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Desde 'allá' me lo envía. Como tal, lo transcribo:
Ya no sabes, amor, leer los días.
Discípulo del tiempo, has olvidado
que todo era un proyecto de la tierra
al que no le bastaba con ser tierra,
que su barro era un alma sin gramática
y tú la voluntad de su sentido.
Ya no sabes -qué tristemente estúpido
te has vuelto con los años- por qué mueren
los nombres y naufragan en la noche
las naves de un destino.
.................................................Ya no sabes
amar, amor extraño, nada grande.
Amor analfabeto... ¡Amor maldito!
El Caballero Inactual
7 de junio de 2010
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Desde 'allá' me lo envía. Como tal, lo transcribo:
Dicen que 'quien hace la ley hace la trampa'. No es exactamente así: a veces la trampa se hace antes que la ley. Concluya quien esto lea a qué enferma contradicción podría referirse este 'presunto' poema, que a no mucho más aspira.
Ya no sabes, amor, leer los días.
Discípulo del tiempo, has olvidado
que todo era un proyecto de la tierra
al que no le bastaba con ser tierra,
que su barro era un alma sin gramática
y tú la voluntad de su sentido.
Ya no sabes -qué tristemente estúpido
te has vuelto con los años- por qué mueren
los nombres y naufragan en la noche
las naves de un destino.
.................................................Ya no sabes
amar, amor extraño, nada grande.
Amor analfabeto... ¡Amor maldito!
El Caballero Inactual
7 de junio de 2010
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Más que del caballero, parece un poema de Dios entristecido ante el barro del hombre, que permaneció tierra y no guardó nada de ese sóplido mágico que lo elevó del suelo.
ResponderEliminarPero no lo sé, cualquiera sabe contigo y con él;-)
Un beso, para terminar con alguna seguridad.
¿Yo he puesto sóplido mágico?
ResponderEliminarSuena a superheroe infantil, pero es soplido, of course;-)))
Sorry for la errata.
Probablemente Dios también sea capaz de estar triste; y como su atributo por excelencia es la infinitud, su tristeza debe de ser infinita. Pero mucho me temo que el caballero no pretende competir con la Teología: lo suyo se parece más a la desesperación ante las barbaridades de que es capaz el hombre. Y Dios -de esto estoy seguro- no se desespera nunca porque, si lo hiciera, se quebraría el mundo. La verdadera fe no es la del hombre en Dios, sino la de Dios en el hombre, que, por esa atribución a la dicha de su posible tristeza, debe de ser igualmente infinita. Algo verá Él en nosotros que al caballero y a mí se nos escapa.
ResponderEliminarLo del “soplido”, Olga, a Dios, al caballero y a mí no nos preocupa en absoluto: los tres estamos convencidos de que las palabras están para decir lo que deben. Y está perfectamente dicho que el barro “no guardó nada de ese sóplido mágico que lo elevó del suelo”. Bueno, Dios, que tiene fe en nosotros, tal vez cambiaría “no guardó nada de...” por “dilapida frecuentemente...” Pero Él es Dios; y además, no creo que lea en los periódicos esas malsanas violencias que, por causa del roto amor, tan repugnantemente se practican. Ya se las sabe y, sin embargo... ¡aún cree!
Gracias por tu compañía y un beso.
El Amor nunca es maldito,Dios es un "Pasota" y el Caballero un melancólico...
ResponderEliminarUn beso transparente.
Por alusiones y con autorización de mi buen amigo Antonio Azuaga:
ResponderEliminar¿Nunca es el amor maldito? “Nunca” y “siempre” son palabras que aspiran ‘siempre’ a definir la realidad y ‘nunca’ pasan de un artístico entusiasmo. Pero, enhorabuena por el intento: es declaradamente platónico; lo que a Azuaga y a mí ‘siempre’ agrada.
¿Es Dios un “Pasota? Repito el argumento de mi amigo: si no “pasase” de los quehaceres del hombre, si no fuese un paciente –aunque esperanzado– transgresor de su propio diseño, la evolución de la vida no habría ido mucho más allá de los geranios, cuya capacidad de conculcar el orden es insignificante.
