No sé qué tiene últimamente el mundo de insatisfecha ontología, como si lo que es quisiera ser otra cosa distinta de la que verdaderamente es. Hoy, por ejemplo, es un día de abril que parece no estar contento con ser abril, que no hace honor a refranes ni a costumbres de luz o temperatura, que se piensa medio mayo, medio junio. Y semanas atrás, hubo un febrero con tentativas de marzo, aunque más justificado desde luego: a fin de cuentas, el mes cojo anda algo mal de la cabeza. Ni que decir tiene el invierno, que se decidió a nevar recién entrada la primavera. Bueno, más “arriba” lo hizo antes, pero con tibia modestia.
Lo malo es que tanto trastorno no es sólo cuestión de isobaras. También la niñez se abandona antes de tiempo y se empieza a querer juventud poco después de los diez años. O el joven se dice experto y de vuelta ya de todo, aunque esto es más común, más parecido a la salvedad de febrero. O el “mayor” se cree menor, algo así como este invierno que se siguió imaginando que era otoño interminable. Claro que luego está el piso, que se confunde con chalé serrano. Y el Seat Ibiza, que se supone Ferrari. Y el “famoso”, que lo es por no merecer la fama. Y el fin de semana cualquiera, que es fiesta de cualquier cosa. Y el criminal, que no es más que un enfermo (¿imaginario?). Y la opinión, que ahora es ciencia. Y la ciencia, que ahora es religión. Y la ética… que no se sabe lo que es. Ah, y esto por si pasa algún malintencionado que de mi sinceridad desconfíe: yo mismo, que ando escribiendo de todo sin galones oficiales que me autoricen a ello.
No sé si concluir diciendo que la ontología se ha vuelto dramáticamente entrópica o, como en mí es habitual en estos casos, con un… ¡es nuestro siglo!
Procuro estar de acuerdo con la edad de mi mente y de mi alma.
ResponderEliminarCreo que por fin hemos llegado a un pacto; no intentar ser más de lo que soy ni menos de lo que puedo ser.
Cada uno un micromundo dentro del que nos contiene. Lo que desprendemos, sin duda, tiene que afectarle y nos lo dice a su manera; no siempre nos golpea suave con el dedo en el hombro.
Saludos. Un gustazo leerte.
Ana
Creo que en el fondo es un cuestión de fractales, lo infinitamente pequeño repitiéndose en lo inmenso infinitamente, el caos de la totalidad repetido en la totalidad de sus caos infinitesimales. A ver si es posible que todo reproduzca el pacto de ese equilibrio tuyo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Ana