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No quería yo soñar
con esos tejemanejes
que el alma se trae entre manos
y el silencio en sus pinceles.
No quería sus engaños,
sus mentiras cardinales,
sus luces de medianoche
distrayendo oscuridades.
No quería, no, soñar,
sino olvidar y dormir;
descansar y amanecer
menos allá y más en mí.
¡Hilo de luz que ilumina
rincones de la memoria
a traición, sin que queramos
que un cuerpo sea una sombra,
para tener que volver
a mirar y no encontrar…!
Las sombras después del sueño
son sólo su oscuridad.
Por eso yo no quería
soñar los tejemanejes
del alma con sus olvidos,
del amor con sus vaivenes.
Y he tenido que rendir
mis torres ante la dama…
Ya nunca más dormiré,
por los sueños que me pasan.
(8 marzo 2008)
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Mañana empiezo una semana horrible: tengo exámenes. Para mí, es lo más ingrato de este mester que desempeño. Los exámenes son más o menos incómodos en todas las asignaturas; en filosofía, son un horror; algo parecido a la ingesta de unos cuantos bocadillos de polvorones, por lo general, poco dulces: después de cuatro o cinco, uno se descubre mucho más tonto de lo que habitualmente es. Voy a estar para pocas palabras estos días. Por eso quería dejar hoy algo medianamente lúcido; algún poemilla de enjundia que entretuviera el posible intervalo… Nada: he malparido unos alejandrinos de corte de digestión. Así que he llamado al “caballero” por si tenía algo a mano.
– ¡Hombre, Azuaga…! Qué te cuentas.
Le he puesto al tanto de mi sequedad literaria y se ha ofrecido a sacarme del atolladero. A los quince minutos tenía en el Outlook estas coplas de un sueño que, sin duda, no quiso tener.
De todas formas, a mí me sirven para el apaño.
– ¡Hombre, Azuaga…! Qué te cuentas.
Le he puesto al tanto de mi sequedad literaria y se ha ofrecido a sacarme del atolladero. A los quince minutos tenía en el Outlook estas coplas de un sueño que, sin duda, no quiso tener.
De todas formas, a mí me sirven para el apaño.
No quería yo soñar
con esos tejemanejes
que el alma se trae entre manos
y el silencio en sus pinceles.
No quería sus engaños,
sus mentiras cardinales,
sus luces de medianoche
distrayendo oscuridades.
No quería, no, soñar,
sino olvidar y dormir;
descansar y amanecer
menos allá y más en mí.
¡Hilo de luz que ilumina
rincones de la memoria
a traición, sin que queramos
que un cuerpo sea una sombra,
para tener que volver
a mirar y no encontrar…!
Las sombras después del sueño
son sólo su oscuridad.
Por eso yo no quería
soñar los tejemanejes
del alma con sus olvidos,
del amor con sus vaivenes.
Y he tenido que rendir
mis torres ante la dama…
Ya nunca más dormiré,
por los sueños que me pasan.
(8 marzo 2008)
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Oh, qué cosas dicen los poetas.
ResponderEliminar"Ya nunca más dormiré,
por los sueños que me pasan"
Pero seguro que, mientras escribo, el caballero está dormido;-)
Dulces sueños.
Buena suerte y paciencia, amigo, para los exámenes de la semana. Y enhorabuena al caballero por sus coplas que, más que en otras ocasiones (por su contendo) son de en-sueño. Un abrazo y ánimo, compañero del alma...
ResponderEliminarSi él ha dicho que no, Olga, debemos darle crédito. Yo sí que lo estaba porque hoy tenía que madrugar: servidumbres deportivas que aún cumplo de vez en cuando.
ResponderEliminarGracias y besos de ambos.
Gracias, Juan Antonio, por tu “profesional solidaridad”. Lo cierto es que me aburro corrigiendo como un oso en su jaula. Veremos si no me encuentro con alguna genialidad, como que Santo Tomás de Aquino se pasara la vida dudando de la existencia de Dios o que la batalla de Poitiers tuviese lugar en la circunstancia histórica de Platón. Ambas píldoras son reales, doy fe de ello, de hará dos o tres años: ¡un par de criaturas “preuniversitarias” de 2º de Bachillerato!... Para después tener que escuchar que uno “puntúa muy bajo”.
