Se ha llenado de sombras hoy la tarde.
Y no quiero estas sombras. No estas nieblas.
No quiero este racimo de abandonos
ni estas uvas amargas. No este aviso
repentino que salta de un teléfono,
de un temor en el aire. No lo quiero.
No quiero que me llamen. No que digan
que estaban por el alma convocadas,
que han venido de lejos de mí mismo
y son la población de mi memoria.
No sé qué ha sucedido de repente
que ha bajado la niebla aunque no es tiempo,
aunque huela el jardín a madreselvas
y el silencio a vencejos en el aire.
Aunque estemos en junio, a casi el día
del verano siguiente a la tristeza.
(12 de junio de 2008)
Es verdad. A veces parece que la tristeza estuviera esperando para deslizarse, igual que la niebla o el humo, por cualquier rendija sin tapar. Es más visible en medio de lo que debería ser alegre, o en junio, a casi el día del verano siguiente a la tristeza. Ella dibuja sus círculos.
ResponderEliminarMe gusta mucho, especialmente el final.Gracias.
ResponderEliminarAsí es, Betty B., por mucho que a veces uno se esfuerce en distraerla, la tristeza es un fluido gaseoso y traicionero.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Muchas gracias, Ana, tu triunfante juventud no es ajena a la generosidad. Un regalo en tiempos de tanto egoísmo (esto es una tontería porque todos los tiempos han sido iguales, así que tu regalo es atemporal).
ResponderEliminarUn saludo.
¡Juraría que yo había dejado aquí un comentario! ¡Vaya!
ResponderEliminarBueno, pues lo repito: que imagen tan certera de lo triste. Eres un maestro describiendo los ambientes del alma.
Y bueno, añado algo nuevo: ¡mañana sale el libro en el que llevo estos meses trabajando! ¡Al fin!
Abrazos y perdón por la publicidad,
Francisco
"qué imagen", perdón por la errata...
ResponderEliminarAprovecho... hace unos años un alumno de un taller me escribió un texto sobre sus últimas vacaciones... y se emocionó, lloró. Habían sido, literalmente dijo, las últimas antes de la tristeza.
Otro abrazo.
Siempre gracias, Fran. Por aquí abundan los duendes y suelen hacer todo tipo de barrabasadas, como esconder comentarios.
ResponderEliminarEnhorabuena por el feliz alumbramiento, aunque desearíamos alguna pista más sobre su naturaleza. Por ejemplo, título, editorial..., cosas así.
Un abrazo.
¡Si serán los duendes! Me acabo de encontrar el comentario de la errata, que se debió cruzar con mi respuesta y no aparecía anoche. Desde luego, no me extraña que tu alumno se emocionara con su redacción: ese final expresa mucho de lo que debió sentir al escribirla.
ResponderEliminarY un secreto: yo no soy triunfante.:-)Para mí el regalo es lo de Doña Ana.
ResponderEliminarSuelo asomarme por aquí con sigilo, pero hoy me estreno por tu casa... Versos muy hermosos, como tantos que leo aquí. Y le dejan a uno con un extraño sobrecogimiento. Supongo que es la cara terrible de la primavera, cuando hay algo que acecha tras el olor a madreselva, y no sabemos qué es. Pero lo has sabido retratar admirablemente. Un saludo.
ResponderEliminarComo vos queráis, mi Señora Doña Ana, ¡como vos queráis!
ResponderEliminarLo malo, Juan Manuel, es que sí lo sabemos y lo disfrazamos, o lo conocemos y hacemos como si no. Detrás de todo poema hay un silencio voluntario, una verdad entera cubierta por la media verdad de las palabras. Más o menos como en la vida.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita. En realidad, ya nos conocemos por otras coincidencias en estos reinos.
Un saludo.
Has descrito bellamente la irrupción de los vencejos (o aviones) en mi evocación de los veranos. Yo, como tú, no puedo asociarlos a la tristeza. Sus chillidos preceden a la algarabía de los niños celebrantes de las tardes de verano. Claro que todo depende del paisaje interior de cada cual: las brumas van de dentro hacia fuera. A pesar de tu tristeza, felicidades post-diem por tu onomástica.
ResponderEliminarGracias, Antonio, y parejas felicitaciones.
ResponderEliminarHe hablado de los vencejos en otras ocasiones; que yo recuerde, en "Platón y los vencejos" hace algo más de un año ("Al atardecer", 7 de mayo de 2007) y en "De vencejos y amapolas siempre" hace poco más de un mes (1 de mayo de 2008). Por lo general no los asocio a la tristeza; en el fondo, aquí tampoco. Como bien dices, ésta depende del paisaje interior. Tanto da entonces que sea junio y haya madreselvas o vencejos. La vida siempre va al revés; quiero decir, de dentro afuera. Tal vez por eso, nosotros envejecemos y las rocas se erosionan: lo de ellas es culpa del exterior.
Un saludo… Y lo dicho: felicidades.
El poema me estaba gustando, pero ha sido leer el final y sobrecogerme. Enhorabuena, Antonio.
ResponderEliminarMuchas gracias, Juan Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo desde este "paralelo" que queda un poco al norte de Sevilla.