Ahora que tan de moda está pedir perdón por lo que hicieron gentes de otros tiempos y vidas de otras hormas...
Ahora que pedir perdón es todo un homenaje a nuestra cínica virtud −si seremos virtuosos que nos arrepentimos de lo malísimos que fueron los otros−...
Ahora que los actos no pasan de ser gestos, pancarta y narcisismo de falaces bondades...
Ahora que nos hemos liberado del gravoso dolor de las maldades propias...
Ahora que hacemos espectáculo de la infidelidad, escaparate de la traición, circo de la deslealtad...
Ahora que la verdad es una mentira que ha sabido repetirse −como predicara Göbbels− las mil veces prescriptivas (últimamente no se requieren tantas)...
Ahora que es tan lábil y tibia la conciencia…
Sólo queda esperar el paraíso, es decir, apartar la nariz cuanto antes de toda la basura que hemos generado...
...Y volver a escribir palabras para nadie.
Perdón por la verdad. Perdón porque soñara
la verdad ser verdad. Perdón por las heridas
que me llevan y arrastro –¡su huella, su dolor!-
Perdón por la batalla y el ruido del combate
gozoso tras un roce de repente sublime
–una mano en la mano, un vencejo en el aire,
el instante de un tacto que pasó y no sabría
suceder otra vez, ocurrir otro nunca–
Perdón por el empeño, la terca voluntad
del corazón vencido; por el lirio en la nieve,
la branquia ante el desierto, el día entre la noche,
el siervo del esclavo, el norte y el deseo,
la quilla en la mirada rompiendo lo imposible…
Perdón por el jardín que no hubo primavera.
Perdón porque he perdido la paz frente a unos ojos.
Perdón por tantas cosas… Perdón por la derrota. …
Perdón por no pedir clemencia al desengaño.
(Andrómeda, abril de 2009)
Debí ser una niña peculiar porque nunca me gustaron los circos. Me parecían todas aquellas personas extrañas a mí, unos seres, que vivían en una burbuja que flotaba de ciudad en ciudad sin tener nada que ver con la realidad de los demás.
ResponderEliminarAhora, pasados unos cuantos años, siguen sin gustarme, sigo sin entender estos espectáculos con los que nos obsequian todos los días estos circos políticos y sociales con los que yo no tengo nada que ver.
La diferencia está, Antonio, en que aquellos de mi niñez, no escandalizaban a nadie, no pretendían falsear la realidad en la que tú vivías. Estos sin embargo, con la codicia que les caracteriza están transformando una sociedad donde la violencia crece día a día y nadie empieza a estar ya a salvo de nada ni de nadie.
Un beso
Muchas gracias, Susi, por el adecuado complemento de tu comentario: vivimos bajo la carpa de un espectáculo indecente.
ResponderEliminarUn beso