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Something is rotten in Denmark
W. Shakespeare. Hamlet
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Something is rotten in Denmark
W. Shakespeare. Hamlet
La desazón es un sentimiento más o menos elegante; el asco, una reacción más o menos visceral. Escribir sobre la decadencia parece intelectual; hablar de la basura que nos envuelve tiene un aire ineducado. Si uno intenta ser decoroso, el resultado se juzga melifluo; si lo que se pretende es ser auténtico, el producto es un basurero donde la verdad se descompone. El que suscribe, que es mastín envejecido otrora acostumbrado a babear frente a la paz innumerable de las estrellas, ya sólo tiene ganas de ladrar al silencio. Porque detrás de los ladridos sólo queda el silencio, las ondas que la nada devuelve a sus orejas cuando el rumor del día se ha olvidado.
Hace tiempo que huele mal la Historia. La nuestra, la de nuestro brillante mundo. Hace tiempo que los entresijos de su valía enfermaron de cáncer -esas células enloquecidas que devoran al propio organismo-. El cáncer no es sólo un padecimiento letal del individuo, es una explosión de muerte que revienta la totalidad. El fumador empecinado -como yo, por ejemplo- relativiza el perjuicio de que le hablan. Las sociedades podridas hacen lo mismo cuando se trata del mal. Y existe el perjuicio, aunque uno lo menosprecie; y el mal, por mucho que lo niegue uno. No vale todo. La opinión no es lo mismo que el conocimiento; ni el bien, un relativo punto de vista. Si una adolescente puede matar a otra por una discusión de aula; si un hombre puede degollar a su “pareja” (decirlo así es lo correcto) por una razón que no se sabe; si una mujer puede denunciar impunemente a un hombre por otra razón, que igualmente se ignora; si un niño puede insultar a su padre porque le obliga a lavarse los dientes; si un púber, que ha llamado hijoputa a su maestro, puede acusarlo de maltrato porque le ha dado un capón por tal motivo; si un sinvergüenza puede ser democráticamente elegido para poder ejercer con autoridad su sinvergonzonería; si un gilipollas, o una (haberlas haylas, ministradas incluso), puede definir iconos de masculinidad, feminidad o santa idiotez que se le antoje por estar donde está, sin saberse muy bien por qué está donde se encuentra; si dos tercios del mundo revientan y el tercio restante se lava la mala conciencia con gestos, con lazos, con anuncios, con cuentas solidariamente bancarias; si un cabrón es sólo un enfermo; si la educación no forma sino que deforma; si no se pide cuentas a quienes legislaron su desastre; si los cines se embarran de sangre demoníaca y confusa; si las televisiones hacen de la estupidez un negocio; si el bien es un depende; si el mal, un negocio de pingües beneficios...
Si todo esto ocurre, la Historia huele mal; el tiempo -¡nuestro tiempo!- está podrido; la vida -¡nuestra vida!- sólo resiste gracias a la morfina de su agonizante indiferencia...
Lo siento mucho, pero este viejo mastín está ladrando la razón.
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Hace tiempo que huele mal la Historia. La nuestra, la de nuestro brillante mundo. Hace tiempo que los entresijos de su valía enfermaron de cáncer -esas células enloquecidas que devoran al propio organismo-. El cáncer no es sólo un padecimiento letal del individuo, es una explosión de muerte que revienta la totalidad. El fumador empecinado -como yo, por ejemplo- relativiza el perjuicio de que le hablan. Las sociedades podridas hacen lo mismo cuando se trata del mal. Y existe el perjuicio, aunque uno lo menosprecie; y el mal, por mucho que lo niegue uno. No vale todo. La opinión no es lo mismo que el conocimiento; ni el bien, un relativo punto de vista. Si una adolescente puede matar a otra por una discusión de aula; si un hombre puede degollar a su “pareja” (decirlo así es lo correcto) por una razón que no se sabe; si una mujer puede denunciar impunemente a un hombre por otra razón, que igualmente se ignora; si un niño puede insultar a su padre porque le obliga a lavarse los dientes; si un púber, que ha llamado hijoputa a su maestro, puede acusarlo de maltrato porque le ha dado un capón por tal motivo; si un sinvergüenza puede ser democráticamente elegido para poder ejercer con autoridad su sinvergonzonería; si un gilipollas, o una (haberlas haylas, ministradas incluso), puede definir iconos de masculinidad, feminidad o santa idiotez que se le antoje por estar donde está, sin saberse muy bien por qué está donde se encuentra; si dos tercios del mundo revientan y el tercio restante se lava la mala conciencia con gestos, con lazos, con anuncios, con cuentas solidariamente bancarias; si un cabrón es sólo un enfermo; si la educación no forma sino que deforma; si no se pide cuentas a quienes legislaron su desastre; si los cines se embarran de sangre demoníaca y confusa; si las televisiones hacen de la estupidez un negocio; si el bien es un depende; si el mal, un negocio de pingües beneficios...