Y yo, ¿soy un melancólico? Si me atengo a una definición antigua del término, sí, porque tengo atrabilis, cólera negra y acre; es decir, un oscuro y áspero enfado ante todas las barbaridades del hombre. Por ejemplo: España, junio de 2010, treinta y dos mujeres asesinadas por un “amor maldito” (o examor)…
Respetuosamente y agradeciendo que haya leído este “síntoma” de mi negra y desabrida cólera.
El Caballero Inactual
Es...¡precioso, caballero!. El amor que da vida a la tierra inanimada. Si no sabe leer no escribe. Si no escribe ...olvida los nombres que se susurran para que la llama siga viva. Y no basta con escribir un día . Es otro y otro... Que el barro se seca. Amor estúpido que no sabe conjugarse ... que ya no recuerda que el futuro son muchos presentes...
ResponderEliminarMis felicitaciones al caballero, profesor.
Gracias, Sunsi. Es mucho más ajustado a este “analfabetismo” funcional y creciente eso de “…que ya no recuerda que el futuro son muchos presentes.” Si hay una forma de definir con elegancia la voluntad del amor, es ésa: pretender que el futuro sea multiplicación del presente. Desgraciadamente, en el “happy-mundo-del-instante” pretensiones así son “ilegibles”. Para el “amor vigente” digo.
ResponderEliminarUn saludo de parte del caballero. Y de la mía, naturalmente.
Lo sublime del amor,muchos hombres lo convierten en una obra de Valle-Inclán,en drama brutal,siniestro,donde mezclan amor y muerte,entonces son animales irracionales,violentos,crueles.
ResponderEliminarSiempre queremos un final feliz,la salvación de la propia persona,de un amor...pero esto significa,"pleno sentido".
La gran pregunta:¿Dios existe?
Si el Caballero está mayor,ve todo con cierto escepticismo y nostalgia,y busca la realidad,el hombre como actor y espectador en la vida,será normal,claro que yo prefiero mirar el mundo como regalo.
Nada hay nuevo en este mundo,poque todo ya existió en los siglos anteriores.
Feliz tarde.
El escéptico es siempre un convencido de la imposibilidad y, por supuesto, ni protesta ni se queja de nada porque, por coherencia con su escepticismo, nada podría decir. Le da igual todo, vamos. Y éste, reconócelo, no es el caso del caballero ni tampoco el mío.
ResponderEliminarEn cuanto a 'nostálgico', cosa curiosa, es lo que, tanto él como yo, hoy vemos atributo fundamental de los hombres. La libertad tiene nostalgia de cuando no lo era, que es cuando no había en el mundo hombres, cuando todo era un suceso irreversible que no comprometía a nadie porque los geranios nacían geranios y morían igual, y las almejas hacían lo propio para seguir siendo los aburridos bivalvos de toda la vida. El caballero y yo lo que pretendemos decir es justo lo contrario: que el hombre se atreva a ser su extraordinaria novedad; que no se raje, que no sea un “cagao”, que no justifique su cobardía pensando que siempre ha sido así porque él es una calcomanía de almejas, geranios y ese largo todo que no era la libertad.
El caballero está dispuesto a admitir, con consecuente gallardía, cualquier adjetivo oscuro que lo defina con acierto. Por ejemplo: antipático, insociable, aburrido, equivocado (aunque aquí, siempre exige argumentos que lo justifiquen), monótono, pesado, “plasta” incluso y un larguísimo etcétera de definiciones. Pero 'escéptico', nunca; y 'nostálgico', sólo cuando se pone ñoño con su emocional memoria. En este “casi-poema” suyo, te puedo garantizar que no hay ni escepticismo ni nostalgia, sino una pequeña y tonta lamentación sobre el olvido de una tarea que nos bajó de los árboles.
Y, desde luego, no es sólo que “siempre queremos (…) 'pleno sentido'”, es que ésa es la obligación del hombre. Para eso era la libertad.
Un beso “mayor.”
P.S.: “...¿Dios existe?” Por favor, divina Circe, ¡una diosa no hace esas preguntas!
"... por qué mueren los nombres
ResponderEliminary naufragan en la noche las naves de un destino".
Duele aún, el no sonido de su nombre, el proyecto que hoy es olvido. Duelen los amores analfabetos.
Saludos.