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Hay momentos que no tienen historia
ni crónica para creerse un sueño.
Pasan sin voluntad, ocurren
entre almas y cuerpos. Hay momentos
de dicha y brevedad inexplicables.
Se descartan y pasan. No sabemos
que prodigio los hizo, o les consiente
ser para parecer que nunca fueron.
Sin embargo, son robos a la nada.
El botín de haber sido sólo es de ellos,
de esa pobre emboscada sin historia
ni crónica donde esparcir un sueño.
Hay momentos bandidos que secuestran
la eternidad a cambio del silencio.
23 noviembre 2010
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Hay momentos que no tienen historia
ni crónica para creerse un sueño.
Pasan sin voluntad, ocurren
entre almas y cuerpos. Hay momentos
de dicha y brevedad inexplicables.
Se descartan y pasan. No sabemos
que prodigio los hizo, o les consiente
ser para parecer que nunca fueron.
Sin embargo, son robos a la nada.
El botín de haber sido sólo es de ellos,
de esa pobre emboscada sin historia
ni crónica donde esparcir un sueño.
Hay momentos bandidos que secuestran
la eternidad a cambio del silencio.
23 noviembre 2010
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¡¡Qué preciosidad!! Me gusta muchísimo lo que has escrito.
ResponderEliminarEn este mundo caótico,soñar,dicen que es altamente terapéutico, y ayuda a desenmascarar las emociones guardadas.
Un beso en ensoñación.
Muchas gracias, Veridiana. Lo cierto es que a veces nos ocurren momentos de los que no tenemos nada grandioso que contar y, sin embargo, nos hacen inexplicablemente felices.
ResponderEliminarUn beso a tu leal compañía.
Siento repetirme, Antonio. Qué precioso poema. A veces vale la pena que no ocurra nada para pellizcar durante unos segundos un sueño con sabor a eternidad. Pasa poco. Y cuando pasa te deja tocado.
ResponderEliminarGracias, profesor
…Pues yo no “siento” que te repitas.
ResponderEliminarGracias, Sunsi. Y tienes razón sobre el momento que “te deja tocado.” A veces pienso que la felicidad es más humilde que la cronología de la vida: esta quiere durar, mientras a aquélla le basta con ocurrir. Vamos, que la felicidad no es un suceso, sino algo al margen de las crónicas. De ahí la eternidad que no entendemos y su permanencia sin historia.
Hablar de esto sería larguísimo.
Un saludo cordial.
Hay momentos así.
ResponderEliminarY luego, extrañamente, esos momentos duelen; la felicidad duele después, nunca nos da tiempo a ponerle piso, pero nos ofrece todo el del mundo para echarla de menos.
A veces duele mucho haber sido feliz, y cuesta conformarse con una felicidad a medias.
Quien lo probó lo sabe.
Un beso.
¿No será, Olga, que la felicidad y el tiempo se miden con parámetros incompatibles, que la felicidad es intemporal y nosotros nos empeñamos en que no lo sea, quiero decir, que pretendemos encerrar en relojes lo que por ellos no es mensurable? ¿No será que pretendemos beber agua sirviéndonos de tenedores? ¿No será que sabemos un nombre pero no exactamente lo que queremos decir con él?...
ResponderEliminarConste que yo no lo sé, pero me lo pregunto en momentos raros que no coinciden exactamente con ninguna gloria o satisfacción personal, en los que me duele algo o me duele todo, en los que el bienestar o el placer son manifiestas ausencias… Y me lo pregunto porque, a pesar de todo, en algunos de esos raros momentos, y por circunstancias que no saben o pueden o quieren decirse, me he sentido feliz.
El ser humano es un animal muy complicado; la felicidad, probablemente, no lo sea tanto.
Siempre gracias, Olga, y un beso.
Será. No creo que la felicidad coincida con momentos que desde fuera puedan juzgarse como buenos o gloriosos; pero, íntimamente, está claro que esos momentos en los que uno sabe decirse "me he sentido feliz" satisfacen algo profundo que no es siempre fácilmente explicable.
ResponderEliminarNo sé si la felicidad es complicada, pero hablar de ella lo es, sí;-)
Tú lo has hecho muy bien.