando se ven en peligro.

    Un beso y gracias de nuevo.

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