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Madrid, Madrid, Madrid...


Nací en Madrid. Hace ya mucho tiempo desde luego. Hijo de padres y nieto de abuelos, por ambas ramas, también de Madrid. Mi alumbramiento ocurrió en Chamberí y mi educación en “La Prospe” (el viejo y también castizo barrio de “La Prosperidad”). De esta cadena de sucesos intrascendentes (para el mundo, no para mí, claro está) se desprende que soy irremediablemente madrileño. Y lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, siento casi la obligación de pedir perdón por ello. La verdad es que no sé por qué, pero es incontestable que, por gracia de unos políticos que parecen despreciarnos, cuando no somos culpables de ser verdugos, lo somos de ser víctimas. No son pocos los figurones de Comunidades que con los vaivenes de la pandemia han aprovechado para arremeter contra los madrileños (no ya contra su gobierno, sino contra sus ciudadanos) cerrándoles las mismas fronteras que babeaban por abrir a otros viajeros. Y no quiero decir que el cierre fuese o no loable exigencia sanitaria, sino que se remarcaba nuestro gentilicio como  apestado irresponsable. Aunque donde ha reventado el purulento absceso de toda esta inquina, más de los propios que de los ajenos, ha sido con ocasión de nuestras cercanas elecciones. Clarito, muy clarito queda que las cartas que algunos juegan pintan espadas y menosprecios. Como ejemplo de lo que digo, véanse los siguientes renglones de un artículo (Ganó Ayuso) de Antonio Maestre.

Madrid es un ecosistema especial en el que las virtudes supremas son las actitudes y compromisos del capitalismo salvaje y del liberalismo ultramontano. Un ambiente en el que llega arriba el que más amigos tiene y mejor riega sus relaciones y que desprecia el conocimiento, el esfuerzo y el mérito y la cultura. Una sociedad en la que solo importa tener herencia, familia y amigos y que ahoga a los que quieren sacar la cabeza desde abajo...

El articulista, natural de Getafe por cierto, pretende criticar, irónicamente, el supuesto triunfo en un debate de la candidata y actual presidenta Isabel Díaz Ayuso. Pero el hombre se pasa de frenada. O no se pasa, lo que es mucho peor. La subterránea síntesis de su perorata es que los naturales de aquí somos unos sinvergüenzas que despreciamos el conocimiento, el esfuerzo, el mérito, la cultura y, encima, pisoteamos a los más desamparados Ése es nuestro ambiente, nuestro ecosistema. Gracias, señor Maestre (apellido muy ortodoxo, por cierto, con los morfemas de género que imponer pretende la nueva y ministerial gramática), pero permítame que le sugiera que si quiere hablar de un partido político, diga: Los “Tararí-que-te-vi” son un ecosistema especial..., etc. No diga Madrid; deje en paz a Madrid. No escupa en su propia tierra ni se escude en tropos literarios tan importunos.

Claro que no es éste el único caso con deficiente frenada. A no pocos candidatos, aspirantes a manosear Madrid, no se les cae de la boca la palabra fascismo. El término parece tener una polivalencia abrumadora pues sirve lo mismo para un roto que para un descosido. Tan es así que muchas veces no hay quien entienda lo que con aquél pretende decirse. No me extrañaría por eso  que si a alguno le disgusta el cocido madrileño, opte por referirse a él como el cocido fascista; o, si Aranjuez le incomoda, que hasta escuche fascismo en el Concierto de Aranjuez (¡pobre Joaquín Rodrigo!). La conclusión que se desprende a tenor de lo dicho en casi todos los mítines de estos fascio-verborreicos, es que aquí hay mucho de eso; o sea, mucho fascista. De entrada lo son todos los votantes que no les votan a ellos; de salida, todos los que osan cuestionar cualquier antojo de sus comisarios políticos. Tendrían que hacerse mirar esto porque, francamente, me parece una falta de respeto al electorado, es decir, a nosotros, que tenemos todo el derecho a votar lo que mejor nos parezca o plazca y a no pensar lo que mejor les plazca o parezca a ellos. La obligación real de un candidato es mostrar lo que pretende hacer y seducir con su conveniencia. No embaucar, no crispar, no ofender. Decir más de lo bueno de uno mismo y menos de lo malo del otro. Y sobre todo mostrar y demostrar que siente orgullo por intentar merecer el apoyo y la confianza de los convocados a las urnas. Aunque bien es cierto que hay líneas políticas ocultas que estiman que cuanto peor vayan las cosas, tanto mejor para sus pretensiones. Así que no es de extrañar tanta imprecación entre tanto espumarajo. En todo caso, estoy harto de oír siempre la misma cantinela fascista

Aunque, de verdad, de verdad, lo que siento es dolor y vergüenza; ésta no por mí, sino por compensar la orfandad en que la dejan quienes realmente deberían sentirla. Cierto es que tengo ya la edad en que empieza a dolernos casi todo, pero la dolencia a que me refiero es de otro orden; es un raro sufrimiento que aqueja a la memoria cuando se estrella contra el tiempo. Y no se trata de melifluos lamentos seniles. El dolor de que hablo tiene que ver con una pregunta, quizá, incontestable: ¿qué ha pasado en los últimos años que nos ha convertido en este nido de rencores y crispaciones desatadas? No tengo que esforzarme demasiado para recordar, hace no mucho, ambientes y ciudadanos más amables, parlamentos menos agresivos, ministros más cultos… Algo o alguien, algún supercontagiador como se dice ahora, ha empedrado nuestros días de rabia y resentimiento. Madrid les importa un bledo, sólo quieren tomarla. Son los resentidos; los feligreses militantes del odio.

 

 

Abril 2021


Comentarios


  1. Que escriba algo Antonio Maestre sobre Madrid o cualquier tema u otra ciudad simplemente, ni leerlo. Resentido parece este señor que tira así contra su patria chica. Parece mentira, él, que siendo madrileño no sea capaz de ver la maravilla de una ciudad abierta, respetuosa y acogedora con todo el mundo que decida visitarla. Cómo se cura ese resentimiento?, yo creo que solamente con educación. Pero ya ves, Antonio para eso deberían volver a poner la asignatura de filosofía, y dejar de tragar todo lo que sale en TV.
    Un beso para Madrid, precioso con su primavera de amapolas, vencejos y cielo azul. Y por supuesto para ti mi madrileño preferido.

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  2. Pues, en realidad, lo único que en justicia puedo hacer para responderte es agradecer tu cariñoso comentario y desear que muy pronto España pueda sobreponerse a la mezquindad de muchos de sus dirigentes y recuperar la bonhomía entre sus regiones que siempre la caracterizó.
    Un beso de parte de Madrid

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