Ir al contenido principal

Dos de noviembre

.




Leo en alguna parte que el 60 % de los españoles olvida a sus difuntos después de diez años. Me alegro, una vez más, de quedar fuera de las estadísticas y sus enfermos porcentajes. Llevo cuarenta y dos años recordando a Paco, un amigo que se me rompió en un Seiscientos el mismo día que Armstrong pisaba la Luna; treinta y ocho hablando con Jorge, un casi hermano que se destrozó la vida sobre una moto camino de Soto del Real; treinta y uno paseando Madrid con Conrado, un antiquísimo alumno que se dejó el futuro en su promesa por culpa de una isquemia maldita en el cerebro… Y cinco, sólo cinco, aunque valdría cinco elevado a su infinita potencia, departiendo por teléfono con mi madre (que se marchó sin ruido y humildemente un dos de marzo) todos los días, a las once de la noche, sobre las cosas que me pasan y me alegran y acerca de los hechos que suceden y me duelen…

Podría centuplicar la lista. A mis años no es difícil.

Si la estadística esa es cierta, tenemos un problema; grave e indecente. Grave, porque la vida no es disimular la muerte ni hacer fiestas de disfraces entre calabazas y zombis. Indecente, porque vivir, humanamente, es heredar la circunstancia de los otros, los que no están, los que hicieron el paisaje por el que echamos a andar –¡hace tanto tiempo…!– la voluntad de ser…

Y la memoria.
.

Comentarios

  1. "Mais ve que meu corazón
    é unha rosa de cen follas
    e é cada folla unha pena
    que vive apegada noutra"
    Rosalía de Castro

    Yo, como tu, Antonio, pertenezco al 40% que vive este día de difuntos de otra manera,por eso ayer, hoy no podía, llevé para cada "amor" perdido una rosa roja
    porque mi corazón se siente como el tuyo y como el de Rosalía.

    De todas formas, entiendo que para muchos otros su manera de enfrentarse a la muerte es diferente y lo que hacen no es más que hacer un exorcismo ante el miedo y la angustia que les produce.
    Preciosa canción, preciosa música, preciosa imagen.
    Un beso sereno
    Doña Anónima

    ResponderEliminar
  2. Un acierto esa banda sonora, para este día tan especial.
    No es lo mismo aceptar que olvidar.

    Un beso nostálgico.

    ResponderEliminar
  3. Qué cerca de todas las almas (no pretendo robar título o cita a Javier Marías) siempre Rosalía… Y qué bien suena en su lengua, en la tuya, su palabra.

    Gracias por tu aporte: sé que estás en el 40 % y sé por ti, además, la culpa que el maldito azar del tiempo tiene en ello.

    Un beso amigo.

    ResponderEliminar
  4. Es verdad Veridiana, no sólo no es lo mismo, sino justo lo contrario: aceptar el dolor es mantener vivo el recuerdo de cuando no era dolor. Gracias por subrayarlo.

    Un beso de parte de “todas mis memorias”.

    ResponderEliminar
  5. Yo- afortunadamente- tengo aún pocos difuntos de esos que se te han llevado un trozo de alma más allá. Mis abuelos, algún familiar cercano (ley de vida, sí, pero sigue doliendo) y una amiga que murió en la adolescencia en un absurdo accidente de tráfico, de la que ya te he hablado alguna vez. Pero sé que no los olvidaré, porque si lo hago será como empujarlos hacia abajo, como si se murieran un poco más. Y porque me acompañan en la memoria con la misma naturalidad con la que me acompañaron en la vida. Son mi vida.
    Un beso, maestro.

    ResponderEliminar
  6. Así es, Olga: “con la misma naturalidad”. Como ocurre (o debería ocurrir) con toda la Historia.
    Gracias siempre por tus palabras y por ese “magisterio”, más cariñoso que real, que me concedes.
    Un beso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h...

Napoleón y el ruido

. Lo he oído de dos formas sutilmente diferentes: la música es el más bello de los ruidos, pero ruido al fin ; y, la música es el menos molesto de los ruidos … Se parecen, desde luego, pero la primera afirmación suena más física y la segunda más militar , más napoleónicamente militar . Es probable, no obstante, que el tímpano de Napoleón, acostumbrado al eco grave y sordo de la pólvora negra, estableciera tan duro contraste entre el ruido y la música con intención que se nos escapa: tal vez pretendía dignificar a aquél, antes que menospreciar a ésta. Si así fuera, yo aplaudiría la frase porque la pólvora negra estalla con la cadencia subterránea y profunda de una tragedia griega. La otra, sin embargo, la que llaman sin humo –la de nuestros días– revienta los oídos como una telenovela hortera de media tarde. Naturalmente, esto es una apreciación muy personal. Lo que es evidente es que hay vibraciones de las moléculas del aire que incomodan – ruidos – y otras que no – música –. Las prime...

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desco...

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc...

¿Legalidad o moralidad?

. . …no basta que una acción sea conforme y esté ajustada a la ley para que sea moral; no basta que una acción sea legal, para que sea moral. M. García Morente, Lecciones preliminares de filosofía Lo analizó perfectamente Kant –¡qué bien lo explica García Morente!–, una cosa es que nuestra acción se acomode al deber y otra muy distinta que lo que hacemos lo hagamos porque es nuestro deber . No es un juego de palabras. No es diletantismo filosófico. Es una definición de la distancia, la enorme distancia, que separa la mera legalidad de la moralidad convicta. Pensaba Kant que si cumplimos la norma para evitar la sanción o alcanzar el aplauso, nadie podrá objetarnos ilicitud ni incorrección en la conducta. Pero la moral es otra cosa; la moral nace de la convicción, no de la convención, amparo o consentimiento de las leyes. Coincida o no con éstas, nuestra acción debe regirse por sí misma, quererse a sí misma, aplaudirse a sí misma. Sólo eso, nada más –y nada menos– que eso, define la mor...

La insolente realidad de las preguntas

El valor de la filosofía   ha estado desde sus orígenes en las preguntas. Las respuestas son ocupación de la supervivencia; las respuestas pretenden la utilidad. Las preguntas, sin embargo, todas esas preguntas que nos atraviesan el pensamiento sin posibilidad de hallar nunca reposo para su esfuerzo; todas ésas tan denostadas, tan perseguidas, tan ninguneadas por la vanidosa razón –ilustrada primero; instrumental, después; confusamente empirista, siempre–; todas las que desde el siglo XVIII han sido desviadas, sistemáticamente, a la sección de Salud mental por la iniquidad mercenaria de los súbditos de la desesperanza, no sirven para nada; o, mejor dicho, resisten el asedio de la nada. Son, como los acantilados ante los envites del mar, una rocosa fortaleza del alma, un cerco amurallado para el hombre. Porque hablar del alma es hablar con ellas y no querer hablar de ellas es desarraigar al hombre La grandeza de la filosofía está –o estuvo– en no poder responder, en no a...