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Ley de vida

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No han regresado aún. Es muy pronto, lo sé; pero este abril recental, disfrazado de final de mayo, nos está malcriando, nos está engatusando con costumbres de verano casi, cuando acaba de empezar la primavera apenas. Por eso no están los vencejos donde siempre, porque son mucho más disciplinados en las aduanas de las estaciones que la veleidosa meteorología. Y por eso, cuando me pongo a buscarlos, no los encuentro, no los oigo. Hay un silencio desolador por encima de los jardines, un vacío incómodo, un miedo irracional… ¿Y si no volvieran? ¿Y si ya no quisieran escribir las tildes de su alboroto en los atardeceres que me quedan? ¿Se atreverían mayo y junio a ser los que siempre fueron? Y la gente… ¿podría la gente pasear las tardes con la misma alegría, con igual entusiasmo? ¡Qué tontería! Ellos son disciplinados. Cumplirán su didáctica tarea con la exquisita dedicación de siempre. Respetuosamente seguirán impartiendo lecciones de alborotada altura; a veces, incluso, a pesar de la díscola indiferencia nuestra. No, ellos no faltarán. No faltarán a clase nunca. Cada año, sin embargo, algunos de nosotros sí: no podremos ver el gesto trepidante de su vuelo ni ya sabremos tomar apuntes de su palabra… Pero ellos seguirán galardonando otros ojos y adoctrinando otros sueños… Y algunos de nosotros, mientras tanto, no sabiendo si Dios nos justificará la falta.

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Comentarios

  1. Con esa mágica música no me extraña que te entren dudas.
    Me has recordado a Ortega,al distiguir la vida y el pensamiento, con el ser de las cosas.

    Un beso trascendental

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  2. Es verdad, Veridiana, es mágica; aunque se haya explotado tanto y sin tener que ver en realidad con ese nombre de Tristesse, que le vino más tarde.

    No me veo yo aquí con Ortega, pero si a ti te recuerda, pues… bendito recuerdo: salgo extraordinariamente beneficiado.

    Muchas gracias, y un beso mirando al cielo… Que sigue vacío.

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  3. Tú sí eres un ave cantora.
    Otros, desde el suelo, esperamos tu disciplinado canto.

    Un abrazo

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  4. Lo cierto, José Miguel, es que yo, como popularmente se dice, pinto poco –más bien, nada–; y quien dice pintar dice cantar. Así que esa espera es signo de tu paciente generosidad. Muchas gracias en cualquier caso.

    Un abrazo

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  5. Gracias, Anónimo; aunque mi cumpleaños fuera el siete, tú pareces intuir que, en el fondo, el trece ha sido el número de mi vida.

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