Si todo esto ocurre, la Historia huele mal; el tiempo -¡nuestro tiempo!- está podrido; la vida -¡nuestra vida!- sólo resiste gracias a la morfina de su agonizante indiferencia...
Lo siento mucho, pero este viejo mastín está ladrando la razón.
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Ladrar en silencio puede ser difícil, y sobretodo la segunda parte: "detras de los ladridos sólo queda el silencio", como no vayas a ladrar a un desierto...
ResponderEliminarHacer negocio con la estupidez a través de la tele o de espectáculos, creo al respecto, que ni "la morfina de la agonizante indiferencia" basta para neutralizar la podredumbre, es muy lamentable.
Te agradezco los dos poemas que anteceden, esos sí que tienen perfume exquisito y un silencio les acompaña. naturalmente no necesitan comentarios.
Un abrazo.
Puede que los "desiertos", Montse, estén a la vuelta de la esquina; puede que el "cambio climático" no sea un problema meteorológico, sino social; tal vez el desierto empieza en el vecino de al lado... Tal vez. Pero no importa: nuestro mundo es "maravilloso".
ResponderEliminarGracias por tu visita siempre.
Se te ha olvidado que a los perros ladradores les ponen bozal...( por la incapacidad de muchos humanos)
ResponderEliminarMuy interesante y cierto lo que escribes,pero hay que sobrevivir.
¿Cómo...?
Esta música y estas imágenes son un placer.
Un beso reparador
Te he leído con avidez, Antonio. Hacía días que tenía el tema blogs aparcado. Había cosas infinitamente más importantes... Pero pincho en tu ventana (esta vez se pueden dejar comentarios... gracias...)y me encuentro con una cascada de realidades que hace tiempo que a mí me producen desazón, como si me costara tragar saliva...
ResponderEliminarEs un collage de instantáneas que son VERDAD. Empleo a propósito la mayúscula. Te agradezco que hayas dedicado tiempo para recopilarlas y ladrarlas en tu Imaginaria. No ladras solo... ni tampoco creas que, después, sólo queda el silencio.
Gracias, Antonio. Viene bien limpiar el cristal de las gafas.
Un saludo cordial,como siempre...
Bueno, el bozal, Veridiana, es más para no morder; aunque, ya sabes, “perro ladrador...” En todo caso, siempre se podrá gruñir.
ResponderEliminarLo he dicho otras veces, y no sé... El caso es que no me gusta lo que veo, lo que oigo, lo que huelo; todo eso que son los grandes titulares cotidianos de una cultura que parece no querer dar más de sí. ¡Con todo lo que nos queda por hacer!
No estoy muy seguro, Sunsi, de si limpiar las gafas será ya suficiente. A lo mejor lo más idóneo es hacerse unas nuevas. Me parece que los cristales de las que usamos no son muy buenos, y no sólo están sucios, están seriamente arañados a la altura de la pupila.
ResponderEliminarProbablemente deberíamos ir a nuestro óptico.
¡Cómo te asustas tú,que presumes de viejo,y eres inteligente y sabio!
ResponderEliminarLos Episodios Nacionales,son reflejo de los acontecimientos políticos militares ocurridos en España.Las intrigas monárquicas, el salvajismo feudal,la brutalidad del clero, la agitación y la inquietud de la nación.Todo un siglo con sus guerras,con su barbarie.
La pintura de goya es la caricatura mordaz cuando se trata de representar los restos de feudalismo.
No hay nada que se escape a su crítica implacable,brutal.
Anteriormente Velázquez.El Bobo de Coria, Las Meninas, retratan una España en Putrefación.
Cervantes,el hidalgo arruinado,él noble,supo sintetizar admirablemente,esta época,de inmensa tragedia para la burguesía española.
Creo que hay gente muy valiosa,aunque queden muchas cosas por hacer.
A mí lo único que me asusta, mi temida Circe, son vuestros hechizos.
