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Me quedo con las noches esforzadas,
las horas del cansancio, la fatiga.
Me quedo con los días subterráneos
y el dolor de la luz sobre los ojos.
Con la nada me quedo, decidido
a negar otra vez el desencanto.
Sin tiempo de morir con casi nadie,
me quedo con vivir en el olvido.
Allí solo, pequeño, resguardado
por el arco de Dios en tu sonrisa.
(20 de septiembre de 2008)
Me quedo con las noches esforzadas,
las horas del cansancio, la fatiga.
Me quedo con los días subterráneos
y el dolor de la luz sobre los ojos.
Con la nada me quedo, decidido
a negar otra vez el desencanto.
Sin tiempo de morir con casi nadie,
me quedo con vivir en el olvido.
Allí solo, pequeño, resguardado
por el arco de Dios en tu sonrisa.
(20 de septiembre de 2008)
Antonio, no sabía lo que era "ancilar". He tenido que buscarlo. ¿Es una especie de memoria esclava?
ResponderEliminarSea lo que sea, acabar "resguardado/por el arco de Dios en tu sonrisa" es un final que me gusta.
Buenas noches.
No tenemos más que arena en el recuerdo.
ResponderEliminarUn poema lúcido e impactante, sin duda. Un saludo,
Hernán
En efecto, Betty B., es una memoria esclava, incapaz de renunciar a su condición porque le basta la protección de ese verso que te gusta.
ResponderEliminarGracias y feliz sábado.
Arena en el recuerdo y lluvia en la memoria, Hernán. La acción de ésta sobre aquélla hace crecer pequeñas plantas de melancolía.
ResponderEliminarGracias y un saludo.
Y con este hermoso poema me quedo yo, decidido y con gratitud por haberlo puesto.
ResponderEliminarSaludos...
La gratitud, Ángel, es mía por la hospitalidad de tu lectura.
ResponderEliminarUn saludo.
Tras un par de mesesitos fuera, veo que la calidad sigue imperando en tu blog. Enhorabuena por tus versos, amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Octavio, compañero de sonetos; y encantado de verte por aquí de nuevo.
ResponderEliminarUn abrazo.