Los únicos delitos que no hallan exculpación psiquiátrica que valga son los fiscales. Y, desde luego, me parece muy bien que no la hallen. Ello no quita para que cierto olor a rancio emane de la axiología vigente. Siempre que se comete un crimen, más o menos execrable, no es raro que surjan defensas que buscan el amparo en alguna disfunción, anomalía o severo trastorno psíquico para su autor terrible. Sin embargo, no he oído nunca nada parecido cuando se juzga a un delincuente que ha cometido… un desfalco, por ejemplo. Tal parece que éste siempre es un sinvergüenza en estado puro, y aquél, una víctima de determinismos patogénicos en mayor o menor grado.
Ya sé que hablar del mal y de la maldad no está bien visto: provoca demasiadas contradicciones en los relativismos morales. De ahí, su rechazo, su fariseico rechazo. Porque, si se admite el crimen como hijo exclusivo del libre arbitrio, se admite que el hombre es capaz de hacer el mal; o, lo que es lo mismo, que el mal es algo reconocible y diferenciable del bien. ¿Qué haríamos entonces con los relativismos y la insufrible monserga de los “depende”? Tan troquelados estamos por esta deformación ideológica que las perversiones y delitos más infames los enjuiciamos inmediatamente como “producto de una mente enferma”. Tachamos la maldad y la sustituimos por la “anomalía”. Así que circunscribimos al delincuente neto al ámbito de lo racional, al capítulo de lo que podemos sumar y restar, de lo cuantificable. Porque como dos y dos son cuatro, quien dice que son uno para quedarse con tres, es evidente que es un sinvergüenza puro.
Curioso, a mí por lo menos me parece curioso, que asesinando, secuestrando, violando, destruyendo a la persona, se puedan encontrar avales en la ciencia y la racionalidad. En serio, lo que se dice en serio, sólo nos tomamos el fisco, es decir, la bolsa. Para nada, o para mucho menos, la vida, la dignidad humana, su irrepetible excepcionalidad.
O tempora…!
Y si no, que se lo pregunten a Capone...
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo decía el clásico: Poderoso caballero es don dinero.
ResponderEliminarInteresante reflexión: todo en esta vida parece hallar eximentes menos lo tocante a Hacienda. Los ataques a los patrimonios del alma (citando a otro clásico) siempre se prestan a excusas. Muy triste.
Histórico ejemplo, Fran, aunque hay otros muchos (pederastas, violadores, etc.) que andan por ahí como si nada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ciertamente triste, Juan Antonio. El pie de la entrada me lo dio el abogado de un "afamado" sujeto austriaco que asegura que su cliente no necesita la cárcel, sino un sanatorio. Digo yo que a quien habrá que sanar es a la victima, que ha sido "cosa" de posesión y "distración" durante no sé cuántos años. En breve lo tendremos publicando unas horripilantes y exitosas memorias. Terrible.
ResponderEliminarEstoy seguro de que Calderón y Quevedo compartirían esta tristeza.
Un abrazo.
Decía Sócrates que quien conoce las ventajas del bien, no puede no hacerlo. Para mí que existe la maldad sin matices, la maldad por la maldad (como el sexo por el sexo, cuya realidad está exenta de todo atisbo de amor), sin eximente que valga. Si hay quienes disfrutan con el crimen, es ahí, en ese disfrute, donde hay que basarse para golpearlos con toda la fuerza de la ley. Porque el disfrute tiene mucho de racional, de certeza del gozo. Imagino que tu reflexión viene motivada por el monstruo de Austria. Llevo días conteniendo las náuseas.
ResponderEliminarEn efecto, Antonio, por ése y por otros muchos que son y en el mundo han sido. El intelectualismo moral de Sócrates fue una errónea avanzadilla. Yo también creo (y veo) que existe la mldad sin paliativos, y frecuento el bicarbonato para distraer las náuseas.
ResponderEliminarUn saludo.