ResponderEliminarYo no soy sabio. Inteligente, lo normal en un bípedo implume. Pero oído tengo, de voces más sabias que la mía, que por los “entonces” que citáis la gente posponía la justicia y la verdad a otros reinos que de éste no eran. Según parece, alcanzamos la “mayoría de edad” después de 1789, que es cuando dijimos que esto era “cosa nuestra”. Pues bien, como igualmente bien decís, yo no veo la diferencia: seguimos siendo igual de brutos. Pero ahora la culpa es sólo nuestra. Así que la liberación de nuestra “infancia” histórica no ha cambiado nada ni para nada ha servido.
Sin temor ni susto que valgan, lo justo es “ladrar”. Porque... “para este viaje no necesitábamos esas alforjas.”
Un beso, nada atemorizado.
De nuevo me siento mirada...y poderosa...
ResponderEliminar...Pues yo me siento cada vez más mastín. ¿No me habréis convertido en un perro, verdad?
ResponderEliminarjajaja...
ResponderEliminarCreí que no los activarías más. Y ahora que puedo, no me pillas con fuerzas para llevarte la contraria. Una pena.
ResponderEliminarMe hubiese gustado mucho;-)
Un beso.
Gracias, Olga, por tu visita. Lo de menos es que me lleves o no la contaria. Ya me conoces y no tengo arreglo.
ResponderEliminarUn beso.
"La opinión no es lo mismo que el conocimiento; ni el bien, un relativo punto de vista".
ResponderEliminarConvertirse en mastín; ese perro aparentemente cansado, tranquilo, de mirada prpofunda. Ensimismado como se halla, no tiene el carácter de su estampa quieta.
Un mastín leonés (español) no es una nadería... Es tranquilo y equilibrado. Guardián insobornable. Se adapta muy bien al cambio de circunstancias. Seguro de sí mismo, nunca es un perro miedica. Y lo que más me admira de su carácter, es su capacidad para jugar con los niños, tan grandote como se le ve. Los defenderá de cualquier agresión.
Es un perro noble donde los haya.
Convertirse en mastín es una gran trayectoria, amigo Antonio. Enhorabuena!!!
Un abrazo.
Pues es una simpática metamorfosis a la que me adhiero encantado. Parece evidente que siempre he sido un gran admirador de los perros.
ResponderEliminarUn abrazo.
Otra décima socrática, que me las pones a güevo:
ResponderEliminar¡Ay Protágoras iluso!
Si promete Prometeo
humos al hombre, no veo
que sea de humano uso
la razón de Epimeteo.
¡Ay delirios de titán!
¿Justicia, pudor y afán?
Los cínicos advertidos
en otro siglo vendrán
filosofando a ladridos.
Y un abrazo fuerte después de tan larga espera.
Rafa
Las ponga o no las ponga yo “a güevo”, lo cierto es que siempre son buenísimas.
ResponderEliminarAunque es lógico que, con tanto ladrar y tanto perro, tarde o temprano hubieran de aparecerse por aquí los cínicos.
Gracias, don Rafael, y un abrazo.
Es cierto que nuestra cultura - nuestra sociedad - está cada vez más llena seres que han hecho de la falta de respeto y del allanamiento del espacio "del otro" (conversaciones por teléfono a gritos, en las que dan ganas de ofrecer tu opinión, pies en los asientos de los vehículos públicos, música a todo volumen...),un "arte de vida o de supervivencia", pero al lado de ellos, hay gente, que sonríe, que te da las gracias y que te ofrece su conversación, o como tú, sus pensamientos...sólo por ellos, aunque cada vez sean menos, merece la pena seguir confiando en que esta "cosa" que nos rodea no es tan terrible como parece...
ResponderEliminar¿sigues fumando? ¡qué envidia!
Conste, Rocío, que no creo que “sean menos”, sino que se notan más los que menos debieran. Lo malo es la idolatría de la insignificancia, de la estupidez, de los gilipuertas encumbrados gracias a cuatro cables que los esparcen y airean. Lo malo es que unos pocos infecten tanto porque “tienen cables”. El cáncer es una insignificancia anómala (con toda seguridad, un gen perverso) que destruye una totalidad orgánica sana. La sociología, la política, la ética, deberían poner el mismo empeño que la medicina en descubrir la “química” de su maldita intención.
ResponderEliminarY no te dé envidia que fume: lo hago por hartura y porque me enrabieta que algún que otro imbécil me diga que no debo hacerlo. Sobre todo porque el imbécil en cuestión hace otras cosas que yo sé -y no me duelen prendas en decir que “sé”- no deberían hacerse en modo alguno. La responsabilidad de esos “imbéciles en cuestión” es una multitud; la mía por fumar, una pequeñez.
Muchas gracias, Rocío. ¡No sabes cuánto me acuerdo de vosotros!