ResponderEliminar¡Lo que hay que ver, amigo mío!
Qué rápido, el caballero... Unas coplas en tan poco tiempo...
ResponderEliminarEl poeta no quiere dormir; los sueños aparecen sin haberlo previsto...Y algunos querrían
dormir para no tener que toparse con según qué realidades.
A veces te cansas de hacerte el valiente y preferirías aplastar el reloj o adelantarlo.
Juan Antonio te manda ánimos y paciencia. Yo me atrevo a pedirte clemencia. Desde la postura de madre sufridora de hijos que estudian bastante y a veces no les luce nada, sea usted benevolente con quien se lo merezca. Gracias de antemano, profesor.
Un saludo y buena semana.
Sunsi, no son sino coplas,
ResponderEliminarque no exigen más esfuerzo
que querer que salga fuera
lo que nos pasa por dentro.
Dormir, dormir, no soñar;
esto lo dijo Manuel.
Y un niño le respondía
que eso es vivir al revés.
Y entre romper el reloj
o adelantarlo a sus penas,
yo soy de los que prefieren
las horas de ayeres llenas.
La paciencia de que hablas
es madre de la indulgencia:
a poquito que ellos dicen
los más de los más aprueban.
Así que, tranquilidad.
Sosiéguese el que trabaja,
que saber, según el sabio,
es casi no saber nada.
Gracias e igual semana.
Te acompaño en las circustancias y en la distancia, otros amigos tengo en las mismas circustancias y están entre enfadados y agobiados ;-)
ResponderEliminarY mira tú que tus versos me ponen contenta al inicio de la semana. Eso de rendir las torres ante la dama es que hay veces que no hay más remedio.
Un abrazo y un beso, al caballero y a ti
Aurora
Pues, gracias por esa compañía en “las circunstancias”, Aurora, y me alegro de que hayas empezado la semana con tal contento, lo que ahora hay que hacer es mantenerlo los seis días restantes.
ResponderEliminarBesos del caballero y míos.
Las sombras después del sueño
ResponderEliminarson solo su oscuridad...
qué claridad la de este caballero.
Un contemporáneo suyo, hallando la famosa sentencia de Píndaro (σκιας οναρ ανθρωπος) en un florilegio de aquellos tan usados en su época, le debió responder:
DIA OSCURO DEL ALMA
¿Por qué nos duele un sueño,
si sólo es el recuerdo de una sombra
y, cuando se le nombra,
se vuelve más pequeño
y apenas da señales de su dueño?
¿Por qué nos hace daño
que el alba desvanezca su figura,
si sólo es un engaño
que vive mientras dura
la luz que nuestro día vuelve oscura?
¿Qué escuece en su mentira,
qué sal le vierte encima la mirada
cuando despierta mira,
recién iluminada,
al sueño y a su sombra, y no ve nada?
Una sombra escondida
bajo la luz, por eso el sueño duele.
No hay sol que la revele,
ni bálsamo en su herida:
el sueño de una sombra es nuestra vida.
Rafa H.
Pues nada Antonio, tómatelo con filosofía. Siento el chiste fácil, pero a estar horas ya anda uno con las entenderas arrastradas.
ResponderEliminarPor cierto, a mi Outlook no llegan coplas de esa enjundia. ¡Joder con Bill Gates!
Un abrazo
Son unas extraordinarias liras, Rafa, que avergüenzan justamente a las coplas del “caballero”. Con él convengo que éstas sólo se justifican por tan inmerecidamente haber recibido tu comentario. Es el principio de “razón suficiente” de Leibniz, o el consuelo del “caballero”: si él no las hubiera escrito, no habríamos podido leer tu espléndida réplica.
ResponderEliminarMuchas gracias, de verdad; aunque seamos “el sueño de una sombra” para Píndaro o “de la misma materia de que están hechos los sueños” según Shakespeare o, simplemente, un “sueño” en el decir de ese sueño que llamamos Calderón.
Un abrazo y un soneto agradecido del caballero:
Los sueños son el vino de tus días,
un vino ácido y dulce, un desconcierto;
un oasis confuso en un desierto,
una locura de melancolías.
