También en la mitología hay segundones, personajes de poco relumbre que han pasado por las narraciones con más pena que gloria, aunque originariamente parecieran pretender más la segunda que la primera. Tal es el caso de Antenor, un anciano troyano que, siendo consejero del rey Príamo, en la guerra de Troya quiso mediar para dar solución pacífica al conflicto; sin embargo, su antigua amistad con los griegos facilitó que relatos posteriores lo convirtieran en traidor a su ciudad por complicidad con aquéllos. Tan es así que Dante se sirvió de su nombre en la Divina Comedia para designar el segundo sector del noveno y último círculo del Infierno: Antenora, un lago de hielos eternos con cuerpos sumergidos hasta el pecho. Aquí sitúa el poeta los traidores a la patria y al partido, como Bocca degli Abbati que traicionó al suyo, los güelfos, en un combate con los gibelinos y Buoso de Duera que se vendió a los franceses de Carlos de Anjou cuando iban a enfrentarse a los gibelinos. Muy cerca de ellos ya estaba el monstruoso Lucifer masticando eternamente, como si fuera chicle, a los tres máximos traidores de la historia: Judas, Bruto y Casio. ¿Por qué situaría Dante en tal proximidad la traición?
En mi opinión, la traición repugna tanto porque es el núcleo semántico del quebrantamiento de todos los valores y virtudes. Eso es la deslealtad y la infidelidad; y la cobardía y la mentira; y el egoísmo y la deshonestidad... La diana del Infierno en que Dante clavó la traición es sin duda el huevo podrido de toda maldad.
Soy consciente de que hablar de estas cosas a mucha gente le parece absurdo o pasado de moda. Hay que ser pragmáticos y dejarse de tonterías, dicen. Flotamos en las sociedades líquidas de que habló Bauman, como turistas embrutecidos en las playas estivales, y los líquidos carecen de forma definida, esto es, adoptan la del recipiente que toque. Por eso no hay mentiras, sino cambios de opinión; ni deslealtades, sino lealtades a otros principios. Y, consecuentemente, no hay traidores sino vidas que han trasladado el norte a otros horizontes. En “Ceguera moral”, el ya citado Zygmunt Bauman, habla de la indiferencia y acorchamiento morales que se están conformando en nuestras sociedades. Cierto sí, y a mí me llama la atención oír hablar de los “valores de su club” a jugadores y directivos de equipos de fútbol, mientras los políticos sólo hablan de “intereses de su partido o programa”. Por eso, yo creo que más que indiferencia lo que hay es un desfondamiento moral terrible. Se está consiguiendo hacer de la moral algo tan provisional, insustancial y cambiante como la moda. En política, ni siquiera se habla de ella.
Pero, se ponga como se ponga la estupidez dominante, la verdad ─no esa meretriz de la opinión en que quieren convertirla, sino la verdad de verdad─ es que hay grandes mentirosos y malolientes desleales; y, por supuesto, miserables traidores. Y los seguirá por desgracia habiendo. Por mucho que se empeñen los terroristas del lenguaje en destrozar definiciones y conceptos. Y es que, recordando a Max Scheler, con los valores pasa lo que con los contenidos de la ciencia: son objetivos; uno puede educar una sociedad escondiendo las leyes de la física, pero la ignorancia de éstas no impedirá que los cuerpos continúen cayendo bajo la ley de Newton.
Dante seguirá testimoniando en los hielos de Antenora la mezquina “gloria” de los traidores.
11 noviembre 2023
Si que hay traidores, y el pueblo llano, que puede que sea inculto pero no tonto, toma nota de ello. Astutos como zorras, con perdón para los pobres animales, no temen cometer cualquier bajeza para encumbrarse. Claro que, a la postre, ni el pueblo al que pretenden engañar ni la historia perdonará sus felonias. La historia, que en su desfachatez, pretenden reescribir a su manera. Malos tiempos corren, y peores los que se avecinan. A algunos solo nos queda indignarnos y esperar que el curso de los acontecimientos ponga las cosas en su sitio. Un saludo y gracias por la reflexión.
ResponderEliminarGracias por la visita y el acertado complemento de su comentario.
EliminarUn saludo.
Espléndido, querido Antonio. Ya echaba de menos un comentario oportuno. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Félix. No sé si es más hinóspita Antenora o en lo que están convirtiendo esta hermosa tierra nuestra.
EliminarUn fuerte abrazo.