No hay hablar más hermoso que el desnudo humano, ese panel que dice lo indecible. Todo un expolio evolutivo de coberturas que se olvidó de escamas y plumajes, que perfiló labios o diseñó musculaturas para la dicha y la tristeza, que destapó sonrojos y situó, vertical y frontal, la memoria de no querer ser mineral aburrimiento. Como si el ser viniera anónimo pretendiéndose decir en piel y gesto desde el remoto caldo primitivo. Todo un pasado lleno de estrategias para lograr que la vida no fuera sólo radiante metabolismo, sino secreto mensaje que espera un lector capaz de comprenderla. Probó con armonías y colores en los peces, se lanzó a la exuberancia sobre la tierra con las flores y los pájaros, registró signos estrictos de puntual contundencia en los ojos de los mamíferos, se descubrió universo en la desnudez humana. Claro que… luego vino la palabra, que aprendió la lección de la belleza y a veces el capítulo de la verdad. Y dijo más. Y dijo lo ilimitado. Y también se desdijo, e incluso se negó a sí misma.
Pero el cuerpo desnudo sigue ahí, esperando un lector que quizá nunca llegue porque ha prostituido su esperanza.
Sin palabras (sin nada).
ResponderEliminarBetty B.
...pero siempre queriéndose decir. Es la trayectoria del ser.
ResponderEliminarGracias por la visita, Betty B.