Los sueños son crueles ordalías
que obligan a jurar lo que no es cierto;
un vivir disfrazado y encubierto,
una vida que invade y no sabías.
O no pensaste nunca, o no creíste
ni supiste esperar ni concebirla:
¡Tristeza, que se inventa no estar triste,
fugitiva del alma por no herirla…!
Los sueños son la vida que nos queda.
Un reloj, lo demás, que todo enreda.
En esas estamos, Tato, en tomármelo con filosofía, aunque yo preferiría una "tapa" diferente.
ResponderEliminarPor cierto, no me llegó por Outlook; la verdad es que fue por una paloma mensajera. No lo dije para evitar el cachondeo.
Muchas gracias y un abrazo.
" Preguntó la muchacha al forastero:
ResponderEliminar¿ Por qué no pasas? En mi hogar está encendido el fuego.
Contestó el peregrino:- soy poeta,
sólo deseo conocer la noche.
Ella, entonces,echó cenizas sobre el fuego
y aproximó en la sombra su voz al forastero:
-Tócame-dijo-.¡Conocerás la noche!
Un beso examinado.
Refiero, Antonio, tus elogios al embozado autor de las glosas. Al principio finge desoírlos con elegancia. Luego protesta que todos sus méritos se deben, ante todo, a las coplas que les dieron origen, y también a la musicalidad de las liras y al aliento de Píndaro, cuyo “descubrimiento” seguía suscitando en sus años el mayor interés... el propio fray Luis encarcelado, me dice, no pedía sino un Píndaro en octavo (el bestseller de Stephanus) para aliviar su prisión. “¡Si hasta el mismo don Francisco se ha procurado un ejemplar de los epinicios igual al del Conde Duque, y anda ensayando en sus guardas la oda pindárica...!”.
ResponderEliminarPor ver si se apacigua, le muestro tu soneto, y aquí su entusiasmo se desborda... su estilo y razones (vino, reloj, juramentos...) le agradan, dice, aún más que las coplas originales (yo, más jaranero, me sigo quedando con las primeras).
Amenaza, en fin, con devolver otro soneto, pero yo le aconsejo que no abuse y reserve su vigor para otras ocasiones, que seguro las habrá. Espero convencerlo.
Rafa
“La noche es una mujer desconocida”… Hermosa referencia, Veridiana, la que hoy me dejas para engalanar las oníricas renuncias del “caballero”.
ResponderEliminarUn beso –en justicia– “sobresaliente”.
Nunca sería “amenaza”, Rafa, sino ventura querida. Hazle llegar nuestra impaciente espera.
ResponderEliminarUna pregunta al margen: ¿conoces a J. Bachiller? Es profesor de Griego y compañero mío y, hablando ayer con él, concluimos que era bastante probable que también lo hubiese sido tuyo.
Gracias y un saludo.
¡ Qué alivio...jaja !
ResponderEliminarGracias
Se salió con la suya el embozado. Allá él...
ResponderEliminarProteo el sueño. Lábil su frontera.
Delgado como un beso su color.
Al ansia fiel, infiel con el amor.
Su gruesa confusión, flecha certera.
Su aguda exactitud, farsa grosera.
Indiferente y cruel con el dolor.
Tenaz, infatigable cazador
que sigue el débil rastro de una fiera.
Dueño de mi capricho, prisionero
del suyo, y enemigo del hogar.
Amigo de lo ajeno, y embustero
que confunde la hota y el lugar.
Heraldo de la noche en pleno día.
Igual que el sueño, así es el alma mía.
Rafa
De nada, Veridiana. Y ya sabes: no tendrás que presentarte a la "recuperación".
ResponderEliminarBesos.
Perdona el retraso, Rafa: ya sabes cómo ando.
ResponderEliminarMe alegro de la decisión del "embozado" y lamento que se quede en estos subterráneos de los comentarios. Es un soneto precioso. ¡Y tú eres un poeta como la copa de un pino, que es un símil vulgar pero de claridad meridiana.
Un abrazo, y gracias otra vez (cada vez más, las coplas me parecen una caricatura).
P.S. Preguntaré a Julián cuál fue su promoción (no aireo más para no vulnerar la "ley de protección de datos")