La entrada de hace tres días hablaba de algunas tragedias que, he
de reconocer, no dejé muy bien definidas. La causa de tal imprecisión fue sin
duda que el texto, más que un texto, era un puñetazo de ira en el teclado; un
estallido emocional ante la barbarie de ese acto aberrante que es matar un
niño. Un acto, por cierto, en que las manos sucias se multiplican hasta llegar a implicar, en muchos casos cotidianos, la de todos nosotros. Las tragedias, que con
tan precaria definición redacté, se referían a
las siguientes pequeñas almas:
Pescaíto era, evidentemente, Gabriel Cruz,
el delicioso chavalín de ocho años que tuvo en vilo a toda España hasta el
doloroso desenlace de su hallazgo. Lo mató una maldita mujer
Aylan, claro está, se refería a Aylan
Kurdî, un angelito de tres años cuya foto de sueño sin vida boca abajo en una
playa de Turquía conmovió al mundo entero. Lo mató la huida de una maldita
matanza contra su pueblo, que él ni pudo saber jamás cuál era.
Mari Pili era María
Pilar Quesada, una niña de ocho años que estaba jugando en el patio de una casa
donde vivían sus padres. La mató, junto a otras doce personas (tres niños más
entre ellas), el maldito odio mercenario de una ambición política llamado ETA.
Oscura tristeza no tenía
nombre, como allí decía, porque realmente no se refería a un niño o a una niña determinados. Oscura tristeza era una multitud. Oscura
tristeza eran todos los ángeles que mueren todo los días en todos los
rincones del mundo olvidado, de hambre, de sed, de enfermedad o de cualquier
guerra miserable. Los mata la maldita indiferencia de todos nosotros.
Anna y Olivia no estaban con nombre ni clara referencia porque
estas dos criaturas eran precisamente el doloroso paisaje que había
provocado mi puñetazo de ira en el
teclado. Las mató un maldito hombre.
En muchos rincones de esta tierra nuestra (mía, sin duda, cada vez
menos) se han producido, inmediatamente, unánimes manifestaciones y gestos de
repulsa y condena por tal atrocidad. Pero en lo que he visto sobre ello, hay
algo que me repugna casi tanto como la miserable atrocidad de este parricidio:
la farisaica, oportunista y despreciable emergencia de los puros, esa
caterva indecente que explota el dolor y la tragedia de algunos para la
rentabilidad política de sus particulares intereses. Y lo digo porque en todas
esas convocatorias no hay ni una sola palabra sobre la vida arrancada a estas
criaturas, sobre la brutal amputación de su esperanza y su existencia. Hay, por
supuesto, proclamas acerca de la violencia machista, de la violencia vicaria,
del patriarcalismo, etc., pero nada en favor de quienes son las victimas reales
de todo por lo que vocean, pero también de todo lo demás que callan. Y este todo
lo demás les abarca a ellos y a ellas -por supuesto- y a mí y a los
políticos de cínicas especies que cada día abundan más en los escaños.
Sí Antonio, es así. Vivimos en un mundo cada vez más extraño, donde se defienden los derechos de los animales, el sacrificio cero en las perreras, la protección del medio ambiente como nueva religión, las hamburguesas veganas y el sexo"fluído"(hoy él y mañana..... hasta... 50 hay para escoger!!!), el Transhumanismo, la transespecie...... . Pero entre tanta locura, propia de una época en decadencia, se nos ha olvidado amar, ese acto connatural y sencillo, a la vez que difícil en la vida, que implica alegría, sacrificio, olvidarse de de uno mismo..., amor oblativo, aquel que era propio de nuestras madres, ah!, pero que ahora no debe ser transmitido, porque estamos interfiriendo en la autodeterminación de roll, de género y no sé cuántas cosas más. Una locura. Yo creo que aquello de "Cuando el destino nos alcance" está cada vez más cerca.
ResponderEliminarMuchas gracias, Loli, por tu comentario.
ResponderEliminarLos niños son las víctimas más desamparadas de toda esta orquesta de despropósitos sin duda. Son instrumentalizados desde antes de nacer, más tarde convertidos en sujeto experimental de las histerias pedagógicas de los ministros de educación (?). Y cuando la desgracia se ceba, como en el caso referido en esta entrada, es su pequeña vida, saltan voces inicuas hablando de otras cosas que lo único que pretenden es también instrumentalizar su muerte. Me da asco recordar todo esto.
Por otra parte, lo de los derechos de los animales es filosófica, moral y jurídicamente una soberana estupidez. Pero tiene una perversa finalidad, arrancar del ser humano su inalienable dignidad. Con ello se facilita que, al cabo, matar o descuartizar a un hombre tenga el mismo valor que hacerlo a un pollo. No está de más recordar aquí que históricamente ha habido monstruos que “mostraron humanitarismo con las bestias y bestialidad con los humanos: las primeras leyes europeas protoecologistas de protección de la Madre Tierra y de los animales fueron dictadas (entre 1933 y 1935) por el vegetariano Adolf Hitler.” Es fragmento de Fernando Savater en su “Tauroética”.
Yo creo, Loli, que estamos más cerca de “1984” que de “Cuando el destino nos alcance”