Ni caso. No me ha hecho ni caso. Estaba sobre el poste de un vallado metálico reforzado por aligustres. Medio metro por encima de mi cabeza, mirando a donde no se puede ver que miran los ojos de los mirlos. Ajeno a todo, con esa feliz indiferencia de la naturaleza que hemos urbanizado, a la que hemos hecho acomodo en los días geométricos que dibuja el cartabón de nuestras colectivas vanidades. Parecía un estilita en rigurosa meditación. Le he dicho algo, no sé qué exactamente; incluso he intentado imitar sus trinos. Una payasada inútil que me ha dejado en ridículo ante un jardinero que cortaba el césped y se me ha quedado mirando con cara de koala. Su eleática negrura y mi vertical ausencia, a unos cincuenta centímetros de distancia, separadas por una filogenética inmensidad, se me han vuelto metáfora de lo imposible. Nada tiene ya que ver este hombre con ese mundo. Nada que hacer en ese reino de armonías
No soy ecologista, Dios me libre de militar jamás en un “-ista” de popular aplauso, pero a veces siento la gravitación de la vida. La nostalgia de la sencillez. La vocación del pie por pisar la tierra. No la dermis del alquitrán. No el acné de unos rugosos adoquines. A veces, este dios de poca monta siente vergüenza de su divinidad precaria.
Quizá por eso siempre fui devoto del Poverello de Asís.
Pues a mí me parece muy bien que un mirlo te pueda parecer un estilita, que te quedes mirándolo y que le digas algo, que más da el jardinero con cara de koala. Yo hago cosas de esas todos los días y procuro ver las miradas de los jardineros como el que oye llover (aunque algunos tienen tanta mala leche que hay que borrarlos del mapa directamente: no les miro).
ResponderEliminarPero yo no me siento fuera del mundo, sino dentro, más cerca y mejor, porque lo mejor es ver algo que te gusta. Siempre se me acaba pasando la vergüenza y, si hace falta, hasta la decepción.
Un saludo.
Gracias, Betty B., por tu visita. Mi problema, en el fondo, es querer ser naturaleza y no querer dejar de ser historia. Esa es la “metáfora imposible” tras intentar hablar con un mirlo.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, Ana, gentil Ana.
ResponderEliminarLos gentiles que han sido educados en las estructuras de la no gentileza pese a eso saben reconocer la belleza.
ResponderEliminar¡Gentilísima Ana!
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