No lo veía desde el último atardecer, el cinco de marzo si no marro en la memoria. Estaba en el bar de siempre, aseado, impecable, elegante; con convicción anacrónica de estar de sobra en el mundo. Sobre la barra, una rosa de rojo desarbolado, ajado, teñido de oscuridad; una copa, por supuesto, y una servilleta de papel manuscrita de soleares:
Ya me ves, tonto perdido,
de lapicero y canuto,
haciendo la “o” de olvido.
Tonto del bote sin más,
plantado sobre la acera
por si te viera pasar.
Por si en mí se repitiera
la insensatez de ese invierno
que se inventó primavera.
No importa que se me quede
gente que pasa mirando
si luego tú me sucedes.
Si de pronto eres verdad,
sombra que la calle cruza
y abre el sol de par en par.
Qué malo es ser quinceañero
cuando el reloj ha cumplido
las horas de ya no serlo.
Qué mala, esa obstinación
humana de no querer
que envejezca el corazón.
Y aquí estoy, tonto del bote:
tu cuartelero de día,
tu imaginaria de noche.
(28 de mayo de 2008)
Yo le vi unos días antes, sí, un caballero azoriniano cuyo reino no era ni de este mundo ni del otro. Sonrió y se fue. Parece que haya pasado mucho más tiempo.
ResponderEliminarEs lo que pasa con el tiempo: siempre parece distinto de lo que es. Unas veces excesivo, otras insuficiente; siempre inevitable… ¡Sabe Dios cómo lo vivirá un tipo tan fuera de él!
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Para encontrar tu mirada
ResponderEliminarme quedaré aquí esperando
todo el tiempo que haga falta.
Que me conformo con verte
aunque me quede esperando
hasta el día de mi muerte.
(Antonio, disculpa, pero es que leo unas soleares y no me puedo contener, me caliento, me arranco y pasa lo que pasa...)
¡Y qué bien arrancado, amigo mío! Y es que no hay rincón en el mundo donde suenen mejor las soleares que en la tierra vuestra.
ResponderEliminarGracias por la compaña en ellas.
Un abrazo, Juan Antonio.
Ha vuelto con las pilas bien cargadas, no cabe duda.
ResponderEliminarLo cierto, Francisco, es que suele ir bastante "cargado". Y piense cada cual de qué.
ResponderEliminarjajajjajaa
ResponderEliminar¡Las posibilidades son cuasi-infinitas!
Pues eso, que opino lo mismo, vamos.
ResponderEliminarNo me canso de esperar,
ResponderEliminarque si no es por ver tus ojos,
¿para qué sirve mirar?
(Yo, como mi amigo Juan Antonio, tampoco me puedo aguantar y me arranco igualmente...)
Pues te digo lo mismo: por ahí abajo os salen casi sin querer. ¡Bienvenida la tuya, Octavio!
ResponderEliminar