Ser hombre es no tener por suficiente
la parcela de luz de la mirada,
es querer –sin tener ganas de nada–
ver el sol más allá de su occidente.
Es saberse cobarde, y ser valiente.
Es poner la verdad frente a la espada.
O morirse de pena arrinconada
una tarde de siempre entre la gente.
Ser hombre es ni pensar que se le ocurra
al amor denegarle su fianza,
al tiempo escatimarle su intermedio.
Ser hombre es desear que Dios discurra
por la espina dorsal de la esperanza.
Ser hombre es no tener otro remedio.
(17 de julio de 2008)
Imaginaria amiga, muy buenas frases dejas en este poema. Querer ir más allá del occidente me pareció excelente.
ResponderEliminarte dejo un saludo, y una invitación a que conozcas mi espacio.
Delfín
www.minificciones.com.ar
ya nos volveremos a leer...
"No tener otro remedio". Pero, mientras tanto, "que ser valiente no salga tan caro / que ser cobarde no valga la pena". Me ha recordado a esa canción. Seguro que no la conoces.
ResponderEliminarBuenas noches, Antonio.
Gracias, Delfín; seguiré con interés ese rincón "pensado para la lectura".
ResponderEliminarUn saludo.
No, la verdad es que no la conozco. De todas formas pienso que si ser valiente no sale “tan caro”, entonces no tiene gracia la apuesta de ese valor. Quiero decir, que parece que uno está regateando: “estoy dispuesto a tanto; si me cuesta más, habrá que pensárselo.”
ResponderEliminarSé que es impopular (¡cómo no!), pero para mí el valor, la valentía, es un acto que sorprende al que lo realiza por su grandeza, un acto en el que uno no se reconoce. Y por eso es valioso, porque nos vuelve excesivos, muy por encima de lo que “sabemos”, o creíamos saber, de nosotros.
Muchas gracias por tus palabras, Olga.
Un beso.
Cómo me gusta volver a leerte. Es siempre estimulante. A ver si vuelvo a encontrar tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Francisco
Muchas gracias, Francisco. Te hacía por los ocios estivales. Con la falta de actualizaciones se hace cada vez más inquietante ese "Todo aquello que no". Espero que sea breve el intervalo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espléndido soneto, Antonio. Me gusta ese cierre de lujo, unamuniano. Un abrazo desde la canícula de Cercedilla, que aunque estemos en la sierra, no nos libramos.
ResponderEliminarA veces, incluso, no tiene uno más remedio que aguantar hasta “las confusas, profanas y verbeneras noches de Cercedilla en verano, con sus orquestas de charanga y sus hormonas goliardescas.” Te lo leía esta mañana y… ¡no sabes cómo te comprendía!
ResponderEliminarEn fin, que gracias por tus palabras y sobre todo por la lectura de ese “alegato de la mujer dormida” que desde aquí aconsejo:
http://www.dvdediciones.com/lecturas_verano_macias.html
Buen soneto, especialmente el verso final me ha impactado.
ResponderEliminarDiáfanas líneas, las catorce por las que fluye este hermoso soneto que he leído ya varias veces. Un gusto estar aquí.
ResponderEliminarSaludos....
Gracias, Ángel, por tus palabras.
ResponderEliminarMe encanto, me parecio hermoso y muy profundo...alberga mucho sentimiento. Me dejo meditando...
ResponderEliminarFelicidades.
Muchas gracias, Patricia, y bienvenida. Leyendo tus blogs uno entiende tu generoso comentario: eres una experta exploradora del sentimiento; más aún, una espléndida colonizadora del mismo.
ResponderEliminarAsí que, “felicidades”… a ti.