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Vacíos imposibles de llenar

 

Podría desempolvar algunos agujeros negros, esas orfandades de luz que nos dejan en la vida tristezas de difícil desmemoria. O quizá fuera más claro imaginar a un hacendoso artesano en la labor de completar un mosaico sin disponer del número adecuado de teselas. Pero prefiero el insomnio del poeta, su tardo deambular por una alcoba, el combate del verbo y el deseo, la soledad cronometrada de los versos, el casi no ser de los demás… Prefiero al poeta por la evidencia de su tarea.


Imaginad que debéis escribir un soneto. Ahí tenéis las reglas –la moral de la estrofa–, el papel, la pluma y las palabras, todas las palabras. Con esta salvedad, en lo demás sois libres, enteramente libres. Podéis hablar de lo divino y no divino, de lo humano y no humano, de lo vulgar y lo hermoso. Podéis variar acentos, acelerar o detener el ritmo, encabalgar, jugar con los epítetos, coquetear con las metáforas… Pero, a veces, llega el punto del silencio: la palabra debida no aparece. Puede que ni siquiera exista. Y sólo se siente su vacío inmenso, su oquedad desmedida; como los agujeros negros; como el inadecuado número de teselas del hacendoso artesano... Ése es el insomnio del poeta.


Reconoced que debéis vivir la vida. Ahí tenéis la geografía que os acoge, la historia que os precede, los hechos de los otros... Nada de ello podéis modificar; pero el resto es cosa vuestra, asunto de vuestra entera libertad. Aunque a veces se eligen trayectorias que sólo llegan a abismos, lugares que son inhabitables para el alma, nortes que son sur –como palomas de Alberti–, valles que no lo son o que son cumbres inalcanzables… Como los agujeros negros. Como el inadecuado número de teselas del hacendoso artesano. Como el insomnio del poeta….


Hoy, mientras volvía a casa, escuchaba en el coche un tango de finales paralelos:


…Hay caminos del destino intransitables.
Hay recuerdos de amor inolvidables.
¡Y hay vacíos imposibles de llenar!



Por pura casualidad, porque se ha cruzado el tango de Gardel mientras cenaba anoche, me he acordado de esta entrada que, cosas del azar, apareció en “Al atardecer” precisamente hoy hace dieciséis años. He querido recordarla. Sólo hay una novedad: la reproducción del tango que se cita al final.


15 de mayo de 2023

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