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La decepción inesperada


 

Cuando uno se cansa de todo, lo mejor es dejar correr la pluma para bajar la presión del alma. Libre, suelta, sin rienda de argumentos, ni brida de razones. A su antojo por todo lo que ocurre o no llega a suceder; como un vilano de esos que soplábamos de niños para verlo arroparse con el viento y llegar donde no nos alcanzaba la vista. Cuando uno se cansa de la tierra que habita y de la gente que arroja la verdad por la borda de mezquinas intenciones; o detesta los días que pasan escupiendo a la Historia y las páginas falsas de luces sombrías, y los lobos que aúllan a lunas que no existen. Cuando uno se cansa de todo y, mire donde mire, sólo ve oscuridad...

Oigo y leo a notables personalidades que discursean lamentando su decepción ante el inesperado (?) desmadre de botellones, gritos y borracheras que han sucedido tras el súbito final del estado de alarma. La verdad es que no puedo evitar la pregunta: ¿son tontos o simplemente se lo hacen?  ¿De verdad alguien podía esperar un austero y solidario recogimiento de estas masas incívicas? A lo largo de  seis meses, no sé cuántas veces hemos asistido a la sistemática violación de todas las exigencias  del estado de alarma por multitudinarios “fiestones” en colegios mayores, plazas urbanas, naves industriales, pisos turísticos, playas, descampados, etc. etc. No sólo eso, en agosto pasado proliferaron lamentaciones similares por jolgorios parejos que desembocaron en los desastres de la segunda ola (en la entrada del 23 de ese mes, “La tristeza avergonzada”, ya me referí a ello). En cualquier caso, y se pongan como se pongan quienes aseguran haberse sorprendido, esto es algo que esperábamos y temíamos casi todos y que tiene una explicación sencillísima: la paupérrima educación cívica de ciertos sectores de nuestra sociedad. Es patético que en un mundo en que la muerte (no sólo de covid, sino de todo tipo de enfermedades y carencias) acorrala la alegría y la esperanza en sus rincones,  haya tipos de tan impermeable arquitectura moral.

Sin embargo, no oigo ni leo ninguna inquietud causal sobre el escasísimo civismo de esas masas humanas. Quiero decir, que a nadie parece inquietar qué es lo que las ha llevado a tan lamentable estado. Es más, de no ser por el coronavirus, no habría ningún estupor ante su comportamiento de escandalosos primates ensuciando las calles y los parques. El asunto es que el botellón es un invento de largo recorrido; de más de veinte años. Una cultura, como estúpidamente se suele decir cuando hogaño quiere bendecirse cualquier sandez que se le ocurra a unos cuantos bípedos implumes. Tan es así, que en tiempos prepandemia tenía uno de sus escenarios favoritos en la Ciudad Universitaria de Madrid. Con un consentimiento más o menos tácito de las autoridades, fue incrementando su atracción lo que, unido a unas leyes educativas cada vez más deficientes, desarrolló la enfermiza conciencia de su imprescindibilidad y abusivo ejercicio. Además, ese rasgo de multitud un tanto embrutecida, que lo acompañaba, era toda una inversión para los capitales totalitarios, que tanto abundan en nuestro tiempo. ¡Cabezas huecas con una pátina de ideas importadas, repetidas en momentos clave, pero sin ningún calado en las almas! Y emergieron los ciudadanos de 1984  o los épsilon de Un mundo feliz  coreando desaforadamente:  soma, soma, soma…! Pero un día, de pronto, llegó el silencio, la abrumadora soledad de las noches sin paraíso, la larga pausa del aburrimiento (?)... Lo de menos para ellos, desgraciadamente, pareció ser la tristeza y la muerte.

En nuestro caso, evidentemente, la causa próxima de esta indignante actitud es la irresponsabilidad de un Gobierno que abre la espita de una cámara a presión sin aclimatamiento previo y racional de la barbarie que encierra. Y la causa remota, una educación miserable que no ha sabido, y sigue sin saber, hacia dónde hay que mirar para formar ciudadanos libres, responsables y verdaderamente solidarios.

Cuando uno se cansa de todo, lo mejor es dejar correr la pluma… Y así bajar la presión del alma.


Mayo 2021

Comentarios

  1. Miles de jóvenes borrachos en torno al botellón, los orines, la marihuana y el vómito, están llenando parques calles y plazas. Esos jóvenes con los cerebros masacrados a golpe de decibelio y consumismo están necesitados de la satisfacción inmediata. Esa urgencia de obtener al momento el objeto deseado, sólo puede desembocar en más frustración y contenedores calcinados. Y con la frustración, el círculo vicioso recomienza: El individuo libre está hoy en paradero desconocido; tal vez aturdido por el botellón de las masas.
    Según Ortega, uno de los rasgos que caracterizan a la masa es su completa renuncia al esfuerzo, unida a una glorificación de su mediocridad.
    La masa no lucha por su libertad individual pero es capaz de movilizar todas sus fuerzas para hacer botellón.
    Nadie protesta por el sistema educativo, ni por los precarios contratos laborales, ni por nada.

    Qué quieren que haga para que me voten? Esa es la pregunta del oportunista e inmoral político donde "el todo vale" es la ley.
    No son tontos,no. Son inmorales. Saben a ciencia cierta la respuesta de las masas, pero, ellos, esconden motivaciones personales, económicas y políticas.
    Náusea me producen cada vez que los oigo. Mientras hemos de asistir con estupor a las respuestas de unos y otros. Mientras, en la calle se oyen gritos de " libertad"Y
    la masa indiferenciada se reúne a beber y poco más, porque el ruido y la música impiden toda conversación. No se quiere pensar ya que eso haría irremediablemente encontrarse con su propio desatino y sin el rumbo que caracteriza sus vidas.
    Que tristeza verlos!

    Un beso

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    Respuestas
    1. Me he pasado la vida (cuarenta y seis años de ella) bregando en las aulas y esperando un sublime suceso: un pacto de estado donde la educación fuera el fin perseguido en sí mismo y no la herramienta del adoctrinamiento partidista. Por desgracia, y ya en el dique seco definitivo, he perdido la esperanza de verlo algún día. Y es que el poder desea por encima de todo la monocefalia de su pueblo. Calígula decía que para poder cortar esa cabeza de un solo tajo; con el desarrollo de las ciencias y tecnologías se consideró que era más útil invadirla, desarmarla y arrodillarla a su servicio. Uno de los instrumentos para tal fin es, claro está, la educación.

      Gracias como siempre por tus acertadas reflexiones.

      Un beso

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  2. De ella, de la llamada "educación" es de la que se sirven para tal fin. Desde la más tierna infancia comienzan de forma sibilina a socavar y a sembrar en esas mentes vírgenes el conformismo,la necesidad del placer inmediato y así...un largo etc hasta que llegan a convertirlos en estos seres que ahora vemos.
    Una pena, pero no cabe duda que así, son fácilmente manipulables.

    Un beso

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  3. Este artículo de Pérez Reverte dice cosas interesantísimas al respecto:
    https://www.xlsemanal.com/firmas/20210508/no-tiempo-heroes-arturo-perez-reverte.html#ns_campaign=rrss-inducido&ns_mchannel=xlsemanal&ns_source=wh&ns_linkname=noticia&ns_fee=0

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