Ir al contenido principal

La espada de Héctor

.



.

La voz con que me hablabas;
los gestos, las miradas, las sonrisas…
La lluvia de una tarde sin memoria
y la cinta que no ciñó tu pelo
empapada en mis manos sin las tuyas .

La mañana de un sol en ningún día,
o en el día de siempre sin tus horas,
encendiendo la tierra no presente
de unos ojos espurios, irreales.

El vuelo de las aves sin augurio.
Las calles sin rincón ni profecía.
El encuentro inviable, la evidencia
de un viejo soliloquio de silencios…

Y en mis manos la cinta de tu pelo;
y la espada de Héctor en las manos de Áyax
–¿qué otro loco luchó contra un rebaño
reclutado en su heroica locura?–

La voz con que me hablabas o el regalo de Héctor…

Y al final, como Áyax,
el filo de un delirio desangrándome el alma.



18 julio 2010
.

Comentarios

  1. Qué maravilla, Antonio.
    Especialmente la primera estrofa y tal vez la cuarta. Siempre pensé que la espada de Héctor tuvo muy mal final, no era un regalo envenenado sino una ofrenda auténtica, como una voz sincera. Tal vez el filo de un delirio sera aún más hiriente, pero cuando uno lo hunde en sí mismo lo hace definitivamente suyo.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Yo también creo, Olga, que fue una “ofrenda auténtica”; tanto como la recíproca de Áyax. Pero Grecia y la verdad son así: la autenticidad va cargada de tragedia. El tahalí de Áyax arrastró el cadáver de Héctor y la espada de Héctor acabó con el único héroe enteramente humano que fue Áyax.

    Muchas gracias como siempre; un poco más hoy, si cabe, por eso de la “maravilla”.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  3. ¡ Qué trágica y hermosa declaración de amor! ¿Andrómaca?

    Ni en mis peores momentos podría lanzar ese clamor tan lírico,para eso no solo hay que llorar,hay que ser poeta.

    Un beso guerrero.

    ResponderEliminar
  4. ¡Grande honor hacéisme, mi temida Circe, con las bellas palabras que, según decís, sugiérenvos las pobres mías…!

    En realidad, Veridiana, este poema podría considerarse la segunda parte de otro que colgué en mi difunto blog “Al atardecer” el 12 de octubre de 2007.

    Si quieres leerlo, sigue este vínculo: La cinta imaginada. Algo aclara sobre la locura.

    Un beso troyano (sin informático sentido vírico, naturalmente).

    ResponderEliminar
  5. jeje...

    ¡ Qué extraordinario poema La cinta imaginada!

    Como dirían los chavales: "¡Qué pasada!"

    ResponderEliminar
  6. ...Los de por aquí prefieren el "¡cómo mola!" (hay que pronunciarlo como si la boca se te llenara de una 'o' enorme).

    Muchas gracias, generosa Veridiana.

    ResponderEliminar
  7. Enhorabuena, Antonio. Gran poema. Y todo un hallazgo por cierto, eso de "Grecia y la verdad son así". Te lo robaría :-)

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  8. Muchas gracias, Don Juan Manuel (dicho así, suenas a “Infante”).

    Por cierto, días atrás, a punto estuve de escribirte interesándome por las “malas aguas” de tu adoptado pueblo. Espero que no te afectaran. Aunque a mí el agua que más me preocupa es la de cebada. La fermentada, naturalmente.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada