No se sabe aún la primavera. O no se atreve. A mí no me importan la lluvia y el frío. Y hoy hace frío; y, además, llueve. Sin embargo, me preocupa la primavera; ésa que en mí ya no tiene cabida por mucho que me invente su pulpa en las palabras. Y no me preocupa por mí: me preocupa por los otros. No se trata de una penitencia contra el egoísmo, sino de un ejercicio de egoísmo consecuente a la sensatez. Si quiero que les venga a los demás, es porque quiero creer en su atrevimiento. Porque, a pesar de los inviernos que me tienen prendadamente prendido, ella es el sistema nervioso de la tierra, el sensorio divino de la explosión de la vida.
Quiero que estalle la anónima belleza de los campos. Quiero estar seguro de que la muerte no tiene más remedio que hacerle sitio a su propia derrota.
Aunque yo sólo sea la foto amarillenta de otras primaveras… ¡tan lejanas!
Hay que tener muchísimo cuidado con lo que se desea. Los deseos crecen alrededor de la primavera como una ciudad crece alrededor de un río, porque la vida atrae todo lo vivo y porque todo se mueve, igual que la sangre va por nuestras venas ciegamente, sin que le importe cuánto lo necesitamos. Creo que el calor nos encandila y, por lo tanto, nos desampara: apaga nuestras estufas, nos quita la ropa y nos deja mirando al sol, a merced de todo lo que aún no es nuestro; nos renueva pero a costa de hacernos más niños, y esa es sólo otra agradable tentación, porque no lo somos.
ResponderEliminarTambién adoro, como tú, la primavera; aunque tú quieres que estalle y yo, que no se rompa. Es igual, todos tendremos que avanzar a su ritmo. Quisiera hacerlo con el corazón en calma, porque espero muchas pero yo no tengo otro, y no se puede hacer nada sin corazón.
Betty B.
Qué bien justificado y (paradójicamente) compartido egoísmo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nunca he caído (hasta ahora por lo menos) en la tentación de no saberme “un niño”. Otra cosa es que lo busque y que lo quiera. Y querer es cosa de la voluntad, que espero no perder nunca. Y si el mundo no cuadra con ella, allá se las apañe el mundo. No es mi guerra, sobre todo cuando escribo. Si te das cuenta, esto tiene poco de literatura y mucho de atrincheramiento en el santo antojo. Aquí vivo como quiero y quiero lo que quiero: no tengo que justificar nada.
ResponderEliminar¿Tendré el corazón en las palabras? ¡Ojalá!: no se me ocurre un lugar mejor para tenerlo. Aunque en el fondo no me guste la primavera porque “los inviernos me tienen prendadamente prendido”. Seguiré queriendo lo que quiera, por mucho que la vida no me dé la razón. Éste es el punto de locura para contrarrestar lo evidente.
Muchas gracias, Betty B., por tu siempre sensato apunte.
Gracias siempre, Fran. Me alegra que compartas mi egoísmo. Aunque de este argumento, yo sea su “espectador” interesado y tú su imprescindible interprete.
ResponderEliminarUn abrazo.
P.S. Mucho me temo, y mira que lo siento, que me va a ser imposible acercarme a tu recital. Menos mal que puedo ver algunos relámpagos en tu blog.
Querido Antonio:
ResponderEliminarNo te preocupes. Habrá más ocasiones, sin duda.
Un fuerte abrazo.
Antonio, me desconciertas totalmente, como el tiempo.
ResponderEliminarYa lo leeré más despacio.
Sea lo que sea lo que te ha sentado tan mal, no ha sido mi intención. Menos mal que lo de "siempre sensato apunte" me ha llegado al alma.
Un saludo.
¡Ay, Betty B., pero qué complicado es esto de la palabra! ¿Sentarme mal…? Nada, de verdad que nada. Soy más torpe expresándome que la Pedriza intentando estudiar filosofía. No, no, te juro que no quería parecer molesto, aunque, al parecer, debo resultar un tío bastante agrio. He releído mi anterior respuesta y, puede que tengas razón, parece que estoy enfadado. Pero te juro que aquel “allá se las apañe el mundo”, o ese “atrincheramiento en el santo antojo”, o este no “me gusta la primavera” no llevaban mensaje oculto. Hace un año, el 16 de abril para ser exacto, escribí con cierta ironía sobre esta estación con aire más o menos similar; el resto era para recalcar mi contumaz empecinamiento en las “otras posibles vidas” de mi particular “gato de Schrödinger”, con el que, como sabes, suelo jugar para justificar mi recurrencia al voluntarismo. En cuanto a “tu siempre sensato apunte”, tampoco quería significar nada que difiera un ápice a lo que literalmente dice cada una de sus palabras.
ResponderEliminarPerdona mi torpeza. Ni enfadado, ni molesto ni nada que se parezca. En todo caso, encantado de que tu lectura saque brillo a estos balbuceos cotidianos míos.
Gracias por exculparme, Fran: sin duda, habrá más ocasiones.
ResponderEliminarUn abrazo.