Aseguraba Nietzsche, defendiendo el estilo aforístico que tan espléndidamente dominaba, que su ambición era “decir en diez frases lo que todos los demás dicen en diez libros”. La concisión exige limpieza del juicio y sometimiento de la palabra a cambio de brindar precisión en la sabiduría. Por lo general no se cultiva en exceso. Gusta más bien lo contrario. Muchos políticos son un acostumbrado ejemplo; pero también, un común cotidiano de farsantes o fidelidades confusas. Hablan mucho y dicen muy poco; siembran lealtades, pero abonan traiciones. Manieristas del verbo, embaucadores, expertos en la caricia de las rapaces... Mala gente que proclama lo que no hace y pone en almoneda, como muebles viejos, los más gallardos valores.
Curiosamente, a veces, la pretensión nietzscheana la descubrimos cumplida a pie de pueblo, quiero decir, de la mano del pensamiento anónimo en refranes y adagios, abarcando mucho con muy pocas palabras y desvelando verdades incontestables en elegantes conclusiones. Me ha venido a la memoria este proverbio árabe, muy conocido y de precisa sabiduría:
La primera vez que me engañes será culpa tuya. La segunda será culpa mía.
Es una interesante advertencia para los días náufragos que vivimos.
10 julio 2023
Completamente de acuerdo. Mucha palabrería superficial y pocos hechos que respalden los valores que sólo en apariencia se defienden. Qué un ser humano empeñe su vida y su palabra en la búsqueda de la verdad es muy raro. Por desgracia, lo más común es que se mienta, se difame y se falseen datos probados en busca de un beneficio. A lo peor es hora de admitir que vivir en y para la verdad requiere la dolorosa aceptación de que en el mundo todo, o casi todo, es mentira. Lamento no ser más optimista. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, amigo Anónimo, por sus palabras y la compañía de su pesimismo, que evidentemente comparto. Hay una reciente y pública interpretación de la mentira según la cual quien dice o promete una cosa y luego hace otra, no miente, sólo cambia de posición política. Toda mentira, claro está, implica un cambio, y hay cambios de todo tipo: opinión, interpretación, perspectiva, lealtad, etc. Naturalmente el cambio es cosa muy valorada en nuestros días. De lo que se desprende que la mentira es un valor. Así que nadie puede alarmarse si a partir de ahora la verdad pasa a considerarse un vicio de mentalidades retrógradas y de torticeras pretensiones.
EliminarPor supuesto este razonamiento es falaz, pero no hay que olvidar que la premisa de partida es una descomunal falacia.
Gracias de nuevo y un saludo.
Quién hoy en día puede escandalizarse de lo que dice un político? Qué más da! dirá cualquier cabeza "no pensante" de hoy en día. Al fin y al cabo "ellos" están en esa posición porque nosotros los hemos puesto. Hay que repasar las responsabilidades. .Hace ya bastante tiempo que los valores que le enseñaron a esta generación envejecida han dejado de tener importancia como para ser transmitidos y guardados como un bien preciado.
ResponderEliminarTodo está al revés. Hacia donde conduce todo esto? Pues yo me supongo que a una sociedad todavía mucho más deteriorada.
Eso, al fin, es lo que le vamos a dejar no ya a nuestros hijos, sino a nuestros nietos, que siendo consciente de su inocencia y fragilidad me produce verdadero desasosiego.
Un beso.
No sabes hasta qué punto comparto ese desasosiego por hijos y nietos ante un futuro tan presumiblemente desnortado. Como bien dices, “hay que repasar las responsabilidades”. El famoso proverbio deja claro que sólo una vez, la primera, somos inocentes. Después, o somos idiotas, o somos culpables.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Susi. Un beso.