Una rara fracción de eternidad…
Un divisor común de polvo y tiempo…
Una ecuación de amor de primer grado…
Un decidido hacer de la tristeza…
A veces me sucede. A veces siento
que sucede. Un instante. Un recorrido
del corazón por todo lo que debe
callar, por todo lo que calla;
por todo lo que habrá de establecerse
al cabo de vivir, de haber amado,
de haber herido el tiempo inútilmente
para sanar en nada la voz y su locura...
Para llegar a nada.
Para nada.
(7 septiembre 2008)
Me encantan las fracciones, el máximo común divisor y el mínimo común múltiplo, y me encantan las ecuaciones casi tanto como la poesía, pero es un asombro encontrarlas juntas. Y encontrar, en vez de números, eternidades, polvo, tiempo y amor (de primer grado, como las ecuaciones y algunas quemaduras). Y silencio, algo que sucede en silencio.
ResponderEliminarPero mejor no mirar a la nada, no nombrarla.
Un beso, Antonio, buen domingo.
Una ecuación de amor de primer grado. Qué cosas se te ocurren.
Escalofriante. Y muy hermoso. Y muy cierto.
ResponderEliminarVerdad.
Un buen poema para una mala mañana con su tarde peor, así que ha sido para algo. Te escribiré cualquier día de estos o apareceré por sorpresa en la SC. Un abrazo.
ResponderEliminarEl silencio, querida Olga, es la raíz cuadrada de los secretos del alma. Gracias por tu cariñosa visita.
ResponderEliminarBesos.
Siempre estás por alguna parte, leal amigo Fran. Gracias. Ando muy mal de tiempo, pero espero que a mediados de septiembre abandone el reloj esta costumbre de atracarme.
ResponderEliminarUn abrazo.
Malos tiempos parecen, Diego. Sigo de cerca tu "problemática" sintaxis; y si no me detengo, no es por falta de ganas, sino por esa venganza laboral que es el principio de curso.
ResponderEliminarGracias por detenerte tú.
Un abrazo.
Extraordinario y lúcido poema.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias por tus palabras, Hernán.
ResponderEliminarUn saludo