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Caballitos de mentira

 




Los ojos, redondos y negros, sin norte en la mirada. La boca, entreabierta, con un gesto de asombro y confusión. Detuve el coche, lo observé con fraternal melancolía. Estaba empapado de lluvia y soledad junto al último portal de una calle solitaria. En su montura sólo quedaban memorias imposibles de niñas felicidades y horas de párvulas alegrías y jinetes de fingidas galopadas... A su grupa, apenas un equipaje de ayeres repentinamente ausentes. ¡Pobre caballito de mentira! Eras como un cuento triste de Navidad, un cuento vulgar con un asunto común; un objeto forrado con los sueños de un niño, abandonado en la calle, una tarde lluviosa de diciembre.

 Normal que fuera así. Producimos para consumir, consumimos para sustituir. Nos hablan de obsolescencias programadas. Nos convencen de usar y tirar. Y, poco a poco, todo se va haciendo indiferente, todo se va diluyendo en una reificación estúpida de objetos sin equipaje de ayeres ni álbumes del alma...

Lo doloroso, lo cruel, lo más amargo de este cuento es que también nosotros nos hemos convertido en cosas que se usan y se tiran, en productos que se consumen y sustituyen, en caballitos de mentira abandonados en las calles, una tarde lluviosa de cualquier diciembre.

  

26 dic 2021

 


Comentarios

  1. Descubro este espacio y me encuentro con este relato excelente. La tremenda tristeza que fluye de el , no le quita belleza literaria, todo lo contrario.
    Creo que se pueden hacer varias lecturas, aunque me limitaré a dos. Siento que hace mucho tiempo que educamos a los niños y fomentamos ese "consumismo", será que por comodidad preferimos comprar un juguete antes que disponer un tiempo con ellos para leerles una historia, compartir un juego o pasatiempo, o simplemente la naturalidad de lo cotidiano?
    Por otro lado aunque elijo confiar en la gente , socializar...adhiero en gran parte a lo que expresas.. Las personas pareciera ser que paulatinamente vamos "olvidando" aquello que de niños aprendimos...los valores, tan necesarios para que una sociedad sea empatica, solidaria, comprometida.. y no nos damos cuenta que a nuestro paso, hay mucha gente cercana, tan abandonada y sola como ese caballito de madera. Un abrazo grande.

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  2. Gracias por la visita, Eli, por tu generosa adjetivación de “este relato” y por el interés de tus dos lecturas. Sólo me gustaría insistir en que ese maltrato de despersonalización, de cosificación del ser humano es constante generalizada en nuestros días. Quiero decir que es la forma, por desgracia, cada vez más frecuente de relacionarnos unos con otros. Nos usamos, nos cansamos, nos cambiamos, nos abandonamos… Yo, no es que desconfíe de la gente, es que lamento que la gente se menosprecie de ese modo.

    Gracias de nuevo y un fuerte abrazo.

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  3. Ay! Que tristeza! Antonio. No soy capaz de decirte nada más.
    Un beso

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  4. Pues me alegro de tu visita y lamento que su consecuencia haya sido la tristeza. Pero, como hoy es el día que es, estoy seguro de que tiene arreglo. Por ejemplo: aquella noche pasó por allí un buen hombre. Se apiadó del caballito y se lo llevó a su casa. Lo secó, lo limpió, le arregló un par de rotos que tenía y lo puso a secar junto al radiador mientras él llamaba a un par de viejos amigos con los que, diez días después, tenía que hacer unos trabajillos...
    El final de este “por ejemplo” lo puedes poner tú. Pero yo estoy convencido de que mañana, que se cumple el undécimo día, en el balcón de alguna casa, junto a unos zapatos muy pequeños amanecerá un caballito de mentira enormemente parecido al de mi entristecedora entrada.
    Esto merece una sonrisa ¿no?

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  5. Este cuento me gusta muchísimo más y estoy segura de que ha así va a terminar. Algún pequerrechiño volverá a galopar lleno de ilusión sobre este caballito de mentira.
    Un beso grande.

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  6. Me alegro pues.
    Un beso y feliz Noche de Reyes.

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