Fue costumbre de ti y ya es olvido,
hábito de silencio, horma de ausencia,
acto de regresar y no encontrarte
sentada en la mirada del crepúsculo.
Fue costumbre que se hizo con los días
de un año en las palabras… Y en tus ojos.
Un año de mentira robado al imposible
jardín de unas acacias irreales.
Fue costumbre tenaz porque no fuera
el amor otro campo de cenizas,
otra tierra infecunda y maldecida,
pasto sólo de escarcha en los inviernos.
Fue costumbre de ser no siendo nada:
niebla que se inventó en el horizonte
para poder soñar que era un paisaje.
(3 de junio de 2008)
Está el jardín de acacias, la mentira, el olvido y la nada. Siempre nada (“el amor otro campo de cenizas”). Y la costumbre. Tus poemas de amor y desamor son muy bonitos y nunca acaban bien. “Sentada en la mirada del crepúsculo” me parece el mejor verso, parece el título de otro poema más.
ResponderEliminarTe felicito.
Gracias, Betty. En realidad, ni acaban ni empiezan “bien”. ¡Soy un desastre! En cuanto al verso que eliges, veré si tiene otras posibilidades. Aunque, lo digo por “evidencia”, creo que soy algo miope al respecto.
ResponderEliminarUn saludo y enhorabuena, otra vez, por tu entrada de hoy.
Pálida costumbre de lo arrasado.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Fran, tu comentario podría ser un bello final de este poema.
ResponderEliminarUna abrazo.